Capítulo 1: Los primeros maestros
Camino sola desde que tengo ocho años. El primer escenario de mis excursiones fue Carolina del Príncipe. Caminaba tanto que mis zapatos duraban un suspiro. Para evitar el castigo, algunas veces intercambié mis zapatos por los de mi hermana menor, Ana María. Ella recibió la reprenda en mi nombre sin decir nada, lo cual todavía hoy es motivo de risas entre nosotras.
Fui la séptima de once hermanos, siete hombres y cuatro mujeres. Abel, mi padre, era comerciante en el pueblo y los demás municipios cercanos. Bernarda, mi madre, era ama de casa. De esa época recuerdo los baños y lavadas de ropa en las quebradas, así como las caminatas al Alto de la Cruz para recoger moras, mortiños, guamas y pomas.
Dos personajes de aquel tiempo también aparecen con especial fuerza en mi memoria: Pola, mi vecina, y Manuel, el mayordomo de la finca donde solía pasar mis vacaciones. Pola era barequera, se dedicaba a sacar oro de la quebrada más cercana a nuestra casa. Ana María y yo aprendimos de ella a usar la batea, a “miniar” en palabras de la vecina. Las bolitas de oro que sacábamos luego las vendimos en el pueblo. Pola fue una de mis primeras maestras.
A Manuel, en medio de la neblina fría, lo acompañábamos a recoger los terneros, recorríamos montañas y valles para dar con ellos, encontrarlos era una odisea. También lo acompañábamos a ordeñar las vacas. Nos permitía tomar leche caliente directamente de la ubre para que pudiéramos cumplir con los deseos de nuestra madre de obtener salud y buenos colores.
Después de comer, Manuel sacaba la guitarra y, alrededor de la hoguera de la cocina, nos dormíamos escuchando los cuentos infantiles que nos contaba. De su boca escuché por primera vez a Jack y las habichuelas mágicas, un cuento que se quedó grabado en mi mente y en mi corazón, tanto que más tarde se convirtió en la historia predilecta para contarle a mis hijas y sobrinos antes de dormir.
Con el tiempo entendí que Manuel era un juglar. Es más, cuando conocí la Literatura gauchesca, me figuré a Manuel como un gaucho al mejor estilo de Martín Fierro, el personaje principal de la obra clásica de este género escrita por el poeta argentino José Hernández. A él lo considero otro de mis maestros iniciales, pues todavía conservo en mí algo de su chispa para contarles historias a mis estudiantes.






