En el camino como empresario por la Naturaleza he trabajado alrededor de la idea de que es posible ―y de hecho necesario― que logremos un desarrollo y un crecimiento económico que tengan un impacto positivo en la Naturaleza, convencido además de que las empresas son las organizaciones mejor posicionadas para entregar esos cambios que necesitamos a escala planetaria.
Este camino se ha inspirado en gigantes que me han permitido nombrar eso que he sentido en el corazón, por ejemplo, que somos Naturaleza. Tich Nhat Hanh me introdujo al concepto de “interser”, haciendo referencia a que somos parte de un todo más grande y que nuestro bienestar está intrínsecamente ligado al bienestar de esta red de la vida de la que somos parte.
De Humberto Maturana aprendí que está vivo lo que se produce a sí mismo. Que, si un organismo vivo no crece, muere. Por lo tanto, que el desarrollo y el crecimiento son características centrales de la vida. Leyendo a Fritjof Capra entendí que el crecimiento en los sistemas vivos no es lineal e ilimitado, sino multifacético, cargado de novedad. Es un juego de suma positiva, en el que la red de la vida se fortalece a través de la colaboración y transforma la energía en soluciones. Mientras ciertas partes de un organismo o un ecosistema crecen, se generan y regeneran, otras declinan, liberando y reciclando sus componentes para que se conviertan en un nuevo crecimiento. En otras palabras, la vida se sostiene a través de un proceso constante de regeneración.
Para entender la forma como se da el crecimiento en la Naturaleza, traigo el ejemplo de un Bosque. Cuando un Bosque empieza su desarrollo, tiene una primera fase con un rápido crecimiento en su estructura. Sus árboles y especies pioneras crecen rápido en altura hasta que eventualmente ese crecimiento lineal cede y empieza a ser fractal, en términos de la salud del bosque como un sistema vivo. Entra en una nueva fase de crecimiento, evolucionando, madurando. Aumenta la diversidad de árboles, llegan aves y otras especies que dispersan semillas. Se cubre el suelo y se fortalece la capacidad de almacenar agua, haciendo disponibles todos los nutrientes que necesitan las plantas.
En resumen, se crean las condiciones que impulsan esa red de relaciones entre las especies que hacen parte del sistema. El crecimiento de este bosque, como el crecimiento en la naturaleza, es un proceso de transformación y regeneración que es, en esencia, la forma como se sostiene la vida.
Esta comprensión del crecimiento y el desarrollo me permitieron integrar una perspectiva regenerativa, nutrida por autores como Carol Sanford y Bill Reed, y trabajar por expandir las posibilidades del Desarrollo Sostenible, pues hasta ahora nos hemos centrado en reducir nuestros impactos negativos, como nuestra huella de carbono o nuestro consumo de agua, pero, ¿por qué limitarnos a reducir nuestra huella negativa cuando podemos aspirar a dejar una huella positiva?
Un Desarrollo Regenerativo, entonces, es un desarrollo más ambicioso y audaz, que además de reducir el daño al planeta nos invita a poner a la vida en el centro y a invita a trabajar por el Buen Vivir de todo lo vivo en Biorregiones vibrantes, con una clase media libre, productiva y feliz que progresa gracias al cuidado de los Andes Tropicales que somos, bien sea que habitemos la cuenca media del río Cauca, el Magdalena y sus humedales; o ese mar Caribe del que también somos parte.
Me alegra trabajar en una organización educativa y cultural como Comfama y saber que, además de las empresas, una de las formas como podemos impactar positivamente a Antioquia es elevando la participación activa de todos nosotros dentro de las Biorregiones que habitamos, cultivando en cada uno nuestra confianza creativa y agencia individual para contribuir, desde lo que nos hace únicos, al cuidado de la salud de la red de la vida de la que somos parte.