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La brecha más grande

Andrés Salas
La brecha más grande
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Por: Andrés Casas, Investigador Principal Encuesta Mundial de Valores, Colombia; científico del comportamiento y del cambio social.

Las ciencias del comportamiento me enseñaron cuatro lecciones clave para interpretar la realidad en donde quiera que esta pase por el filtro de la acción humana. La primero, tiene que ver con la idea de que en general el mundo de los humanos creado en estos dos millones de años, sus problemas y sus soluciones: han estado y estarán marcadas siempre por la imperfección que define nuestra naturaleza humana.

La segunda, es que esa imperfección define todos nuestros inventos, ficciones y remedios para poder sobrevivir colectivamente: de esto no escapan nuestros mejores inventos: ni la ciencia, ni las instituciones, ni la tecnología. Y mucho menos ese invento poderoso para gestionar, navegar y transformar la realidad que son las organizaciones. La tercera, es que lejos de ser una falla, nuestra imperfección nos ha traído hasta donde estamos para bien o para mal. Como nos lo enseña la práctica de la consciencia plena nuestra imperfección es la fuente de todos los aprendizajes, de todos los avances más poderosos; así como de la posibilidad de desmarcarnos de lo natural y producir la artificialidad que nos permite trascender y lograr todo lo más espectacular de esta corta, paradójica, pero maravillosa experiencia de pasar por este planeta en esta forma humana.

Sin embargo, esta naturaleza maravillosamente imperfecta, nos enfrenta a la cuarta lección. En el reporte de desarrollo mundial de 2015 del Banco Mundial, una de las piezas más importantes de programación para el desarrollo en la historia humana, se confirma como los modelos estándar que el Siglo XX en materia política, económica y social son estructuralmente defectuosos. Nos muestra como políticas y programas creados con las mejores intenciones, y que pretenden ser efectivos en su impacto; deben revisar los supuestos que subyacen a la misionalidad en la que se basan. Si dichos supuestos se basan en una perspectiva normativa para marcianos (perfectamente racionales, éticos y e infalibles) y no basada en la evidencia humana (racionalmente y éticamente limitados, falibles gracias a que su mecanismo más poderosos es el aprendizaje basado en ensayo y el error) el resultado esperado altamente probable será: el desperdicio de presupuestos, la ruptura de promesas, y un funcionamiento marcado por la distancia entre lo se dice y lo que se hace.

Así, la cuarta lección de las ciencias del comportamiento para diseñar, planear y programar en organizaciones, es que una mirada consciente e informada parte de la imperfección de las personas a las que se dirige la inversiones de tiempo, equipos, recursos materiales y simbólicos (como la reputación, la confiabilidad y los expectativas vinculantes). En este sentido, la planeación organizacional se beneficia de abrazar una idea controversial y disruptiva frente a los modelos convencionales. Es clave preguntarnos cómo podemos ayudar con nuestros diseños a nuestra población objetivo a superar la distancia más larga que los humanos debemos recorrer: la distancia entre intención y acción. La teoría intencional de la acción es un pilar psicológico y filosófico legado por los avances realizados hasta el siglo XX. Es un buen modelo para hacer comprensible por qué la gente hace lo que hace. Sin embargo, en materia de aplicación requiere de una mirada realista que permita entender que cuando planeamos, estamos buscando soluciones para cerrar la brecha entre intención y acción.

Uno de los inventos más poderosos de las organizaciones humanas han sido los valores. Los valores son estructuras cognitivas internalizadas que guían las elecciones al evocar un sentido de los principios básicos del bien y del mal. Su función es ofrecer sentido de prioridades y la voluntad de dar sentido y ver patrones de comportamiento que promuevan las metas y el bienestar colectivo. Al igual que otros constructos cognitivos, los valores tienen una dimensión individual, así como grupal.

Por eso en Comfama desde 2018 hemos adelantado una alianza que ha permitido seguir aplicando en Colombia y en Antioquia el estudio más antiguo sobre cambio cultural, la Encuesta Mundial de Valores (EMV). En el marco de esta alianza hemos realizado innovaciones como el reciente estudio Valores en una Crisis (VEC), que ha sido un hito en identificar el impacto de la Pandemia del Covid-19 en nuestra cultura, así como los retos que deja. Por eso el pasado 14 de Mayo de 2023, junto con Comfama, la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de Los Andes, y Asocajas presentamos los resultados del estudio Valores en una Crisis y realizamos un taller sobre el uso de los datos para programar cambios en nuestras organizaciones después de la pandemia y usando las ciencias del comportamiento.

En este espacio, abordamos precisamente una nueva propuesta de cómo los datos de esta alianza pueden ayudar a proponer una apuesta de cambio organizacional en el que los valores sean el mecanismo para cerrar intención-acción. Este es un fenómeno cognitivo en el que las personas actúan de una manera que es inconsistente con sus intenciones. Los valores nos recuerdan lo que es importante para cada persona, lo que no es negociable en ninguna situación, y aquellos principios de acción por los que estamos dispuestos a sacrificarnos sin importar que hagan los demás.

Por eso la nueva alianza entre Comfama, Universidad de Los Andes y Asocajas busca usar los datos existentes de la EMV y de la VEC, para desarrollar un modelo empresarial y de liderazgo basado en evidencia cerrando la brecha entre Valores-Acción, aproveche esta armonización como mecanismo para alcanzar la misionalidad, promover el bienestar de las familias ayudando a construir hábitos prosociales; y finalmente, permita armonizar la creación de valor colectivo con la creación de valor en el proyecto de vida de las familias y las personas, con las que trabajamos y a las que servimos.

Tips para superar la brecha entre intención y acción:

  • Recuérdale a la gente sus valores: Esto aumenta la probabilidad de que las personas actúen de manera coherente con sus valores, especialmente si lo hace cuando tienen la oportunidad de actuar. Por ejemplo, puede recordarles a las personas que se preocupan por el medio ambiente justo antes de comprar un automóvil, para aumentar la probabilidad de que compren un automóvil que sea ecológico.

  • Hacer que las personas se preocupen más por sus valores: Preocuparse más por un cierto valor aumenta la probabilidad de que las personas actúen de acuerdo con él. Para hacer que las personas se preocupen más por sus valores, puede hacer cosas como recordarles por qué este valor es importante desde una perspectiva moral o recordarles cómo su valor se alinea con la percepción que tienen de sí mismos.

  • Anime a las personas a tomar medidas y ayúdales a hacerlo directamente: Por ejemplo, puede ayudar a las personas a desarrollar un plan concreto para actuar de una manera que respalde sus valores y luego alentarlos a seguir ese plan.

  • Facilitar que las personas actúen de manera coherente con sus valores: Cuanto más fácil sea para las personas tomar medidas que reflejen sus valores, más probable es que lo hagan. Por ejemplo, puede hacer que sea más probable que evite beber refrescos cuando esté en la oficina, llevándose una botella de agua al trabajo.

  • Hacer que sea más difícil para las personas actuar de una manera que sea inconsistente con sus valores: usar la influencia social como mecanismo de mutua-regulación amable.