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El hábitat rural en Colombia, una deuda por pagar

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El hábitat rural en Colombia, una deuda por pagar

Por: Francesco Orsini, responsable de Hábitat en Comfama.

Hace cinco años, recién entrado en Comfama, durante un recorrido veredal en Urabá, terminé en la propiedad de don Jorge, un campesino de la zona. Él vivía y trabajaba con toda su familia en una finca rural de modestas dimensiones, donde se dedicaba al cultivo de plátanos con sacrificio y dedicación.

Después de recorrer el terreno llegamos a su casa, una construcción en madera, algo precaria, muy común en los sectores rurales del país, y complementada por una cocina al aire libre protegida por una cubierta provisional. Debido al calor de aquel día, nos invitaron a tomar un “fresquito”. Felices, aceptamos. Y fue allí cuando notamos a pocos metros una construcción en material, algo reciente, que parecía una vivienda sin ocupar. Al preguntar, nos explicaron, para sorpresa de todos, que aquella casa era resultado de un programa estatal y que él y su familia habían concluido que era mejor volver bajo su techo original, dejando la nueva construcción como depósito, pues esta última no cumplía con las expectativas del grupo familiar.

Este episodio, más allá de las consideraciones del caso sobre la bondad o menos de aquella casa sin usar, o sobre la decisión de don Jorge de dejarla a un lado, evidencia cómo la vivienda rural, por lo general aquella aislada o alejada de los centros urbanos, no es asunto sencillo. Por un lado, desde lo cualitativo, no es pensable aplicar las lógicas de la vivienda urbana en territorios con estilos de vida muy diversos desde lo cultural, lo ambiental y lo funcional. Es decir, traer el modelo urbano al campo no paga. Por el otro, si pensamos que en Antioquia el 77,6 % de los hogares rurales tiene algún tipo de carencia en materia habitacional (versus un 20,9 % en lo urbano), se evidencia la necesidad de abordar el reto de la vivienda rural con prioridad: mientras estábamos concentrados en atender los retos generados por los procesos de acelerada urbanización que han caracterizado al país y al planeta, se nos olvidó que en el campo también teníamos unos compromisos en materia habitacional.

Es así como en Comfama, y en Hábitat, desde hace unos años venimos trabajando con el propósito de enriquecer nuestra oferta de valoren la ruralidad: más allá de la entrega de un subsidio de mejoramiento o de reposición, tratamos atender hoy de manera integral a las necesidades en materia de hábitat rural que tengan nuestras familias. Y lo hacemos de la mano de pequeños operadores, de fundaciones, y con el aporte de los entes territoriales, buscando la manera de articularnos y, así, de maximizar el impacto en los territorios. Somos conscientes que es necesario el liderazgo de este tipo de actores para abordar semejante reto: hacer vivienda en el campo es algo poco atractivo para el sector privado a pesar del alto grado de vulnerabilidad que caracteriza a las comunidades rurales.

Hoy, hacer vivienda en el campo —bien hecha— tiene implicaciones importantes en materia de desarrollo sostenible: permite dar alternativas a los procesos migratorios hacia a la ciudad, implica atender a la urgencia de adaptar nuestras comunidades más vulnerables a los efectos del cambio climático y, sobre todo, busca mitigar aquellas diferencias sociales y económicas que hacen del campo y de la urbe dos realidades todavía muy distantes. Lo que Antioquia y Colombia necesitan es que don Jorge encuentre unas alternativas válidas a su albergue, que le permitan vivir de manera segura y confortable, que atiendan, en lo posible, a sus necesidades productivas, y que busquen respetar las lógicas culturales de un país tan diverso como este.

¡Conversemos!

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Francesco Maria Orsini

Responsable de Hábitat

francescomorsini@comfama.com.co