Jhor Alexandra es la menor de tres hermanos y la consentida por todos. Nació el 7 de septiembre de 1981 en Itagüí, en el seno de una familia humilde. Posteriormente, se vio enfrentada a vivir la separación de sus padres, situación que se fue mezclando con la presencia de una fuerte enfermedad (desprendimiento de retina y glaucoma), lo que trajo como consecuencia la pérdida de su visión. Sin embargo, acompañada por el infinito amor de su familia, logró fortalecerse emocionalmente y adquirir los elementos y herramientas necesarias para continuar su camino como mujer ciega.
Ella es madre de un gran hombre y administradora de empresas de la Universidad de Antioquia. Se ha desempeñado como profesora del mismo centro académico, ha sido coordinadora y gestora de proyectos, docente de apoyo en áreas tiflológicas y asesora en temas de accesibilidad, participación e inclusión social de las personas con discapacidad. Actualmente ocupa el cargo de Subsecretaria de participación social de la Alcaldía de Itagüí. Es una mujer enamorada de la equiparación de oportunidades, la igualdad, las causas justas, la libertad y las luchas de las personas que han sido segregadas.

Una infancia y adolescencia pintada de múltiples colores
Ella creía que era una niña y luego una adolescente como todas las demás, pues no se daba cuenta de que la economía de su hogar a la par de su situación visual le marcaban un camino diferente. Esto se debe a que creció rodeada de mucho amor, compañía y apoyo. Contarle a su madre que estaba experimentando como su capacidad y agudeza visual venían en un serio deterioro no era sencillo, ya que la escasez de dinero limitaba las posibilidades de reaccionar. No obstante, su madre lo notaba e intentaba encontrar respuestas, buscar herramientas, conseguir recursos que le permitieran detener lo que ya estaba escrito: la ceguera de su hija.
Brahian: la luz, el amor y la esperanza
El amor llegó a su vida y se fue materializando a través de unas manitos que la invitaban a seguir caminando, construyendo, creando… Ser mamá ha sido para ella la fuerza vital que la anima y la reta constantemente; su hijo le brindó un horizonte, la incitó a soñar con la utopía, con lo que muchos consideran imposible: ser una mamá ciega.

Tejiendo sueños
Soñaba con la universidad, con trabajar para mejorar las condiciones y la calidad de vida de su madre y de su hijo. Llegó la noticia, había logrado tener su primer trabajo y seguidamente ingresar a la universidad. Allí estudió administración de empresas, se formó como investigadora y desde entonces viene tejiendo cada paso que da en la dirección de su mayor sueño: una humanidad que recuerde lo que es, que despierte y reconozca la esencia de la vida, la diversidad humana como una forma de ser y estar.
Anecdotario
El día de su primera entrevista todo sucedía como se lo habían indicado. Aunque los nervios y la tensión propia del momento la acompañaban, tenía en su cabeza dándole vueltas la frase de su madre: “El sartén se coge por el mango”; una expresión que la tranquilizaba un poco. En algún momento, el gerente le preguntó por su experiencia laboral. Ella respondió que nunca antes había trabajado, pero que podía aprender. Seguidamente él replicó: “¿Usted cree que enseñarle a un ciego es muy fácil?” Esta pregunta la invitó a encontrar una respuesta que le permitiera combinar lo que ella pensaba, con la posibilidad de seguir derrumbando prejuicios y movilizando imaginarios; su respuesta fue: “Si usted cree que enseñarle a una persona ciega es muy difícil, no pierda su tiempo enseñándole porque usted está limitando su conocimiento y este no podrá fluir con libertad. Es decir, usted estará más enfocado en la limitación visual de la persona que en sus capacidades. Ahora bien, si usted cree que enseñarle es fácil y posible, la persona ciega aprenderá con el tiempo de una manera que usted ni siquiera podría presupuestar”.
Revive la conversación
Explora historias de vida, saberes y pasiones que convierten a nuestras invitadas e invitados en bibliotecas humanas.
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