Juan Amariles ha sido testigo de todo. Desde el desmontaje del entramado de caña brava y barro que tenía el techo central del emblemático Edificio Vásquez para ser reemplazado por la teja transparente que hoy regala luces y sombras bailarinas, hasta la primera clase de los estudiantes del Holberton School que en su segundo piso comenzaron a prepararse para los retos de la Cuarta Revolución Industrial.
Él, trabajador de Comfama en oficios varios por más de 15 años, no solo ha visto de primera mano las más recientes transformaciones de este espacio, cuya historia se remonta a finales del siglo XIX, sino también la forma poderosa en la que estas traen consigo nuevas formas de ser habitado, aprendido, compartido y disfrutado en consonancia con su entorno.
“Vi renacer la vocación de un edificio patrimonial, pero también la de todo un sector, de la antigua Plaza Cisneros, el barrio Guayaquil y el hoy Parque de las Luces. Vi expandir las posibilidades de educación y cultura no solo para quienes visitan el centro, sino para quienes trabajan y viven en él. Vi un resurgimiento, esa es la palabra”, dice Juan, orgulloso.
Y su testimonio resume aquello en lo que creemos: el centro como ese lugar de calles y movimientos que no solo permiten el tránsito y el comercio, sino también la conversación, la risa, el baile, el intercambio, la belleza.
Por eso, cuando llegamos en 2005 al edificio Vásquez nos propusimos apostarle desde nuestros contenidos y experiencias a ser parte activa de esa ciudad que se renueva en sus relatos, en su arquitectura, en sus corredores y plazas, entendiendo al territorio como una expresión de las relaciones entre las personas, los espacios y las posibilidades de libertad, consciencia, esperanza y bienestar en ellos.