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Jose Luis Montoya Guzmán, una alianza con las dualidades

Cabecera Jose Luis Montoya Guzmán
  • Biografía
  • Capítulo uno
  • Capítulo dos
  • Capítulo tres
  • Capítulo cuatro
  • Anecdotario

A mis 32 años puedo decir que he aprendido a disfrutar y reflexionar sobre de la dualidad que existe en la vida, aunque ahora mismo dudo que se le pueda nombrar así, porque creo que hay más de dos fuerzas que nos rigen como individuos, pero podemos empezar por aquí, y en el camino vemos cómo introduzco esta duda, o certeza, o posibilidad, o quién sabe qué.

Ah y como me dieron dos párrafos para realizar la biografía o reseña, usaré este para decir lo demás. Soy Licenciado en Teatro de la Universidad de Antioquia y me he dedicado a la docencia hace más de 5 años.

Vegetarianismo y activismo

A los 14 años leí un volante que contaba cómo era el proceso para la producción de carne de res, cerdo, pollos y peces; quedé tan impactado y conmovido inmediatamente, que ese mismo día dejé de comer carne, pensando en no maltratar animales para mi beneficio. Con un grupo de amigos que no comprendía totalmente el argumento, y mi familia en contra desde la burla por dicha acción, decido buscar grupos de defensa animal en Medellín con la idea de unirme a ellos y aprender; entonces encuentro La Revolución de la Cuchara, con su proyecto de “Carnívoros Anónimos”, lo que refuerza mi idea de vegetarianismo.

Luego conozco otra organización animalista llamada Animanaturalis, que aparte del vegetarianismo, tenían mucha fuerza y orden para realizar protestas pacíficas y eventos simbólicos contra las corridas de toros y circos con animales. Gracias a esta experiencia con ellos, decido crear en Caldas, Antioquia, un movimiento animalista llamado Anticrueldad Animal, que trabajó durante 5 años por el bienestar de los animales del municipio; partíamos del arte y la pedagogía para realizar múltiples eventos simbólicos y exigir así respeto por la vida animal. Anticureldad Animal se acaba y, después de casi 15 años de vegetarianismo, una obra de teatro me hizo volver a comer carne.

Los acontecimientos de los últimos años me llevaron a continuar así, con la idea de un consumo mínimo, pero lentamente volví a sacar la carne del plato, volviendo a mi esencia, donde me siento tranquilo. La diferencia es que ahora no veo el activismo como antes, reconozco que fui tan radical en mi postura de aquella época, que casi parecía un dictador desde la moral, cuando esta es personal, no se debe imponer. Ahora el vegetarianismo es algo que dejo para mí, teniendo presente que mi razón no es una verdad absoluta, solo corresponde a mi búsqueda de la tranquilidad y paz interior.

Espiritualidad y estado del ser

Nacido y criado en familia y colegio católico, crezco con muchas incertidumbres y dudas frente a la religión y la espiritualidad. Razón por la que en la juventud busco con los hare krisnhas y luego con los taoístas, ese anhelado camino a lo divino; o simplemente trato de realizar esa idea de estar en paz y tranquilidad conmigo mismo, pero no logro mayores aciertos porque siempre chocaba con el fanatismo. Me alejé de ideologías, tomando lo que me gustaba de cada religión y tratándolo de poner en mi vida. En un primer momento no lo sabía manejar, pero muy lentamente le fui cogiendo el gustico, creando pequeños rituales en momentos íntimos conmigo mismo y fortaleciendo mi ética personal, cada vez más alejado de esa moral colectiva obsoleta.

Podría resumir mi espiritualidad en saber recibir y dar con amor, teniendo presente que todos estamos en momentos diferentes y que cada quien tiene su propia verdad y es válida.

Arte para la paz

Las artes me han permitido sentir tranquilidad desde el contemplar, también reflexionar frente mi postura en la sociedad, y lo más bello, me han facilitado transformar asuntos del pasado que no quería más en mi vida.

Amaba salir a montar bicicleta por las veredas de Caldas; una vez las conocí todas, tuve una inquietud frente a la violencia desmedida y silenciada en estas zonas, entonces pensé que las artes podrían aportarle mucho a la ruralidad en cuanto a mediar para la construcción de paz. Esto me impulsó a estudiar Licenciatura en Teatro en la Universidad de Antioquia, desarrollando como proyecto de grado una caja de herramientas dirigida a los líderes sociales y profesores rurales, que consta de 12 talleres donde hay ejercicios de teatro, artes plásticas y música que buscan generar diálogos sobre el territorio, su memoria y la importancia del trabajo comunitario. A este proyecto le doy el nombre de Laboratorio de Emociones y Memoria, y lo entrego a la comunidad para que se apropie del devenir del lugar que habita, esperando que un día se reconozcan, aprecien entre sí y trabajen como equipo para vivir en un mejor lugar, lleno de paz y de amor.

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El amor emancipado

Mi forma de recibir y dar amor estaba marcada por referentes heridos y listos a herir, donde era evidente que se permanecía en una relación por conveniencia, manipulación y obligación; era el amor dado desde un acostumbrarse a alguien estando resignado al devenir. Odiaba ese presagio para mi vida, el amor no podía ser eso.

Amaba a una mujer que me amaba, pero le fui infiel. El sentimiento de culpa fue tan grande y aterrador, que pude reconocer esta programación a la que estaba siendo sometido sin darme cuenta. En ese momento le terminé a esta gran mujer, esperando no herirla más, y empiezo a ser consciente de las formas del amor. Salir de esa repetición se aclaraba un poco más en cada fracaso amoroso.

Tramitar mi sentimiento de culpa se convirtió en mi objetivo, aunque trataba de ser fiel y sincero en mis relaciones, me resultaba muy difícil no desear estar con otras chicas, o enamorarme de ellas, pensaba que el problema era yo, que era un puto perro; hasta que viví una relación abierta. Fue tan hermosa… la sinceridad, la confianza, ver a la persona que amo, hablando emocionada porque conoció a otra persona que se quiere tirar, armar parche para salir como pareja, pero al tiempo con los otros amantes y presentarlos, hacerme amigo del otro novio de mi novia y quererlo por el solo hecho de que él también la quiere, y lo único que deseamos es que ella se sienta bien y amada. Esta experiencia fue el cimiento de donde estoy ahora.

Sin darme cuenta, terminé olvidando lo aprendido y me casé, cometiendo el error de ver a mi pareja como una posesión (apareció la inseguridad y los celos), lo que estropeó la relación. Hoy que sané las heridas del divorcio, creo que el amor debe de ser libre. Pienso que, si mi pareja quiere conocer a alguien, estar con alguien o amar a alguien más, no se lo debo negar, ya que supongo que amar es ver al otro feliz, si otra persona le puede hacer feliz, y le ama a mi pareja ¿por qué la debo de odiar por ello? Al contrario, debería estar feliz por mi pareja que es feliz. También creo que no por eso debería separarme de la pareja, la monogamia tiene el defecto de hacernos creer que el otro es una pertenecía, aparte nos hace cohibir deseos y, cuando no nos aguantamos, el supuesto amor se vuelve violencia. Para mí, amar debe ser la búsqueda de mi felicidad, respetando la felicidad del ser que amo.

Anecdotario

  • Depresión con intentos de suicidio.

  • Toma de yagé.

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