Estamos rodeados de vecinos asombrosos. Basta entablar una conversación en la tienda de la esquina, pedir media taza de arroz o necesitar una ayuda de quien vive en la puerta de al lado para reconocer que todo el tiempo nos acompañan personas comunes y corrientes con rasgos e historias extraordinarias.
De esta realidad nació en 2018 una actividad a la que llamamos Crónicas del Barrio y de la Región. Durante más de un año, 24 fotógrafos caminaron las calles cercanas a nuestras sedes en el Valle de Aburrá y en otros municipios de Antioquia buscando personajes únicos que día a día enriquecen la vecindad diversa que es este departamento que habitamos.
El resultado fueron cientos de fotografías y relatos de seres humanos excepcionales que, desde el anonimato y el transcurrir del día a día de un barrio, hacen la diferencia. Entonces, al ser testigos de esta colorida riqueza humana con la que compartimos nuestro lugar en el mundo, sentimos que debíamos hacer un homenaje a esos vecinos, a Los de al lado, maravillosos en su singularidad.
Pero unir en un libro tantas historias y retratos distintos, tantas miradas y texturas opuestas, tantas formas de abordar un personaje y congelar en letras e imágenes un lugar, no era una tarea sencilla. Por eso, además de los ojos y las plumas de los fotorreporteros autores de los contenidos de este libro, hubo una pieza clave detrás de su realización: la figura del compilador.
Esteban Duperly, periodista y escritor de ficción, fue invitado a asumir este rol en la primera entrega de la línea de Exploraciones de Lecturas Comfama. Conversamos con él sobre la compilación de fotos, frases y palabras que, en últimas, celebran esas otras caras de nuestro territorio que, a través de acciones, vivencias y anécdotas de nuestros vecinos, nos hacen quienes somos.
¿Cómo llegaste al proyecto del libro Los de al lado?
En julio del año pasado entré en una segunda etapa. Ya los fotógrafos habían entregado sus textos e imágenes a Juan Miguel Villegas y él había adelantado un primer trabajo de recepción y organización de la información. Era un material muy heterogéneo en todos los sentidos: personajes disímiles, miradas diferentes, textos distintos. Con toda la voluntad del caso, abrí una a una las carpetas para intuir pistas de unión o conversación entre las piezas.
¿Por qué esa tarea es distinta a la de un editor?
De hecho, inicialmente yo estuve pensado para hacer las veces de editor, pero pronto nos dimos cuenta de que esa figura no cabía en el libro. Necesitábamos, sobre todo, un ejercicio enfocado en compilar porque, más que trabajar con los autores desde la retroalimentación o proponer líneas de escritura, nuestra visión era, con el material ya recogido, hacer un producto editorial. “Con esto que tenemos, ¿cómo podemos darle una experiencia más compacta al lector?”: esa fue la pregunta.
¿Cuál fue el mayor reto al recibir un material heterogéneo en tantas dimensiones?
Entender que, definitivamente, este era más un libro de fotografías que un libro de textos. La calidad fotográfica era excelente, así que partimos de ahí para pensar a Los de al lado desde el género del reportaje gráfico. Para mediar la relación entre las imágenes y los escritos, pues había unos más ‘carnudos’ que otros, ideé una suerte de jerarquía en la que cada relato contara con 2 páginas y, según la extensión y contenido de cada texto, pudiera tener entre 4, 6 o 9 fotos.
Entonces, ¿hubo negociaciones con los fotógrafos?
Claro. De muchas carpetas, cada una con 48 fotos, había que seleccionar 4, 6 o 9. Ese proceso, como todo proceso de selección, es también uno de exclusión. Pero yo he estado del otro lado, así que la relación fluyó muy bien. Hubo pequeñas negociaciones que tuvieron como prioridad enriquecer el libro en conjunto. Armarlo fue una conversación constante, un rompecabezas.
¿Y cómo quedó ese rompecabezas armado?
Todo este material era imposible de dividir en capítulos o zonas geográficas, porque cada personaje era un universo único y completo. Un día me dio por buscar refranes sobre los vecinos y me di cuenta de que la condición de vecino es universal.
Hasta en China las relaciones entre vecinos son similares a las que tenemos aquí. En cualquier parte del planeta, compartimos nuestra porción de mundo con Los de al lado, así estén, efectivamente, al lado, arriba, al frente o en la esquina. De esos hallazgos nació el nombre del libro y la separación de las historias a través de frases populares.
Y tú, ¿tienes vecinos?
Cada vez que el árbol de mi solar echa limones, la señora de al lado me dice “ay, ¿me va a regalar unos?”. ¡Ella está más pendiente de mi árbol de limones que yo mismo! Esa es, precisamente, la figura de los vecinos, que, sin ser parientes o amigos, tienen todo que ver con uno, no solo desde la cotidianidad, sino también desde la solidaridad. La misma señora me trajo almuerzo el 24 de diciembre, cuando tuve que pasarlo solo.
En el prólogo del libro dejas una invitación particular a la lectura...
Sí, porque no creo que este sea un libro que se consuma de la página 1 a la 125, sino que es más una posibilidad abierta de leer cosas al azar. Todas las historias son bellas, cálidas, reconfortan al ser leídas. Por eso, tener este libro en las manos es como cuando uno va a la tienda del barrio y, sin tenerlo planeado, se encuentra con un vecino y a lo mejor conversa un rato con él.
En resumen...
Un compilador reúne diversos materiales con el fin de incorporarlos de manera coherente en una obra.
¿Quieres saber más sobre Los de al lado? No te pierdas la presentación del libro el próximo miércoles 24 de febrero por nuestro perfil de Facebook a las 7 de la noche. ¡Prográmate!