Bibliotecas humanas

Jorjany Botero-Orrego, la senda de una Jardinera del Cielo

Jardinera del cielo portada
  • Biografía
  • Capítulo uno
  • Capítulo dos
  • Capítulo tres
  • Anecdotario

Mujer de la tierra

Soy mestiza, hija de los ríos Guatapurí y Aburrá en Colombia, de sangre del Viejo Mundo proveniente del piamonte italiano, descendiente de los Botero de antaño, fabricantes de toneles en el pequeño pueblito de Bene Vagienna que entraron por el oriente antioqueño según contaba mi abuelo Joaquín, y aparentemente del Orrego de los países Vascos. Mi nombre significa mujer agricultora, mujer de la tierra

Resulté ser la segunda de una camada de cinco, acuariana y modelo 85; tremendo año para decidir nacer: en un período de catástrofes naturales y humanas se sacudía el continente americano. Ocurrían así, tres terremotos en Argentina, Chile y Ciudad de México, un huracán en la isla de Cuba, y una erupción del Nevado del Ruiz sepultaba a Armero. Pocos días antes, el M-19 atacaba el Palacio de Justicia de Bogotá durante el gobierno de Belisario Betancur; se iniciaban negociaciones sobre desarme nuclear y espacial tras cuatro años de guerra fría entre Estados Unidos y Rusia; detenían la pena de muerte en Chile y terminaba la dictadura militar en Brasil; mientras mis padres en Medellín se enteraban de algunas de estas noticias transmitidas con el estreno del primer canal regional de televisión, Teleantioquia, y celebraban el primer aterrizaje de avión en el Aeropuerto José María Córdova.

“Heredera del amor por el arte”

La sensibilidad por el arte se la debo a mis abuelos y a mi padre, un hombre que es nombrado Elvis en honor a Presley, al albor de los años 60´s en el Valle de Upar. Hijo de Joaquín Emilio Botero, odontólogo y cantante empírico antioqueño, quien fabricaba y dibujaba sonrisas y le cantaba boleros a sus pacientes mientras los anestesiaba; y de Maritza Escallón, animadora de radio-teatro y cantante Barranquillera. 

En la familia todos dibujamos, pintamos, escribimos, componemos, y tres de los hermanos tienen talento para el canto. Así, llevamos en nuestro ADN el gen del arte, lo hemos heredado directamente de nuestro padre. Ese ser humano que nos ha alimentado del arte, es capaz de musicalizar la cotidianidad hasta en los momentos más críticos de su vida. Crecimos escuchando, cantando y bailando sus letras. En sus composiciones él narra historias de los lugares donde ha vivido, en sus canciones él da vida a personajes que son reales o producto de su fantasía: “un pulpo loco vacila en el mar, un delfín lo salva de un cardumen de tiburones, un butifarrero merodea en los cafetines, un barco zarpa del puerto llevándose a su morena, mientras las calaveras todas blancas son y el viejo sol se levanta saludando a Barranquilla”. 

Comprendí sorprendida, siendo ya una adolescente, que este artista sensible y arraigado a las costumbres populares de su tierra, que fusiona los ritmos del Caribe Colombiano con los ritmos africanos, ha creado música que ha sido interpretada por reconocidos cantantes como Joe Arroyo, Lisandro Meza, Orlando Watussi, Alcides Diaz, Joseito Martinez, y orquestas como Los Antillan Brothers, Los Latin Brothers, Sonora Dinamita, Sonora Tropicana, entre otras. De ese hombre que compone y canta sobre la rutina, el racismo, el amor, la muerte, la pobreza, la riqueza, la injusticia social, he tenido a uno de mis más queridos maestros de vida. De mi padre también he aprendido la resiliencia y la acción digna, pues este cantautor autodidacta, publicista, dibujante, caricaturista, cuenta chistes y curioso por la ufología y la cultura china, ha luchado por mantener a su familia unida, incluso sacrificando por momentos su más grande pasión que es crear música. 

En una gira musical por México durante los 90´s se le escapó a la Pelona luego de un trágico accidente automovilístico, motivo por el cual compuso el tema: “Vida después de la vida”. Y desde entonces la historia se partió en dos capítulos, los planes familiares de vivir en la ciudad Maya se fueron a pique, mientras él regresó a renacer en Medellín junto a nosotros, sorteando importantes desafíos con este punto de giro que surgió en el guión de nuestras vidas.

De cómo estudiando la vida quedé flechada por las aves

La inclinación por estudiar Biología se la debo principalmente a mi madre Maritza, de la que soy tocaya por decisión propia —pero esa es otra historia—. Recuerdo observar a mi mamá contemplando sus plantas, conversando con ellas y hasta regañándolas si de repente no querían pelechar. Esa dedicación tan genuina la combinaba (incluso hasta hoy) con el cuidado amoroso a nosotros, sus crías, a su esposo, al hogar, a la familia, y a alguna que otra mascota que de repente aparecía en casa: desde tortuguitas, conejos y canarios de criadero, hasta un par de periquitos que llegaron por su cuenta buscando refugio, y un perro bull terrier rescatado del maltrato. Si de algo soy testigo es de su nobleza, de su capacidad de servir y de cuidar. Con ese ejemplo, cómo no respetar la vida en todas sus manifestaciones, cómo no despertar la curiosidad y el asombro, cómo no quedar más tarde flechada por las aves… 

La secundaria transcurrió entre el contraste de la educación de la comunidad de salesianos y laicos, donde las artes, la espiritualidad y la ciencia influenciaron mi visión del mundo. Terminé el bachillerato académico en ciencias naturales y desde ahí decidí estudiar Biología, inclinada al comienzo por profundizar en la genética, después de patinar entre otras opciones como Medicina, Odontología y Arquitectura. 

Muy temprano durante el pregrado en la Universidad de Antioquia, tuve la fortuna de ser invitada a estudiar in situ la avifauna de localidades poco exploradas al norte de la cordillera central de los Andes colombianos. Esta primera expedición marcaría para siempre mi devenir como bióloga porque significó sentir amor a primera vista por cada una de las especies de aves que poco a poco iba descubriendo, y por la posibilidad de hacer ciencia metida entre los bosques, vivenciando la geografía de Colombia de la mano de excelentes tutores/inspiradores como Andrés Cuervo, Paulo Pulgarín, Ricardo Callejas, Gabriel Colorado, Gary Stiles, Nathalie Seddon, Joe Tobias, Manuel Ochoa, y con compañeros de expedición tan especiales como Gustavo Suárez, Jhonathan Miranda, Natalia Gutiérrez, Diego Calderón, Wilmar Múnera, Oscar Marín, Juan Pablo López, Jorge Enrique Avendaño, Juan David Ramírez. Entonces la ornitología era una ciencia más ligada a los hombres, éramos escasas las mujeres que en ese momento nos dedicábamos a la ornitología en el país.

Así, participé en diversos proyectos de investigación que abordaron estudios de etología vocal durante seis meses internada en una estación de investigación en las selvas de Perú; de filogeografía, monitoreo de aves migratorias, distribución geográfica y uso de hábitat de aves de bosques húmedos subtropicales en Colombia; y hasta experimenté una crisis existencial al intentar estudiar la evolución del canto del género Trogon spp., sintiendo en ese momento la necesidad de hacer ciencia de otra manera, una ciencia más cercana a la gente de a pie en la que pudiera integrar mis intereses en otras disciplinas como la ilustración científica, el teatro y el cine.

Viajé a Perú por segunda vez, intentando encontrarme; allí estudié agroecología y permacultura, mientras me desempeñaba como Consultora ambiental independiente especialista en aves. Tres años más tarde regresé a Medellín. Tenía una deuda que saldar conmigo misma, un deseo de aprender del lenguaje audiovisual para hacer un documental sobre la obra musical de mi padre, y poder hacer divulgación científica. Así comencé a estudiar cine, y gané una beca en producción ejecutiva para cine con la escuela de Cinefilia e Ibermedia, y casi inmediatamente después me involucré como parte del equipo de la Corporación Pasolini en Medellín, con quienes aprendí y disfruté en la práctica mientras rodábamos diversos proyectos audiovisuales más ligados a la antropología visual. Ese mismo año además tuve la oportunidad de viajar becada hasta la hermosa isla de Cuba para profundizar los conocimientos en agroecología y exponer mi trabajo de grado. 

Al poco tiempo de llegar comencé a trabajar como directora ejecutiva de la Sociedad Antioqueña de Ornitología (SAO) donde entre otros proyectos, fundé, dirigí y produje el Festival de las Aves de Medellín y creé la marca de ciudad “Medellín Capital Mundial de las Aves”, logrando gestionarlo como un proyecto de acuerdo municipal a través del Concejo de Medellín con el apoyo de la junta directiva de turno. Asimismo, gestioné y dirigí el proyecto editorial de la Guía Sonora de Aves del Refugio de Vida Silvestre Alto de San Miguel, de la cual soy coautora con el ornitólogo Sergio Chaparro. Este proyecto significó una gestación paralela a la gestación de mi primera hija, a quien dediqué el libro pues me acompañó en el vientre durante largas horas escuchando vocalizaciones de aves silvestres. 

Como investigadora asociada de la Fundación Biodiversa Colombia lideré durante tres años el componente ornitológico de la “Estrategia de conservación para el Paujil de Pico Azul, Crax alberti en el Complejo Cenagoso Barbacoas, Antioquia. Además trabajé como docente de cátedra e investigadora en áreas afines a la biología, al turismo comunitario y de naturaleza, y al patrimonio natural.

Hace ya 18 años las aves han sido uno de los más grandes amores de mi vida, mi talismán, me han abierto las puertas para conocer el mundo y personas maravillosas, para recorrer parajes inexplorados e inimaginables repletos de exuberancia y vida, para idear proyectos que benefician a las comunidades locales, para entender las posibilidades del pensamiento holístico integrando la ciencia y el arte, para enamorarme y convertirme también en madre… Desde entonces permanezco flechada por ellas como el primer día…

Biophilia y la senda de la Jardinera del Cielo

Soy cofundadora y directora de Biophilia, una plataforma de innovación abierta que integra la ciencia y el arte con una visión holística, para transformar desafíos y retos en oportunidades y soluciones basadas en la naturaleza, orientadas a la co-creación y el desarrollo de servicios, productos e infraestructura con valor diferencial adecuados a las necesidades reales de la sociedad, promoviendo cultura ambiental y conservación de la biodiversidad. En otras palabras, diseñamos soluciones para el desarrollo de innovaciones que promueven cultura regenerativa y biofilia, es decir, afinidad natural por la vida

Desde Biophilia trabajamos en distintos ejes enfocados en 1) Turismo regenerativo,  2) Cultura ambiental, ciencia participativa y divulgación científica, 3) Biodiversidad y agricultura regenerativa, 4) Ecología urbana, bioarquitectura y paisajismo funcional para la biodiversidad.

En Biophilia creamos dos programas: Bird Watching Family y Jardineros del cielo, iniciativas que tienen como misión propagar la conciencia y el amor por las aves, y como objeto instaurar un programa de experiencias inmersivas en la naturaleza, para producir y compartir conocimiento holístico a partir de vivencias y observaciones in situ usando modelos de estudio como las aves y las plantas. Asimismo, promover el aprendizaje significativo, presenciando, sintiendo y conociendo con todos los sentidos; involucrando el juego, la observación, la indagación, la creatividad, la experimentación, los retos, las emociones y la diversión, para un aprendizaje memorable donde se trabajan transversalmente las inteligencias múltiples, habilidades para la vida y competencias blandas extrapoladas desde el mundo de las aves.

Por otro lado somos aliados en la iniciativa Ciencia Participativa Suroeste, donde peregrinamos por territorios sagrados de esta subregión, descubriendo su patrimonio natural y arqueológico, sociocratizando la ciencia para todos y todas.

Anecdotario

Me enoja la injusticia y la corrupción; le temo a la muerte de los seres queridos y a la mordedura de una serpiente venenosa. Me gusta caminar entre el monte, sembrar, observar aves, insectos y plantas; bailar, cocinar y comer rico, compartir alrededor del fuego, escribir, dibujar, cantar; excitar el cerebro con buenas lecturas, películas y conversaciones. Admiro la escritura de Clarice Lispector, Fernando Pessoa, Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez y Wade Davis. Me sueño un año sabático viajando con mi familia por el mundo. Anhelo que me encuentre un bosque y me elija como custodia. Si tuviera la posibilidad de encarnar en otra vida y elegir qué ser, sería un vencejo, una pianista o de nuevo bióloga. Con ser madre experimento el amor universal y he ido desaprendiendo poco a poco el desapego, la impaciencia y el perfeccionismo. Mi misión: expandir hacia muchos lugares y direcciones el amor por la vida: la biofilia.

Mis heterónimos: Venceja, Mar Itza Cauac, Tormenta Planetaria Azul, Jardinera del Cielo, Peregrina del Sendero del Corazón.

Experiencias únicas que han marcado mi vida: el inimaginable encuentro con un jaguar (Panthera onca)  u “Otorongo”, guardián de las selvas amazónicas en Perú. Las ceremonias de mis dos partos en casa entre el olor a copal, a salvia y los dulces tragos de bebida de plantas aromáticas maceradas en chirrinchi enviado por los Arhuacos antes del alumbramiento.  

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