La historia de Cristóbal Peláez y el Teatro Matacandelas es la de las flores que nacen en las dificultades y en ellas se vuelven bellas y se mantienen.
El Matacandelas nació en 1979 en Envigado como un grupo teatral. Lo fundó Cristóbal con dos amigos del colegio. Al principio se juntaban en la Casa de la Cultura, no tenían muchos recursos ni muebles y se llamaban La Tercera Planta. Para entonces, en Envigado y en el país las cosas se ponían en alerta roja; la gente estaba atrapada entre bandas delincuenciales, guerrillas, «duros» y fuerzas armadas del Estado, pero como ellos con su teatro no le hacían daño a nadie, se podían juntar a actuar y a soñar.
Luego de siete años con La Tercera Planta, Cristóbal decidió dedicarse al teatro profesionalmente. En 1986, con ganas de independizarse, pero también escapando de los muertos que cada mañana aparecían en Envigado, creó Matacandelas y lo instaló en el centro de Medellín. Dos muros derribados en una casa dieron paso al primer auditorio, y así, persistiendo, se fueron armando los sueños y llegaron también las responsabilidades.
Cristóbal es un hombre que no cree en el éxito del capitalismo, sabe que su teatro se hace pensando en las expresiones del alma y dice, a plena voz, que en el Matacandelas no nace la cultura, sino la contracultura. Y aboga por la loca de la casa: la imaginación.
En Envigado nació Cristóbal y también Fernando González. El maestro, el brujo de Otraparte, ha sido una gran influencia para el Matacandelas: treinta y siete años se tardó Cristóbal en escribir Velada Metafísica.
Cada ladrillo que puso Cristóbal en la construcción de este teatro y cada renglón de sus obras hablan al oído del visitante que llega al Matacandelas. ¡Cómo no salir de allí con la sensación de que todo lo que resiste con amor, perdura! Esa brega suya de más de cuarenta años la define como una muestra de que las circunstancias sí se pueden transformar.
