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Juan David Almeyda: «Los filósofos son palabra viva que resuena desde el presente»

Damián Pachón Soto habló con el filósofo colombiano Juan David Almeyda, autor del libro «Hacia una ética del jardín. Estudios filosóficos sobre el pensamiento de Byung-Chul Han», en el que aborda de forma integral la obra de Han, teje sus conexiones internas, sus temas y su apuesta emancipatoria.

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Juan David Almeyda: «Los filósofos son palabra viva que resuena desde el presente»
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***Esta entrevista fue publicada originalmente en la revista Filosofía&Co el 17 de enero de 2025***

Uno de los filósofos más populares de nuestra época es Byung-Chul Han. Este pensador surcoreano ha logrado traspasar la barrera de la superespecialización y ha escrito una obra asequible, legible por profanos, legos, amateurs y un público amplio interesado en la filosofía. En sus libros se ha ocupado de temas como el poder, la psicopolítica, la biopolítica, el mundo digital, la tecnología, la muerte, la esperanza y la violencia, entre otros.

Juan David Almeyda Sarmiento es estudiante del doctorado en Filosofía de la Universidad Federal de São Carlos (São Paulo, Brasil), magister en Metafísica por la Universidad de Brasilia y filósofo de la Universidad Industrial de Santander, de la cual es profesor. Sus áreas de especialización son la filosofía contemporánea, la filosofía política y social y el psicoanálisis. Actualmente se encuentra trabajando sobre los estudios de la subjetividad, el neoliberalismo y la relación cine-sociedad.

Usted estudió en una escuela de Filosofía tradicional, donde se lee, ante todo, autores y corrientes clásicos. Cuéntenos, primero, ¿cómo llegó a la obra de Han? ¿Qué le llamó la atención? Entré a la carrera de Filosofía sin un interés definido; me atraían la estética y los cursos de psicología analítica y psicoanálisis. Seguí ese camino hasta que, en un seminario sobre filosofía del anarquismo, surgió mi interés por autores críticos del capitalismo como Bakunin, Kropotkin y Malatesta, llegando después a Marx y Engels. Al estudiar a estos pensadores, sentí la necesidad de explorar qué decía la filosofía contemporánea sobre esa crítica al capitalismo, cómo había cambiado la lucha y cuál era el panorama actual. Byung-Chul Han apareció en mis lecturas tras Bauman, quien no superaba la crítica necesaria, y Nussbaum, demasiado conforme con el sistema.

Leí a Han mientras hacía mi monografía sobre Aristóteles y Tomás de Aquino. Fue un aire fresco que me mostró que los autores no son solo letra muerta, sino palabra viva que resuena cuando se los problematiza desde el presente. Al terminar mi monografía, decidí dedicarme a la investigación, tomando en serio lo que Han decía, no solo como formulación teórica, sino como una forma de vida, dedicando dos años enteros a estudiarlo a él y a sus fuentes.

Sin duda, Byung-Chul Han es uno de los filósofos más leídos en la actualidad. Pertenece a esa estirpe de pensadores que han logrado reconocimiento en el gran público junto a autores como Michel Onfray o Slavoj Žižek para mencionar solo alguno. Sin embargo, debido a su gran productividad filosófica, junto a su estilo corto, simple y conciso suscita sospecha sobre la calidad de su obra. Desde su punto de vista, ¿por qué Han es un pensador serio y por qué vale la pena leerlo hoy? Esa crítica es frecuente y creo que surge de una expectativa sobre lo que debe ser una obra filosófica. Tomemos a Onfray y Žižek como ejemplos, dos autores que conozco bien. Onfray, coetáneo de Han y publicando desde antes que él, ha escrito unas 70 obras (que considero grandes aportes críticos sobre la historia de la filosofía y la literatura) y suele girar en torno a los mismos temas: una deconstrucción del pensamiento occidental. Žižek, por su parte, lanza uno o dos libros al año —libros voluminosos, por cierto— y ya ha enfrentado acusaciones de falta de rigor, ambigüedad e incluso plagio; algo comprensible en alguien con su presencia mediática y académica tan desbordante.

Criticar a Han y pasar por alto a Onfray y Žižek parece selectivo. Han mismo afirma que sus libros no son repeticiones, sino variaciones de un mismo tema, como los tonos en el piano. Su valor radica en hacer dialogar autores con la contemporaneidad desde una perspectiva crítica y propositiva, como en El aroma del tiempo, El espíritu de la esperanza y Por favor, cierra los ojos.

Cada obra de Han es una variación sobre los efectos de habitar el capitalismo neoliberal. Así como un haikú mantiene su estructura y aborda temas similares, sus tonos son distintos, y no por eso carecen de conocimiento del mundo.

Cada obra de Han es una variación sobre los efectos de habitar el capitalismo neoliberal

A propósito de la anterior pregunta, ¿cree usted que el rigor filosófico no riñe con otras formas estilísticas más cortas como el fragmento, el aforismo o las confesiones? En términos generales, sería limitante considerar que formas como las mencionadas carecen de rigor filosófico. La filosofía, como experiencia de pensar, no se separa del vivir. Siguiendo esta idea, al igual que la vida, no se puede negar que un aforismo o un fragmento contengan saber. Ejemplos abundan, como Cioran, Nietzsche, Adorno y Benjamin, por citar algunos. En el caso particular de Han, considero que su estilo es un esfuerzo por posicionarse fuera del típico texto académico, aunque aún conserva cierto aire academicista en algunos de sus escritos, como en su ensayo sobre Hegel y su texto sobre la muerte.

Han es un autor que se vale de las ideas de otros autores contemporáneos para realizar una aguda crítica al neoliberalismo actual. En esta tarea, ¿cuáles considera usted son sus mayores influencias filosóficas? En este sentido, creo que hay lugares comunes que son evidentes; Heidegger es uno de ellos. Considero que, si bien no aparece en todos sus escritos, sí lo está en la mayoría, lo cual no resulta sorprendente, ya que su tesis doctoral fue sobre él y su pensamiento está profundamente influenciado por él. Lo mismo ocurre con Foucault, con quien dialoga constantemente, y con Hegel, autor al que, aunque Han le dedica un libro entero, los lectores suelen olvidar, especialmente la fuerte presencia de conceptos como la dialéctica en su pensamiento.

Sin embargo, me llaman la atención aquellos autores con los que él dialoga más en sus pies de página, como Benjamin, Adorno, Nietzsche, Barthes, Handke, Canetti, por nombrar algunos. Con estos autores es posible apreciar los matices del pensamiento de Handke, aunque persiste un núcleo heideggeriano latente en Han. A medida que varían los tonos, también lo hacen los pies de página, y es ahí donde es posible observar el diálogo entre los autores y el mundo contemporáneo.

Han cartografía una ontología del presente a través de un diálogo entre los fenómenos actuales y la tradición filosófica, mientras incorpora su propia voz para darles una orientación.

La presencia de Heidegger es notoria. Han ha escrito varias cosas sobre él. ¿Podemos decir que la crítica de Han al mundo actual contiene cierta tecnofobia y conservadurismo que tal vez provienen de la influencia heideggeriana? Han afirma en uno de sus libros que no es tecnofóbico, pero esta declaración no puede ser más que una mentira. Esto podría deberse, y aquí ya entramos en el terreno de la especulación, al simple hecho de que, como todo el mundo forma parte de la tecnodigitalidad, su propia forma de vida, de un modo u otro, está atravesada por ella.

Considero que su crítica se fundamenta esencialmente en Heidegger, quien, a mi parecer, termina limitándolo a pensar desde el presente tecnodigital, sin abrirse a posibilidades de superar la crisis, algo que autores como Franco Berardi o Donna Haraway no temen hacer.

Heidegger, de cierto modo, se convierte en un obstáculo para el pensamiento de Han, quizá por la propia interpretación que él hace de su obra. Cuando se intenta integrar a otros autores, como Deleuze o Baudrillard, se producen comprensiones distintas del mundo y de las formas de superar la crisis, que resultan más fructíferas.

En este sentido, Heidegger es el tronco de un gran árbol, y los demás autores forman las ramas de ese árbol; los frutos son el propio pensamiento de Han. Sin embargo, se requiere de todas las partes unidas para evitar caer en reduccionismos: al fin y al cabo, no se puede retroceder ante la tecnodigitalidad. Lo que se puede hacer es tomar su estructura y darle un sentido que se aleje de la distopía, para orientarla hacia la esperanza de algo mejor para el mundo.

Han cartografía una ontología del presente a través de un diálogo entre los fenómenos actuales y la tradición filosófica, mientras incorpora su propia voz para darles una orientación

En su libro, usted menciona que la filosofía de Han es un híbrido entre el pensamiento occidental y el oriental. ¿Podría sintetizarnos cuáles son esos aspectos del pensamiento oriental imprescindibles para comprender el proyecto filosófico del autor surcoreano? En Hacia una ética del jardín me concentro en algunos «conceptos» (si es que cabe llamarlos así, dada la naturaleza misma del pensamiento oriental; y digo «pensamiento» porque existe todo un debate sobre si se puede o no llamar filosofía). Son elementos que Han expone en su obra, pero que no termina de interrelacionar con su pensamiento, como la idea de vacío, nadie, caminar, amabilidad y ausencia, por mencionar algunos.

No puedo llamarlos «conceptos» en el sentido tradicional, ya que el propio contexto oriental no los concibe de esa forma, sino más bien como prácticas, en cierto modo religiosas, que forman parte de una forma de vida presente principalmente en China y Japón, imbuida en las tradiciones taoísta, confucianista y budista zen.

Creo que esta manera oriental de aceptar el saber presente en las sombras del pensamiento —es decir, en sus contradicciones, paradojas, vacíos y misterios, así como en sus luces, que conocemos mejor desde la tradición occidental— es fundamental para comprender lo que subyace en la obra de Han. A su modo, el trabajo de Han se construye en luces y sombras, un camino en el que, como lectores, debemos avanzar.

El trabajo de Han quiere traer de vuelva la contemplación como una facultad del espíritu que es capaz de guiar la acción, esto se evidencia en sus últimos libros, de ahí que la oriente con su visión de lo cotidiano como poseedor de un aura sagrada permita ver cómo es que esa revitalización de la contemplación es un ejercicio existencial. Dōgen, Matsuo Basho, Yosa Buson y Kobayashi Issa reflejan este arte de contemplar que se extiende a la vida, en ellos el pensamiento, arte y vida se juntan para comprender todos los tonos de la existencia, lo mismo considero que hace Han, solo que él quiere poner esta visión a hablar con la tradición occidental.

Esto es algo que en la historia de la filosofía ya ha pasado. El caso de la Escuela de Kyoto es el más conocido, creo yo; ahí la influencia del pensamiento de Heidegger jugó también un rol fundamental.

Se ha acusado a Han de crear una visión sombría de la actualidad, de carecer de una apuesta emancipatoria. En su libro parece haber un desacuerdo con esto. ¿En qué consistiría la propuesta emancipatoria y liberadora de Byung-Chul Han? Esa es mi interpretación. Se basa en que, si bien el trabajo de Han tiene un componente sombrío —su descripción de la actualidad a partir del collage de autores que reúne— cuando se analiza el concepto de contemplación que defiende y su visión del tiempo como algo que requiere del aroma para asegurar una existencia plena, en contraste con el pensamiento oriental, que concibe el saber como una praxis en la que pensamiento y acción se nutren recíprocamente, es posible encontrar tonos emancipatorios y liberadores.

Estos tonos se expresan en formas de vida disidentes dentro de la sociedad del rendimiento, a las que he llamado «flores», inspirado en su obra Loa a la tierra Desde mi perspectiva, retomando a Han pero buscando ir más allá de él, comprendo esta función del saber oriental como una posibilidad de romper las cadenas de la reproducción subjetiva que el capitalismo impone.

Por último, ¿es posible inferir de la obra de Han una filosofía política, más comprometida con la acción o la praxis colectiva? Sí, incluso diría que el trabajo de Han podría titularse de manera general: «En busca del nosotros perdido». Esto se debe a que todo su esfuerzo por dinamitar la psicología del yo —que sostiene la reproducción sistémica del capitalismo y su impulso por ejercer control a través de lo afectivo y lo psíquico— y su búsqueda de formas de vida no centradas en el yo, se fundamenta en la intención de recuperar ese «nosotros» basado no en contactos empresariales, sino en lazos que tejen un tejido social compartido. Para Han, sin embargo, esto solo es posible mediante la implosión del sujeto, para concebir un nuevo tipo de ser que traiga una disposición esperanzadora hacia el porvenir, el cual, como él mismo indica, es el fermento de la revolución.

Fotografía Damián Pachón Soto reseña del autor > Juan David Almeyda   Hacia una ética del jardín

Conoce más sobre el entrevistador - Damián Pachón Soto

Líbano, Colombia, 1979. Es doctor en Filosofía, miembro de la Sociedad Colombiana de Filosofía y profesor de la Universidad Industrial de Santander. Se dedica a la investigación del pensamiento filosófico latinoamericano, la filosofía política y la divulgación filosófica. Es autor de libros como Estudios sobre el pensamiento colombiano (2 volúmenes), La filosofía y las entrañas. El pensar viviente de María Zambrano, Política para profanos, Superar el complejo de hijo de puta o El imperio humano sobre el universo. La filosofía natural de Francis Bacon. Es colaborador habitual de FILOSOFÍA&CO.

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Hacia una ética del jardín

Esta obra es un análisis, una búsqueda por los sentidos más profundos de las afirmaciones de Byung-Chul Han, con toques críticos, que le otorgan al libro un valor propio, autónomo si se quiere, en relación con los textos del filósofo coreano. Para llegar a ese nivel de análisis crítico, el autor hace gala de su rigor conceptual y del dominio de las fuentes (primarias y secundarias). Lo anterior da cuenta de un excelente lector, que va más allá de Han y del respeto riguroso de los protocolos propios de la investigación documental.

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