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Agua'ecoclí: una forma de reconocimiento, resistencia y sanación

Cabecera ficha Aguae'coclí
  • Biografía
  • Capítulo uno
  • Capítulo dos
  • Capítulo tres
  • Anecdotario

Biografía

El coclí o pronto alivio es una planta sanadora de Necoclí, tierra bullerenguera, tierra que nos recibe con los tambores que vienen de una larga y ancestral diáspora africana, recordándonos el origen. Para nosotras los tambores son una forma de reconocimiento, resistencia y sanación a través de la juntanza entre mujeres y música.

Agua’ecoclí es un lugar en donde somos y aprendemos. Las tamboreras somos amigas en la vida, somos ocho miradas de un mismo universo que saben con quién contar para cada momento. Agua’ecoclí es donde somos escuchadas y también donde aprendemos a comunicarnos, a decir las mejores palabras, a hablar o a callar.

Somos siete mujeres y un hombre que de maneras particulares hemos llegado a conocer, tocar y amar el tambor alegre, su origen y la cultura que lo rodea. Hacemos música caribeña, y el bullerengue tiene un lugar especial en este grupo. Sin embargo, hemos venido conociendo y aprendiendo sobre otras músicas afrocolombianas. Emprendimos un viaje que estamos dispuestas a continuar hasta donde el tambor nos lleve.

Aguae'coclí es una ola

Somos agua que acompaña

Agua que se mueve

Agua que sana

Agua dulce

Y agua salá

¡Mujeres al tambor!

Siete mujeres sonríen a la cámara vestidas con faldas de bullerengue.

El llamado del tambor

Mientras muchas personas en el mundo se vieron aisladas y separadas por la pandemia del Covid19, algunas vecinas del Círculo de mujeres de Necoclí, por el contrario, nos acercamos, nos unimos más. Entre todas nos cuidamos, nos ayudamos con el mercado y con la comprensión de lo que estaba pasando; en ultimas, nos acompañamos. Estando tanto tiempo en nuestras casas, casi todo el día frente a un computador trabajando, angustiadas por todo lo que ocurría, necesitábamos y queríamos juntarnos, hacer cosas con nuestras manos, escucharnos, cantar, sentirnos, reírnos. Así, entre escapadas y polas llegó la ola del tambor. Todas queríamos vibrar al ritmo de los cueros, sanar el corazón y llenarlo de sazón, solo nos faltaba un profesor.

***

Andi

Estaba en mi casa, arreglando tambores y practicando. El aislamiento producido por la pandemia también fue un momento de encuentro y conocimiento con gente de la cultura, del bullerengue y de otros ritmos. Cada uno desde su casa, todos desde diferentes lugares de Colombia, compartía lo que hacía. Armamos collages, toques y ensambles. Fue un momento enriquecedor, ya que nos permitió ampliar nuestro conocimiento sobre otros ritmos. Haciendo videos juntos, retándonos desde lo virtual. Estando en esa dinámica me llegó la invitación para darle clases de tambor a un grupo de mujeres. Acepté porque Necoclí cuenta con una gran comunidad deseosa de aprender, pero que suele discriminar a los que son de afuera. Yo quería darles la oportunidad de tocar el tambor alegre, así como en algún momento me la dieron a mí. Antes les había dado clases a mujeres en zonas rurales del municipio en Tulapa, El Totumo, El Bobal, en semilleros con la profesora Nereida Pájaro, de modo que me gustó mucho la idea.

***

Así llegó Andi a nuestras vidas. Llegó la propuesta y también su desafío y su revolución: ¡Mujeres del interior al tambor! Empezamos todas a tocar en libros, piernas, tablas y hasta en el mar. Siete mujeres con ganas de aprender, algunas sabían más de los ritmos, otras simplemente tenían ganas y pasión.

Siete mujeres están sentadas mirando a la cámara posando con tambores e instrumentos musicales.

Tambores imaginarios

“En algunas tribus que habitaban cerca al mar las mujeres tocaban sus aguas para transmitir mensajes”, decía Andi mientras nos invitaba a imaginar que la mar de Necoclí era un gran tambor en donde íbamos a aprender los principales golpes, repiques y sonidos del tambor hembra o tambor alegre. La mar marcó el inicio de nuestro emocionante camino al interior del bullerengue. Empezamos a descubrir sus múltiples significados, su historia y su legado como forma de resistir, de comunicar, de alegrar corazones y caderas.

“Tréncenla duro, una por encima y una por debajo, no dejen perder la punta… ¿Quién tiene el bejuco? Si se equivocan, toca volver a empezar”, repetía nuestro profesor mientras nos recordaba las partes del tambor. Nos insistía que seríamos capaces de armar nuestro primer instrumento, logrando así pasar del sonido de las tablas, de las piernas, de las palmas a escuchar por primera vez el fondeo en ese cuero de carnero, el canteo de ese aro forrado en cabuya, ese místico sonido que emitía nuestro primer tambor: Munay. Con el paso de los días fuimos consiguiendo poco a poco todos los demás alegres: Pecas, el Elegido, Inti, Alegría, Oceanía, La Gitana y Benkos. Todos nuestros tambores tienen nombres y una historia que contar.

De ahí en adelante, el proceso no ha parado de escalar. Poco a poco aprendimos los diferentes aires del bullerengue, la diferencia entre una base, una caída y un repique. Saber todo ello es diferente a aprenderlo sobre el tambor, ese es el juego al que nos vemos enfrentadas, pues nunca dejas de aprender a tocarlo y a mejorarlo, es, como el sonido, una onda expansiva. También podemos decir que todo ha ido tomando fuerza y fluyendo como olas de mar, o como agua salada que se juntó con agua de río, con agua que cura, con agua que acompaña, con Agua’ecoclí. Este grupo de tamboreras tuvo nombre y como todo lo que se nombra empezó a existir.

Agua’ecocli no solo es un grupo de tamboreras o un grupo de bullerengue, es principalmente una esperanza, un sueño, una revolución: la de más mujeres al tambor.
Cinco mujeres sonríen alrededor de un tambor.

*Fotografía del primer tambor.

Más mujeres al tambor

En Colombia, en los territorios donde se ha desarrollado una tradición musical alrededor del tambor, se puede percibir una especie de regla que prescribe que los hombres son los únicos llamados a sacarle música al tambor, mientras que las mujeres debían mantenerse alejadas de él y dedicarse mejor a bailar o a cantar. La tradición ha tenido esa regla durante mucho tiempo, respaldada por muchas creencias, por prejuicios o estereotipos. Sin embargo, han existido y existen mujeres que han escogido el tambor como su instrumento, lo han hecho distinto, y nos han abierto el camino. Podemos nombrar a Graciela Salgado y las Alegres Ambulancias, Tambor Hembra, La Perla, Orito y Jenn del Tambó, la Red de Tamboreras, Enkelé, Pata Pelá, Útero Goloso y tantas otras más. En especial, nuestra gran maestra Darlina Saenz, cantautora de Necoclí, hija de Eloisa Garcés Ladeus, otra de las mujeres bullerengueras que nos resulta inspiradora y que nos motiva siempre a cantar, bailar y tocar el tambor.

Gracias a ellas, y con ellas, somos Agua’ecoclí: un espacio, un encuentro donde aprendemos, cantamos, componemos, experimentamos, nos acompañamos, construimos, bailamos, comunicamos, tocamos; Agua’ecoclí también es el sueño de hacer cada vez más visible y posible que más mujeres toquen el tambor.

Ilustración de siete mujeres tocando y aplaudiendo rodeadas de la naturaleza.

Anecdotario

Nuestro primer toque de tambor en la casa de Darlina

Abril 2021

Cuando ya conocíamos la base de los tres aires del bullerengue y uno que otro repique, Andi nos dijo: “es en la rueda donde se coge experiencia, donde uno realmente se prueba y empieza a vivir el mundo del bullerengue”. Para ese momento, ya también nos había picado el bichito de la cantada y empezamos a aprendernos letras, a descubrir cuáles nos gustaban y nos hacían sentir cómodas cantando. Por eso nos animamos a aceptar la invitación de ir a tocar a la casa de nuestra maestra Darlina. Era la primera vez que salíamos del espacio de clases a compartir y a hacer bullerengue. No éramos muchas personas, sin embargo, los nervios y la emoción se sentían fuertes. Llegamos a su casa después del ensayo y poco a poco fueron saliendo las sillas, los tambores, las cervezas y el guasá. Cuando nos dimos cuenta ya estábamos haciendo palmas, tocando el tambor, haciendo los coros y disfrutando que "el palo e’ Juana Miranda no tiene comba, tanto como le llueve y no le retoña".

Un grupo de personas reunidas para escuchar los sonidos del tambor.

Celebración un mes de paro nacional

Mayo 2021

Colombia estaba en un momento muy complejo: las múltiples vulneraciones de los derechos humanos que sus habitantes venían sufriendo durante los últimos años se sumaron a la crisis producida por la pandemia, lo cual dio como resultado el desarrollo de manifestaciones públicas y sociales que, para ese momento, ya cumplían un mes ininterrumpido. La protesta social suele ser un ejercicio político más común en las grandes ciudades, por lo tanto, no se esperaba que hasta Necoclí fuera a llegar tal agitación. Sin embargo, durante los días de las marchas, conocimos un colectivo de jóvenes —en su mayoría mujeres— que venían organizando actividades públicas para contribuir al acto de protesta nacional. Ellas convocaron a un evento masivo con el fin de celebrar el mes que se cumplía de la ciudadanía en las calles y nos invitaron a participar con una pequeña presentación en el parque principal del municipio. Allí compartimos con otros actos artísticos y culturales que confluyeron en una velatón: una marcha nocturna por las calles de Necoclí con velas que culminó en un encuentro multitudinario animado por las presentaciones artísticas.

Fue nuestra primera presentación y, al ser parte de algo así, nos sentimos muy emocionadas: todo ello tenía un significado muy importante para nosotras debido a lo que venía pasando en el país; se trataba de algo que nos conmovía y movilizaba. Además, nos estábamos presentarnos ante el público… ¡con bullerengue! Teníamos mucho miedo y no sabíamos si estábamos listas para ser escuchadas, pero también estábamos convencidas de la necesidad de acompañar y apoyar la iniciativa.

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Yo, Daniela, nunca había cantado nada, pero todas quedamos con la responsabilidad de proponer canciones que quisiéramos presentar la noche del evento. Era un momento especial, teníamos que escoger bien lo que queríamos decir. En medio del compartir de propuestas, escuché Colombia querida, de Herederos del Bullerengue. Sentí que esa canción había sido hecha para ese momento. A las chicas les gustó, a Andi también, ¡Qué emoción! Esa noche, además, conocimos una cumbia que Juanita había escrito: Me duele el alma. Quisimos tocar con ella y compartir ese importante momento. Un grito de resistencia fue un fandango retador cantado a varias voces y que nos dio lidia hasta el final, pero teníamos muchas ganas de interpretarlo. Por fortuna salió muy bien.

***

Fue muy especial porque asistieron todas nuestras amigas y amigos con mucha emoción a apoyarnos. Nos ayudaron a preparar, nos maquillaron, aguantaron las crisis de nervios, nos tomamos fotos lindas, pintamos carteles, compartimos la emoción y la adrenalina con muchas risas nerviosas, chistes y una que otra cerveza. ¡Y nada!, cantamos una canción hermosa para nuestra Colombia querida. Perdimos un poco el miedo: “Nos están matando, nos están violando, por eso te canto, pa' aliviar tu llanto.

Ocho mujeres com tambores sentadas en unas gradas sonríen a la cámara.

Festival de bullerengue 2021

Octubre 2021

Luego de haber tenido nuestra primera experiencia en tarima y de reconocer las emociones que nos generaba, lo que sentíamos que habíamos hecho bien y lo que no nos había gustado tanto, luego de todo esto, empezamos a vislumbrar una posibilidad que antes parecía remota, pero que cada vez se sentía más cercana. Obviamente, parte de esa motivación venía de las palabras de nuestros amigos, de las familias, de nuestro profe y de todos aquellos que venían siguiendo nuestro proceso desde el principio. ¿De verdad estábamos pensando en participar en el XXXIII Festival Nacional de Bullerengue de Necoclí? ¿Estábamos preparadas para ese reto tan grande, con tan poco tiempo de estar aprendiendo y reconociendo las características tan diferentes de nuestro grupo de tamboreras? Las respuestas a estos interrogantes eran confusas, debatimos un montón y al final tomamos una decisión: sí, seríamos participantes del Festival Nacional de Bullerengue que se celebraría en nuestro pueblo. La invitación oficial llegó un mes antes del evento y ver nuestro nombre escrito allí hizo que todo se volviera más real. Ensayábamos en cada oportunidad que teníamos —y recordemos que no era mucho el tiempo libre que nos quedaba, pues todas teníamos que continuar con nuestras obligaciones laborales y familiares—. El vestuario también era otro motivo de debate: ¿Vestidos tradicionales? ¿Con bolero, sin bolero? ¿De flores o de un solo color? ¿Con turbante o con tocados? Al final también logramos llegar a un consenso y nuestro vestuario nos hizo sentirnos a la altura de la invitación.

Por fin llegó el día de presentarnos en la tarima de un festival de bullerengue, y este no era cualquiera, era el nuestro, al que llevábamos diez, ocho, seis años asistiendo como espectadoras y que tanto disfrutábamos año tras año desde el momento mismo en que llegamos a habitar Necoclí. Ahora estábamos del otro lado.

El tiempo en el escenario pareciera no ajustarse a las leyes que aplican fuera de él. Allí el tiempo se acelera junto con el corazón, luego se detiene el mismo lapso durante el que recuerdas si el repique siguiente es el tun taca tun o si ya vamos en prucata prucata pum. Andi nos marcaba el tiempo en la tambora y cuando el presentador del evento quiso dar por finalizada nuestra intervención, se confundió al escuchar que ahí íbamos de nuevo, que solo había sido una transición en nuestro ensamble para dar paso a la chalupa, acelerada, como casi siempre nos sale, acelerada como el tiempo del escenario, como el latido de nuestros corazones. Cuando terminamos y nos bajamos de la tarima, no podíamos creer del todo lo que estaba sucediendo: bajamos luego de lo que podríamos sentir como un ritual de paso en el mundo bullerenguero. ¡Nuestro primer festival!

Mujeres cantan y tocan a través de la pantalla de un canal regional.

Espacios especiales

De las invitaciones que más hemos tenido, y que han sido particularmente bellas, son las de los profes de colegios o escuelas que quieren que sus estudiantes y nosotras nos encontremos. Han sido momentos muy gratos con niñas y niños que en su manera de prestar atención han escuchado y visto nuestra puesta en escena de mujeres tamboreras y hasta se han animado a bailar y a acompañarnos con los coros. Una invitación que recordamos con especial cariño fue la del 8 de marzo del 2022, en la Institución Educativa Rural San Sebastián de Urabá, donde se conmemoró el Día de la mujer a través de un homenaje a nuestra inspiración, la maestra Darlina Saenz; allí cantamos junto a ella y el día brilló.

Esa misma noche, después del encuentro, seguimos la conmemoración del Día de la mujer; cantamos bullerengues y compusimos en medio de risas nuestras letras feministas. Nos conectamos como mujeres tamboreras. Fue una noche de oda a nuestra sororidad, y hasta le hicimos una serenata a una amiga movidas por la inspiración.

FestiPetrona

Abril 2022

Conocer a la gran maestra Petrona Martínez, la emoción que eso significa, el reto que significa tocar en su presencia, rodearse de una comunidad bullerenguera, aguantar el calor de Arjona, son magnitudes grandes que se juntan y asedian a un grupo de mujeres que llevan poco más de un año aprendiendo a tocar, en una tierra extranjera que a su vez es su hogar. Toda esa magnitud se reduce montones cuando una entiende y siente lo poderoso de siete mujeres y un hombre tocando un ritmo sabroso que nuestro cuerpo no puede dejar de sentir, mucho menos los cuerpos de la comunidad que nos rodeaba, en la que estaba la grandiosa maestra.

Desde el principio de la invitación no podíamos creer que fuéramos convocadas y dudábamos de estar a la altura. Fue un sueño que logramos entre todas: vendimos lasañas, pedimos permisos en el trabajo, ensayamos y soñamos con estar en ese momento de conocer a la maestra Petrona. Un paro y una tormenta en Necoclí amenazaban nuestro viaje hacia Arjona, ¡pero al fin lo logramos! Organizamos un recorrido tamborero por lugares que queríamos conocer y que guardan una relación importante con los tambores. En Palenque nos encontramos con amigos, aprendimos, tocamos. Llegamos al pequeño y tímido pueblo de Arjona donde cientos de músicos se reunían para celebrar la vida de la maestra Petrona.

Andi nos presentaba con orgullo a todo el mundo, y nosotras, llenas de emoción, conociendo a las estrellas. La tormenta nos persiguió desde Necoclí hasta Arjona y puso en peligro nuestra presentación. De 5 canciones solo pudimos tocar 2 porque empezó a llover, se fue la energía y había que proteger los equipos. El festival se dio por terminado en la tarima y nosotras estábamos tristes, pero también muy emocionadas.

Cantamos La Negra, de Orito Cantora y Jenn del Tambó, y Tus ojos negros, de Tambor Hembra. Ambas salieron hermosas y a la salida muchos se acercaron a felicitarnos. Nos sentimos bien de encontrar en el camino personas tan talentosas y generosos con su saber que nos han demostrado el apoyo e impulsado a compartir la música. De Arjona rodamos con tambores, maletas, guasá y ñeque para Rincón del Mar donde nos encontraríamos con otra amiga tamborera, Manu. Esa noche hicimos música, cantamos y vivimos muchas aventuras. En este viaje pasaron toda clase de eventos inesperados, pero lo más increíble sin duda fue conocer en persona a la maestra y cantar para ella.

Siete mujeres y un hombre se toman una selfie.

Concierto Darlina

A finales de junio del 2022, nos invitaron a hacer la apertura de un pequeño concierto que Darlina y sus cumbiamberos presentarían en el hotel Samapini. Llevábamos bastante tiempo sin tocar juntas porque varias estaban fuera de Necoclí, pero la motivación de tocar para la maestra Darlina nos dio ánimo y practicamos juiciosas durante una semana. Llegado el día, nos pusimos nuestros trajes; queríamos algo diferente y salimos con unas faldas de seda y blusa negra; nos maquillamos, ensayamos sonido y esperamos el momento de la presentación.

Habíamos disfrutando mucho preparando canciones nuevas: Azuca, de Aida Bossa, en la voz de Ángela y con Sofía al tambor; El pescador, de El Buda y Afro Tambó,cantada por Daniela; El vuelo, de Herederos del Bullerengue, interpretada por Yuli y con Carol al tambor; y, para cerrar, El reloj, o Se calentó,de la maestra Darlina, interpretada por Carol y con Dani al tambor; en ese momento invitamos a la maestra a cantar con nosotras, invitación que ella aceptó haciéndonos muy felices de acompañarla con tambores, palmas y voces.

Apenas finalizó la canción, Darlina invitó a Sofía, la única tamborera presente esa noche que no había cantado, a interpretar A golpe de tambó juntas, ya que en varias ocasiones Sofía le había dicho que quería aprenderse esa canción; este fue el cierre perfecto para nuestro toque.

A continuación, comenzó el concierto de Darlina y sus cumbiamberos. Darlina, en el centro del escenario, empezó su canto haciendo estremecer con su impresionante voz al selecto público que tuvo el placer de presenciar aquel íntimo concierto.

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