Bibliotecas humanas

Ongui, de la montaña al valle y del valle a la filosofía

Foto 2.2 Olga Lucía Varela Machado
  • Biografía
  • Capítulo uno
  • Capítulo dos
  • Capítulo tres

Biografía

Una persona no es una sola historia, son miles de historias entretejidas que se superponen y se contradicen. Cuando se escribe la biografía de una persona hay que escoger algunas de las muchas historias que la componen y seguir el hilo, para dar una sensación de coherencia al relato. Este es mi caso, no soy una sola historia, mi biografía no es una secuencia cronológica en la cual los acontecimientos se suceden uno tras otro como los segmentos de una recta.

Soy muchos personajes a la vez y muchas historias mezcladas, entre las que tendré que escoger unas cuantas para hacerme entender. Soy muchas vidas y muchos mundos: soy una chica de pueblo; pero también de ciudad. Soy amante del campo, la naturaleza y el silencio; pero también me desvelan las tecnologías, la información, el bullicio. Me gusta la meditación, el budismo, el lado místico del mundo; pero también amo la ciencia, la filosofía, la racionalidad. Esta lista podría seguir, pero en el transcurso solo lograría desdibujarme. En los próximos tres capítulos voy a presentarles tres historias diferentes. Como mi propósito es que reflexionemos acerca de la información y el papel central que juega en nuestras vidas, las historias que he seleccionado intentarán ir en esa dirección. 

Capítulo uno

Urrao es un municipio del suroeste antioqueño, muy cercano a Chocó. Su territorio es basto, la selva y el bosque húmedo ocupan una parte importante de su extensión. Allí está el páramo del sol, el Parque Nacional Natural de las Orquídeas, y hay kilómetros y kilómetros de valles y montañas con diferentes alturas, formas y colores. Los urraeños son gente sencilla, con las caras manchadas por el sol de altura y con hablar campesino de acento bien marcado. Les gusta andar de botas incluso en la plaza del pueblo.

Así también soy yo, una chica de pueblo y de botas pantaneras. Y aunque he pasado muchos años viviendo lejos del pueblo, el más mínimo recuerdo de esa tierra me llena de lágrimas los ojos. También me llena de alegría y regocijo caminar por sus valles y montañas. No hay otro lugar en la tierra donde me sienta más en casa que en medio de sus bosques de niebla con las hojas y la bruma como techo. Podría decir que yo también soy bosque, tierra de capote y musgo, también soy páramo. 

Capítulo dos

La primera ciudad donde viví fue Medellín, luego he vivido en un par de ciudades más, pero entiendo que haber empezado en Medellín ya es mucho que decir. La Medellín que conocí en mi adolescencia estaba llena de muertos, de violencia, de miedo y de machismo. Pero también estaba llena de sueños. Lo que muy pronto descubrí es que en la ciudad co-existen miles de mundos. 

Entre más grande es una ciudad, más mundos son posibles. Puedes soñar cualquier locura y con perseverancia puedes lograrlo todo. Muchas cosas que en un pueblo son impensables, en la ciudad pueden hacerse fácilmente realidad. Por eso, los 90’s para mí, fueron el tiempo de soñar sin límites. Allí me soñé filósofa, me soñé viajando, haciendo música, nadando, volando, creando y hubo tiempo para todo. 

En esa época hubo muchas versiones de mí misma y aunque al final la filósofa se impuso sobre las demás, todas ellas siguen siendo parte importante de lo que soy. Medellín representa entonces para mí la Universidad de Antioquia, otro lugar entrañable donde crecí, aprendí, mudé de piel. Allí dejé de ser de pueblo sin dejar de serlo.

Allí me convertí en filósofa sin dejar de hacer todo lo que imaginaba. Y una de las cosas que imaginaba era también la ciencia. Por eso mientras estudiaba filosofía cursé algunas materias básicas de física. Desde entonces me dedico a la filosofía de la ciencia. De los años en la universidad de Antioquia me quedan dos cosas memorables: de la filosofía me quedó el carácter y de la física me quedaron los amigos y colegas con quienes me permito seguir soñando. Después me fui a conocer otros lados con el pretexto de estudiar más, pero lo quería era ver el mundo.    

Capítulo tres

Finalmente, una Olga de la que no puedo dejar de hablar es la profe. Cuando en el colegio escogí la filosofía como profesión, no había contemplado la docencia como una posibilidad, pero desde el primer día en el que estuve en la universidad entendí que ese camino entraba en mi lista de posibilidades. Sin embargo, mi versión como profe no empezó con la filosofía. Primero fui profe de natación y lo fui durante 10 años. En ese tiempo estudié, hice el pregrado, la maestría y empecé el doctorado. Mientras tanto era profe de natación. Realmente puedo decir que hay muchas cosas que me llenan el alma y me hacen sentir plena. Ser profe, es una de ellas. 

Sin embargo, yo quería ser profe de filosofía. Por eso, diez años después, decidí renunciar a la natación y empecé a dar clases en la universidad. En algún momento, unos tres o cuatro años después de dar clases en la universidad me ofrecieron dar un curso sobre Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad y aunque esa nunca fue un área que me interesara mucho, el doctorado que estaba haciendo tenía esa línea de especialización, por lo que había visto un par de cursos sobre el tema. Entonces acepté el curso y en ese momento una nueva versión de la profe apareció para el mundo. Los CTS cambiaron radicalmente mi visión de la filosofía de la ciencia y mis intereses en la enseñanza. Entendí desde otras perspectivas lo que la filosofía puede aportar a la reflexión de la cotidianidad y de las pequeñas cosas que hacemos. Es desde esta perspectiva que quiero invitar a todos a reflexionar sobre nuestro mundo de hoy. 

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