Miriam Morales es inspiración
Por ser una mujer tan valiente, luchadora y berraca la admiro, es mi abuela, que ha conseguido sus arrugas a punto de sacrificios, levantándose temprano para ver el amanecer ante a sus ojos y preparar un buen chocolate que arrope el frío mañanero.
Ella es el motivo de mi inspiración para terminar mi trayectoria por la vida, es ella quien me ha enseñado que todos tenemos un motivo y una esperanza para cumplir nuestros propósitos sin importar cuál sea el esfuerzo. La admiro y la resalto porque sus manos están llenas de historias con las que un día me inculcó que todo se debe realizar con amor y fe.
Andrés Ortiz

Navegante retirado
El viejo y su burro, ¡sí! dos seres que comparten los mismos caminos sin importar el sudor. Ellos no paran hasta llegar a su destino, verlos me llena de nostalgia, pero de esa nostalgia donde se allegan esos recuerdos de aquel hombre llamado Abuelo, ja, si, él siempre andaba con su rula en una mano y en la otra el timón de su burro, o bueno, a mi edad mi imaginación lo veía así.
y sí, cada vez que veo a mi abuelo, en sus ojos puedo sentir un hombre achao pa' lante y me enorgullece decir que es mi abuelo que, por cierto, ya es un navegante retirado, pero aún sigue amando este gallardo trabajo.
Juan Pablo Arcila

Tita: la magia de amar
La persona de Jericó que es trascendental en mi vida es Rocío del Carmen Velásquez Córdoba, la mujer que nombro como Mi Tita, aunque comúnmente la nombrarían como abuela. Ella, además de ser tradición y conocimiento jericoano, ha sido el pilar fundamental de mi familia, la persona que con su amor y fortaleza sembró en nosotros las bases necesarias para conquistar nuestras vidas.
Ella es esa magia de amar y comprender lo desconocido, es el claro ejemplo de superación, disposición y evolución, pues ha sabido abrirse a los cambios que han ocurrido a lo largo de su vida.
Mi Tita es quien me ha demostrado que la unión, el servicio y el cariño son armas potentes contra muchas adversidades del camino; las mismas que hoy son guías para la formación de mi ser y que, además, veo reflejadas en su sabiduría, siendo ésta producto de vivencias propias de una mujer que luchó y vivió muchos contextos en su historia.
Isabella González

El mejor tinto de mi vida
Transcurría el año 2013, yo Juan Felipe, tenía solo 9 años, era 23 de noviembre, día de mi cumpleaños, yo esperaba pasar ese día como había pasado los 8 cumpleaños anteriores a ese, porque las actividades a realizar ya estaban prácticamente escritas en ese que yo denominaba "el manual" y que se venía repitiendo, año tras año, sin falta, desde 2005...
Las actividades eran muy sencillas: mis abuelos venían desde cualquier lugar del mundo a festejar conmigo. Llegaban temprano a eso de las 7 a.m., me entregaban un regalo, libros casi siempre y uno que otro dulce que compraban en una gasolinera saliendo de Medellín.
Yo, aunque era un niño, el regalo y el dulce me eran ya indiferentes, yo solo quería empezar el día con ellos y luego de la ceremoniosa y ya tediosa entrega del regalo iniciaba por fin realmente lo interesante.
A eso de las 8 a.m. nos íbamos a recorrer la zona rural de Jericó, terminábamos en Quebradona (casi siempre) visitando a amigos del abuelo, hablando de minería, reforestación y desigualdad social... observando lo majestuoso del paisaje antioqueño y con mi abuelo de fondo haciendo preguntas sobre el libro del año anterior.
Regresábamos al pueblo a eso de las 12 del medio día, directo a almorzar a alguno de los tantos restaurantes de Jericó, esa decisión era la única no es escrita en el manual de mi cumpleaños.
Ya en las horas de la tarde, a eso de las 2:30 p.m. llegaba el momento del café, momento para quitar el sueño que deja el almuerzo, decían... Y con tinto en mano y la cabeza llena de historias empezaba la tertulia.
Mi cumpleaños número 9 fue el más memorable de todos porque el abuelo en su desconocimiento sobre mí, decide comprarme un tinto, el primer tinto de toda mi vida.
Ese día hablamos de todo, sus experiencias personales (todas ellas del siglo pasado), hablamos sobre libros que ya me había regalado, me habló sobre la abuela y hasta de la política colombiana (cosa que jamás había hecho) pues me decía: “Hablar de esos temas es responsabilidad de su papá, después me culpan de meterle ideas en la cabeza”
Yo sin entender mucho lo que me decía cuando me hablaba de política me empecé a tomar el tinto, empecé a saborear esa sustancia negra y amarga que siempre pensé que era para personas como mis abuelos, pues al fin y al cabo ellos están tan viejos que ya la comida no les debe saber nada.
Pasaron los segundos, los minutos y las horas, él seguía hablando apasionado por lo que contaba, yo trataba de no pestañear pues en mi imaginario como niño uno pestañea cuando estaba aburrido y yo no quería que él lo pensara, no quería que él se detuviera.
Pero indudablemente ese momento que yo temía llegó, él se detuvo…
Pero para mí sorpresa me miro y me preguntó... ¿Querés otro café?
Justo en ese momento me di cuenta de que me había tomado el mejor primer tinto de mi vida o, mejor decir, el mejor tinto de mi vida.
Juan Felipe Restrepo

Lola canta cuando aparece mamá
El amor entre el ser humano y los animales son como el universo, nunca terminan.
No hay nada mejor que tomarse un café y disfrutar del olor de la mañana y escuchar el canto de los pájaros del patio de mi casa.
Este pájaro es una cacatúa y se llama Lola, uno de los motivos para mi mamá levantarse en las mañanas y es lo primero que ve y lo primero que escucha. Lola sabe que cuando traquea la puerta y la piedra se corre, mi mamá se ha levantado, entonces canta como un perro saludando a su amo. Mi mamá me lo dice todos los días: “¿para qué estar triste si tengo quién me hace sonreír todas las mañanas cuando me levanto?”. Nunca había visto algo tan hermoso como la relación que tiene mi madre con esta ave.
Todo comienza, pero tarde que temprano llegará a su fin.
Duván Mejía

Él es Tomy
Mi fiel acompañante, no sé si mi hijo o mi hermano, jeje. Me da risa incluso como hemos humanizado a los animales, hasta llegar al punto de sustituirlos por figuras del ambiente familiar.
Pero... ¿Por qué no? Pues si igual nos acompañan, se han adaptado por años para demostrar su amor y, para ellos (en el caso de los perros) vernos como el jefe de la camada.
Pero bueno, el caso es que Tomy tiene aproximadamente 7 años, es pequeño y un poco gordito, pero cuenta con mucha musculatura. Le encanta comer, es un agujero negro que se tragará todo lo que encuentre, cabe destacar su voraz hambre, que me hace pasar momentos muy graciosos.
Le encanta dormir y acurrucarse entre cómodas cobijas que le brindan calor y esconderse entre ellas.
Le encanta jugar, incluso escondido entre las cobijas y dar sus mordiscos, que al final no son unos mordiscos si no simplemente un mordisco sutil que no te dolerá, para al final empezar a lamerte con su lengua la zona que te mordió.
Tomy ha sido mi gran acompañante durante estos 7 años, aunque no he sido un muy buen padre ya que a veces no me preocupo mucho por él y se me olvida que él come y tiene necesidades, he ido intentando cambiar esa faceta para lograr al final ser un mejor cuidador.
A Tomy le encanta dormir, ronca audiblemente en la noche y consideramos que sueña, ya que suelta pequeños alaridos mientras duerme.
Pasada la noche despierta enérgico para salir, la tercera cosa que más le gusta, entre dormir y comer. Estira sus extremidades y empieza a mover su pequeña cola. Huele todo lo que ve y si encuentra un perro le intenta jugar, pero para al final procura tener relaciones sexuales con él/ella.
Aunque es un Boston Terrier y su raza característica suele tener sus dos orejas paradas, Tomy presenta una descalcificación en una de ellas, pero ello lo hace más particular, y cabe destacar que fue el último en ser adoptado de su camada ya que era un cachorro muy molestón e inquieto.
Julián Parra

Como si fuera el primer día
El sonido de la moto de mi padre lo podías reconocer a kilómetros de distancia, ja ¿y cómo no? si le sonaba hasta el último tornillo.
Él llegaba por lo habitual a las 6:00 de la tarde, pero ese día llegó más tarde de lo común, seguro algo iba a pasar, y sí, cuando abrí la puerta pude ver un hocico y claro era un perro, la verdad me asusté y más aún me pasmé.
Cuando veo la cara de mi papá, él estaba un poco temeroso ¿y quién no? Si su esposa odia los animales y, más aún, a un perro. Me dijo:
- Juancho, ¿cómo escondo esa perra? Su mamá me va a matar. Solo era decir eso para que a la vuelta apareciera el “temor de papá”, mi mamá. Por un momento hubo un silencio incómodo, yo tuve que actuar en milésimas de segundo para defender a papá, ¿y cómo no? si él siempre recibía los correazos que venían hacia mí! Y dije:
- Ma´ es sólo un perro, yo prometo cuidarla. Y claro una promesa mía era algo ficticio.
Hoy 8 de julio de 2021 esa promesa sigue en pie, mi mamá prometió regalarla, pero el día que fue el señor no pudo hacerlo:
- Juancho la iba a regalar, pero algo me detuvo, yo creo que la quiero.
Intentamos por días y días y días que ella entendiera por Cloid, pero se los juro no se pudo, se apegó al nombre de mi papá, Katiusca. Hoy veo el efecto que causa un animal en una familia: mi mamá cambió su ideología de que un perro es grosero y comprendió que con una buena educación todo es posible; mi papá pues... digamos que para la próxima tendrá más cuidado de llevarle la contraria a la jefa; mi hermana es su mejor amiga: la peina, la baña, le pinta las uñas… A mí eso me da un poco de rabia, pero bueno mujeres son mujeres.
Y yo desde el corazón les digo, desde hace ocho años no hay un solo amanecer que no salga voleando su colita para saludarme como si fuera el primer día.
¡Gracias Negra!
Juan Pablo Arcila

El infinito deseo de mi niñez
La historia de su llegada ha sido la más contada, la más añorada y la más feliz en toda mi vida. No hay persona a la que no le cuente la magia de su mirada, la ternura de su espíritu y lo profundo y loco de su ser, pues ella ha sido lo que para entonces (era) el infinito deseo de toda mi niñez.
Su llegada a nuestras vidas fue algo del destino, ya que a lo largo de mi vida siempre existió el sermón de que “un perro es un encarte, que soy rinítica y que era mucha responsabilidad”, sin embargo, aquel 27 de abril envié su foto sin saber que a partir de ese día nosotros seríamos parte de su vida.
Desde el momento cero de su adopción le prometí a la vida que su alma y vida perruna sería la más feliz, que su dueña no soy, sólo se me había encargado cuidarle y protegerle, pues somos compañeras de vida.
Su presencia en mis días ha sido un viaje de aventuras, haciéndome reír con sus locuras, travesuras y arranques; de conocimiento, pues tuve que aprender un mundo del cual no hacía parte; de cuidados, pues la picadura de una avispa no ha sido lo más agradable; de comprensión, ya que nuestra manera de comunicarnos es muy diferente; pero sobre todo de gratitud, demostrándome que el amor que en ella hemos sembrado es producto de su semblante.
Luna es la luz en nuestra oscuridad y María… bueno, eso sí fue un capricho.
Te amo infinitamente Lunita, sos y serás la felicidad de mis días.
Isabella González
