Biblioteca Claustro

Lila y las luciérnagas: Libros infantiles sobre las emociones

Lila es una de las niñas que hace parte de los procesos de la Casa Mamá Margarita. Desde hace más de diez años Esta Casa y la Biblioteca Claustro Comfama se han acercado a través de lecturas compartidas, talleres culturales y acompañamientos pedagógicos, encaminados a cultivar la gestión de emociones, promover el pensamiento crítico y fortalecer habilidades relacionadas con las prácticas de lectura, escritura y oralidad.  

Cabecera Aprender a manejar las emociones desde la infancia [La historia de Lila]
Lila y las luciérnagas: Libros infantiles sobre las emociones
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Las luciérnagas no se quedan quietas

La mente de Lila es un carrusel que nunca se detiene. Ideas, sonidos y preguntas giran a gran velocidad en su cabeza. Es como si todo el tiempo intentara atrapar luciérnagas en un frasco oscuro: los pequeños insectos brillan, revolotean en el contenedor, se escapan, y siguen su vuelo brillando. Ella los sigue a donde sea que vayan.   

Lila tiene 9 años y es una de las niñas que hace parte de los procesos de la Casa Mamá Margarita. Además, participa de las actividades que la Biblioteca Claustro Comfama realiza allí desde hace más de diez años. Esta Casa es un lugar donde se siembran y florecen los sueños de niñas y jóvenes en situación de vulnerabilidad.  

La Biblioteca y la Casa se han acercado a través de lecturas compartidas, talleres culturales y acompañamientos pedagógicos, encaminados a cultivar la gestión de emociones, promover el pensamiento crítico, fortalecer habilidades relacionadas con las prácticas de lectura, escritura y oralidad.  

Un día, como de costumbre, fue posible ver a “las luciérnagas” revoloteando alrededor de Lila. Las perseguía en el murmullo de sus compañeras, en un cartel colorido en la pared, en la voz de su amiga relatando los sucesos del día, en la hormiga que cruzaba el pupitre de al lado, en el sonido leve de un lápiz escribiendo, en la idea del dibujo que quería hacer después...

Su atención se desplazaba de un punto a otro, su universo estaba pintando de todos los colores en simultáneo, su vista iba y volvía al tablero, escuchaba las instrucciones del ejercicio que todas estaban haciendo, pero era como tratar de sujetar arena entre las manos. 

Ese día era jueves y las mañanas de los jueves eran especiales para Lila pues tocaba actividad con los bibliotecarios de la Biblioteca Claustro. Ella los recibía con entusiasmo.

—¿Hoy si vamos a hacer slime?   —No, pero haremos algo igual de divertido.  

A pesar de que la actividad era distinta a la que ella esperaba, su energía se mantuvo igual de alta. Gritaba, tomaba materiales, no se quedaba en su puesto.

—Lila, por favor, presta atención —Era necesario decirle una y otra vez. Ante lo cual su vergüenza se hacía visible.  

El emocionometro

En aquella ocasión, la lectura programada era Mi primer emocionometro de Susanna Isern. En este libro, el inspector Drilo y los Emis ayudan a identificar las emociones básicas utilizando su invento: el emocionómetro. Girando una rueda es posible señalar la emoción que cada uno siente y puede indicar si mucho o poco. 

Con cada giro de la ingeniosa esfera, el libro despliega la posibilidad de darle forma concreta a las emociones: el brillo repentino de la alegría, el plomo de la pena, la ebullición del enfado y así otras más. No se trata solo de nombrar, sino de construir una métrica propia para darle dimensión a lo que estamos sintiendo. Una herramienta para que los niños y las niñas comiencen a descifrar el complejo código de su mundo afectivo, construyendo así los cimientos de su propio entramado emocional.  

La lectura compartida detonó una conversación sobre el hecho de que todas las personas sentimos diferentes emociones según las situaciones y el momento de nuestras vidas en el que nos encontremos. Lila y sus compañeras giraron la rueda. Luego, dibujaron cómo se sentían en diferentes momentos. Al principio, Lila se mostró inquieta, moviendo constantemente sus manos y pies. Aun así, se le veía escuchando con atención a sus compañeras mientras ellas describían sus dibujos: la tristeza por un juguete roto, la alegría de un cumpleaños, el miedo a la oscuridad. 

Cuando llegó su turno, dudó un momento. Había dibujado su frustración cuando no podía concentrarse y su alegría cuando algo le apasionaba. Para su sorpresa, el grupo se encontró en sus palabras y mencionaron que también se sentían frustradas o emocionadas en su diario vivir por cosas parecidas a las que le pasaban a Lila.   

 La conversación anterior dio paso a un juego de roles donde debían actuar diferentes emociones. Lila, con su energía natural, tomó el papel de la alegría, contagiando a todas con su entusiasmo. Al finalizar la actividad, varias niñas se acercaron a Lila para comentarles sus dibujos. Se rieron juntas de sus interpretaciones y vivencias comunes.

Cada semana, la Biblioteca Claustro visita la Casa Mamá Margarita para compartir el peso y la levedad de las emociones, en especial el asombro.