Hay muchas cosas que Juliana Peña Quiroga se propone no olvidar, entre ellas las palabras de su padre cuando le decía: "Uno debe practicar un deporte para el cuerpo, una carrera para la mente y un arte para el alma". No contenta con recordar siempre esa enseñanza, Juliana siguió al pie de la letra las instrucciones. Para cuidar su cuerpo practica desde los ocho años el patinaje, para alimentar su alma toca en sus tiempos libres el clarinete y para nutrir la mente estudió Química pura en la Universidad Industrial de Santander.
Peña, pollo o simplemente Juli, es aquella joven sonrisa, deportista, activa, profesora de patinaje, inquieta por la música con su clarinete, aprendiz de macramé, pero, sobre todo, apasionada por la química en la cotidianidad de la vida. De una manera inconsciente y poética, esas palabras que su padre le inculcó desde pequeña a ella y a sus hermanos ahora no solo toman fuerza sino razón en su corazón. Con satisfacción siente que logró un equilibrio emocionante a través de un sin número de experiencias, libros, viajes, besos, abrazos, palabras y amor familiar.

Desde pequeña, la lectura fue su cómplice para conocer el mundo. Todos los días dedicaba una hora a estar con los libros. Su vida junto a sus hermanos y su padre giraba alrededor de un cuento o una novela. A medida que pasaban los años, las lecturas le permitieron conocer la diversidad literaria y, a su vez, la realidad que la rodeaba. Años después, la conversación y el encuentro con la palabra siguió sucediendo cada noche. Los libros y las historias acortaron las distancias, pues, aunque sus hermanos viven en otras ciudades, la unión familiar que siempre los caracteriza no se ha perdido. Cuando habla de esto en los ojos de Juliana se asoma un brillo intenso.
Esta bumanguesa nació en una familia numerosa. Su padre fue laboratorista dental y docente; su madre, optómetra; su hermana mayor es ingeniera civil y su hermano menor es estudiante de ingeniería electrónica. Cuando habla de su familia, Juliana deja ver que es su mayor tesoro. Es así como, además de rodearse de amor, horas de lectura, una variedad de músicos y cantantes integrantes de su familia, pues todos tienen una relación o acercamiento con el arte, escuchó de su abuelo miles de historias que son el producto de un centenario de años vividos con entusiasmo. Igualmente recuerda el tiempo en compañía de su abuela: desde los diez años conversaron sobre las grandes preguntas de la vida y sus acontecimientos. ¿Por qué flota el hielo?, era solo un cuestionamiento de los muchos que se hacían.
Por sus venas ha corrido también la música. En su infancia practicaba la guitarra con su madre y participaba en los concursos del colegio con su hermana, quien cantaba al son de las cuerdas de Juliana. Se inclinó también por los instrumentos musicales de viento, y así descubrió el clarinete.
Describe a Bucaramanga como “la ciudad bonita”, de clima caliente y hermosos paisajes. Al recorrerla, destaca su gente, su variedad natural y su gastronomía. Esta ciudad le permitió construir una trayectoria como patinadora desde los ocho hasta los dieciocho años de edad; posteriormente, cuando cumplió veinte años se convirtió en entrenadora infantil.

Aunque el patinaje fue su primera pasión y elección profesional, con el tiempo esto cambiaría. Gracias a su profesor de Química en décimo grado pudo acercarse y aprender desde lo experimental esta ciencia. Con esta disciplina, recordó esas preguntas sin resolver que conversaba con su abuela y avivó aquella pasión que hasta el momento estaba silenciada. La química llegó para lograr esa reacción de complemento, para equilibrar su faceta deportiva y mostrarle, por fin, algunas respuestas. Priyavrat Gupta decía que “la vida es una reacción química que solo requiere de equilibrio”. Fiel a esta relación indisoluble entre la vida y la ciencia que la apasiona, Juliana se siente impulsada a “enseñar que la química es vida, naturaleza y está en lo que consumimos y en nosotros mismos”.
Durante su paso por el colegio fue ganadora en la feria de ciencia del grado undécimo. Su proyecto mezclaba teoría y práctica para obtener fuego verde; con esta experiencia terminó por encariñarse. El paso por la universidad fue totalmente enriquecedor y cautivador. Adquirió todas las herramientas que le permitieron comprender el sentido y la utilidad de la química en el diario vivir.
Juliana, como libro vivo, al estudiar química, y con la posibilidad de compartir este contenido con niños y jóvenes, busca abrir las puertas de la ciencia y despertar interés por los fenómenos cercanos. Para lograr esto se ha nutrido de muchas historias, lugares, experiencias e imágenes. Desde Medellín, en la actualidad, disfruta de todo lo que le ofrece la ciudad, en especial de los parques temáticos como el Planetario, el Parque Explora o el Jardín Botánico, resaltando la importancia y el impacto que tienen estos escenarios para acompañar a los niños y las niñas en esa exploración y aprendizaje; espacios que hubiese deseado tener en su infancia.

Por otro lado, al visitar una biblioteca en Medellín, recuerda con asombro la transformación de este espacio y su primera ida a una de ellas en su ciudad natal. Era un espacio donde encontraba libros de todos los géneros y disfrutaba de las tardes de cine, teatro y danza con sus hermanos. Ahora ante sus ojos surge una infraestructura diferente y divertida, llena de colores y creatividad que se aleja mucho de lo antes conocido. Las bibliotecas hoy están llamadas a la experimentación, la imaginación y la conversación para hacer del mundo una historia fascinante por descubrir.
¿Cuál es el rol de una biblioteca humana? Juliana tiene un objetivo principal: "Cuando hablamos de química o de las ciencias en general, no es algo lejano a nosotros, no es intangible, no es algo que solo se hace en laboratorios o con equipos especializados ¡no! Por el contrario, la ciencia está en todo, todo el tiempo la hacemos, está en nosotros y nos rodea constantemente, todos podemos hacerla, vivirla o comprenderla", de este modo, a través de la divulgación científica, busca inspirar la expresión de ese niño curioso, juguetón y proactivo que todos llevamos dentro.