Cuando te sonríe un niño, cuando ves el viento moverse entre los árboles, cuando las aves vuelan y acompañan con su canto, ¡puedes leer eso y muchas cosas más! Podemos leer el olor de alguien, la mirada triste o cómplice de un amigo, incluso el sentimiento de un recuerdo que se trae al presente.
En estas formas de leer cree uno de los participantes de este laboratorio de lectura, quien se levanta en la mañana de un miércoles para mirar por su ventana y encontrarse con una ciudad llena de voces, después de organizarse para estudiar cumpliendo con sus deberes, pero siempre observador y con oídos dispuestos a la escucha; así le transcurre el día expectante y tranquilo, para esperar que llegue la tarde y encontrarse con ellos, sus amigos lectores, los disruptores.
Llega la hora y con ella el enlace, hoy el encuentro es virtual (como muchos espacios en tiempos de pandemia); uno a uno se van conectando y los saludos, junto con las cámaras, se encienden para sonreír y disfrutar de lo grato que es encontrarse. Esa tarde se abre camino entre los participantes la pregunta por la experimentación o vivencia con los colores en su vida, una conversación acompañada de la lectura de El sonido de los colores, del autor e ilustrador Jimmy Liao, y son muchas las imágenes y nuevas historias que regalan pedacitos de quienes las cuentan y que ahora, serán parte de todos ellos.
No se dejaron esperar las voces con datos curiosos sobre los colores que podrían ser de historia, psicología, incluso, hasta la incidencia en la personalidad y gustos de ellos; aquellas historias personales, historias cercanas, que robando sonrisas y con miradas hacia el horizonte, los encontraba y conectaba a todos.
Se acercaba el momento de finalizar, pero con la plena seguridad de que la conversación no quedaba allí, pues habían preguntas abiertas, en el aire, las mismas que al desempolvarse los llevaba a través del tiempo a ese momento en la escuela donde se preguntaban si las matemáticas era azules o rojas. Incluso, todavía más profunda la inquietud, en el descanso o en clase de ciencias naturales, al preguntarse por el color del cielo.
Para despedirse, y como ejercicio de memoria colectiva, crearon un muro de colores. Cada uno eligió y compartió el color que lo acompaña, representa o describe. Esta conversación les permitió leer-se entre ellos y construir una historia de todos.
Hoy la cita fue virtual, pero en ocho días podrá ser en una librería, parque, casa cultural o biblioteca, porque las lecturas no esperan, se encuentran en cualquier lugar, persona, papel o mirada.

Este laboratorio de lectura es un espacio de encuentro entre amigos, que se reúnen para tener conversaciones disruptoras y conectarse por medio de historias, palabras, sonidos y recuerdos. Es toda una experiencia de diálogo donde explorar y aprender sobre cada uno es toda una revelación. Cada miércoles, a pesar de la falta de tiempo, se encuentran para hacer ese espacio de ellos, porque “sino es para eso, entonces para qué” dicen los mismos integrantes.
La lectura los une, pero la conversación abierta, desprevenida, cotidiana y auténtica los identifica, los conecta; así se abre paso la palabra, una palabra que entre ellos disfrutan y se la pasan bien conociendo, pero en especial, leyendo de otras formas, con la risa cómplice ante un comentario, la pregunta inquieta, la historia que se revive, el dato que se comparte, el silencio de algún participante y, por supuesto, la presencia de todos.
A este encuentro de nuevos lectores es invitada la Biblioteca Comfama de Pedregal, a unirse todos los miércoles a las 3 pm sea virtual o presencial a participar de una conversación donde se tejen historias, personajes, lenguajes, libros y porque no la propia voz, aquel hilo que toma color, textura y firmeza para unirse a otros en un fino tejido lleno de colores vivos y particulares, que fortalecen y embellecen a este telar.
Su elección es por una lectura pausada, ahora acompañada por el libro “El cine era mejor que la vida”, donde la conexión es con una historia cercana por los personajes y narraciones de un joven diferente, apoyado por sus vivencias y lecturas del mundo, en especial de la pantalla grande; desde su experiencia el autor Juan Diego Mejía es una de las voces que los saluda y crea un puente con estos lectores a partir de su obra.
Leer de otras formas y por medio de la conversación es abrir nuevos caminos, incluso, desde lo vivido. Para ellos lo más importante es no dejar pasar esa primera conexión que los conecta y que al ser compartido ahora vibra en un unísono de voces jóvenes para jóvenes. Este laboratorio con lecturas, lugares y participantes diversos, son una juventud diferente en palabras del autor, o como dirían los participantes: una juventud de formas y lecturas disruptoras de la vida.

