Me gustaría que las palabras fluyeran tanto como el agua o la electricidad. Pero son difíciles. Intento elevar puentes sólidos con ellas, comunicar algo de lo que construyo en sueños. Pero todo se queda en el esbozo, en el dibujo estéril, en sílabas de viento y necesidad que me hacen creer por un momento que escribo algo en lo que alguien más pudiera interesarse. Unir dos líneas que tengan un sentido pleno, vigoroso, inconforme, como lo fui yo mismo aquella vez en la que tuve que abandonar la Facultad de Minas. Indago tanto en el lenguaje como en el suelo mismo, en mis posibilidades literarias como en mis cálculos matemáticos, pero escribir me resulta esquivo. Algunas noches en mi voz se revienta una cuerda, se viene abajo una estructura, pero yo continúo en pie… Anhelando, esperando…
