“La única herramienta indispensable del editor es su cabeza, pero debe estar bien amueblada, y eso no se consigue únicamente con literatura sino con una curiosidad interminable”. Andrea Palet, editora de Laurel, escribió un “Brevísimo manual para jóvenes editores” que es una mina de pequeñas joyas en torno al oficio de la edición. Esta frase, entre muchas, da una clave para entender las dimensiones de un oficio refractario a la luz, destinado a ser silencioso y rumiante. En particular, se asienta de manera involuntaria en el tema del alcance: qué tipo de libros se deberían publicar para satisfacer la curiosidad de lectores diversos y omnívoros.
Laurel surge en 2014 en Santiago de Chile como un segundo intento de parte de Andrea por resolver mediante un proyecto editorial la pregunta por esos lectores dispuestos, pero quizá algo extraviados, entre la oferta habitual. Personas con profesiones alejadas de la literatura, pero con lazos hacia los libros. Familiarizados, mas no expertos; en espera, en todo caso, de convertirse en el público objetivo no solo de los grandes grupos editoriales y su propuesta más generalista, sino también de los sellos independientes, más creativos y cuidados.

El fondo editorial de Laurel se conforma siguiendo varias líneas de trabajo, que funcionan como criterio de búsqueda, aunque no toman la forma propiamente de colecciones. En lo que atañe al diseño, cada libro adquiere una identidad particular dada por el tema y las expectativas del autor, pero siempre buscando una apariencia sobria. No hay unidad visual, salvo en unos pocos casos. La solución gráfica bien puede estar en la fotografía o en la ilustración, amarradas únicamente por la hoja de laurel trazada a mano alzada, que es el logo de la editorial.
A Andrea le interesa particularmente descubrir escritores y posibilitar su primera publicación. Por este camino, y junto al interés por consolidar una oferta de narrativa lo suficientemente amplia para seducir a lectores muy diversos, el catálogo de Laurel se ha ido poblando de autores latinoamericanos con más o menos trayectoria como Laura Ortiz, Juan Pablo Roncone, Claudia Donoso Ulloa, Fernanda Trias, María Gainza y Federico Galende. Hay también algo de literatura escrita en otros idiomas, secundada con la intención de abrir espacios para traductores jóvenes.

Del cuento y la novela se salta a proyectos más indeterminados, “prosas dispersas o fórmulas bien ejecutadas”, compilaciones de textos periodísticos, incluso diarios. De esta línea hacen parte autores como Juan Forn, Emma Reyes, Pedro Mairal, Martin Cinzano, y libros como The Economist de Anne Roe y Keith Colquhoun, que reúne una selección de los obituarios semanales de la revista inglesa; Colofones de Juan Francisco Turrientes, un catálogo memorable de diferentes colofones publicados a lo largo de la historia del libro; y Chile en los ojos de Darwin de Claudia Urzúa, en el que se reconstruyen los veinte meses que duró el recorrido del naturalista desde el Cabo de Hornos al desierto de Atacama.
Estos libros llegan a Laurel, cuenta su editora, como consecuencia de ese apetito por saber del mundo y encontrar revelaciones en sitios nuevos. Son resultado de hacer parte de una red de autores y amigos lectores a través de la cual circulan las recomendaciones y se contagian los entusiasmos. Trabajando a tiempo parcial, pues Andrea es la directora de la maestría en edición de la Universidad Diego Portales, se logran publicar cerca de cinco o seis libros al año. No es un camino rápido pero sí constante de perseguir ese sueño irracional de un buen editor de leerlo y saberlo todo.

Revive la conversación con Andrea Palet, editora de Laurel


.png?u=https%3A%2F%2Fimages.ctfassets.net%2Fjecnfi8tljxk%2F1KL8lpWxqK73NavP8oPtYS%2Fbe7745f04612822401fa298b1e1a1ae2%2FCabecera_Editorial_Laurel__1_.png&a=w%3D218%26h%3D148%26fm%3Dpng%26q%3D80&cd=2024-12-20T19%3A37%3A34.642Z)


