Cuando se mudaron de Sonsón a Rionegro en busca de mejores oportunidades para sus 10 hijos, Gildardo Vásquez y María Olga Orozco no imaginaron que, años después, volverían a sembrar, a poner en práctica los saberes aprendidos desde niños en el campo.
Desde que María Gladys Vásquez empezó a ahorrar para su casa propia, tenía una condición clara: sería en un primer piso para que sus padres, Gildardo y María Olga, ya en la edad de la plenitud, pudieran entrar y salir tranquilos, sin dolor en las rodillas ni en la espalda.
Luego de años de trabajo y ahorro, la casa de María Gladys es una realidad. No solo está en un primer piso, tiene un amplio antejardín que se convirtió en el lugar favorito de sus padres, en una huerta con más de 15 especies de plantas aromáticas y hortalizas para su disfrute y el de sus vecinos, la comunidad de Villa Camila.
Esta es una historia de cómo los sueños compartidos pueden dar más frutos de los pensados.
Casa propia, huerta comunitaria
Luego de toda una vida cultivando y trabajando en el campo, Gildardo Vásquez y María Olga Orozco dejaron su finca en Sonsón y se fueron a vivir a Rionegro. Las condiciones de violencia en su municipio y el anhelo de un futuro próspero y tranquilo para su familia de 12 integrantes detonó la decisión.

Aunque cambiaron de domicilio, Gildardo y María Olga visitaban frecuentemente su finca, donde tienen cultivos de maíz, fríjol, caña y plátano. Pero, con el paso del tiempo, su salud se empezó a deteriorar y María Olga debió quedarse en Rionegro, con su hija María Gladys, más cerca del centro de salud.
Mientras tanto, María Gladys, quien entonces pagaba arriendo, soñaba con comprar casa propia para ella y sus padres. Hace 10 años tomó la decisión de empezar a ahorrar para conseguirla. Ganaba un salario mínimo y aun así, con mucho esfuerzo, separaba una parte de su salario para su vivienda.

En 2020, el apartamento soñado de María Gladys y sus padres se convirtió en una realidad. Es parte de Villa Camila, un proyecto de hábitat del Municipio de Rionegro y Comfama, y está ubicado en un primer piso para que el acceso sea lo más fácil posible no solo para María Olga, sino para Gildardo, quien también empezó a sufrir dolores en sus articulaciones.

A los pocos meses de empezar a disfrutar su nuevo hogar, María Olga descubrió en el antejardín de su casa una oportunidad para sembrar cebolla de rama, su verdura favorita. Gildardo estaba de viaje en Sonsón con uno de sus hijos y, cuando regresó y vio la cebolla, se emocionó. “¡Cogí impulso y empecé a sembrar pa’ abajo!”, cuenta.

Coles, sábila, arracacha, ahuyama, fríjoles, cidrón, romero, poleo, cilantro, mafafa, lechuga, ¡hasta chócolo! Juntos, María Olga y Gildardo empezaron a sembrar plantas y semillas traídas de la finca de Sonsón, de la tienda agrícola, de la plaza de mercado. Poco a poco la huerta se fue llenando y con ella la alegría de sus cuidadores.
María Olga visita a la huerta todos los días, por la mañana y por la tarde. Gildardo quiere que el cultivo siga creciendo. “Me falta solo tener la mata de caña y la de plátano”, cuenta, orgulloso de su trabajo.

Pronto, algunos habitantes de Villa Camila empezaron a inquietarse. Algunos se preguntaban si era permitido sembrar; y otros, como Alba Rocío Quintero, la vecina del cuarto piso, se animaron a hacerlo también. Alba y María Olga ahora son amigas, cuidan juntas la huerta y comparten sus frutos.
Con frecuencia, se acercan algunos miembros de la comunidad para probar las coles, las aromáticas y las cebollas. “La huerta es un beneficio para todos ante el aumento de precios de los productos de la canasta familiar", dice María Gladys.
Algunas vecinas le recomendaron a la familia Vásquez Orozco sembrar flores alrededor del cultivo, otras se han animado a plantar naranjos y limoneros.

Mientras que la huerta de los Vásquez Orozco se expandía, también lo hacía la de Manuel, en otra de las manzanas de Villa Camila. Al identificar esa iniciativa, Comfama y la Alcaldía de Rionegro propiciaron la creación de un colectivo de vecinos para aprender a cultivar y a abonar. Con su asesoría, María Olga aprendió a hacer una compostera casera con nutrientes para su cultivo.

¿Cuál es el secreto para cultivar una huerta grande? “Disposición, ánimo de trabajo permanente y buenas eras”, cuenta Gildardo. ¿Qué es lo mejor de su casa propia? “Todo... ¡La huerta!”, responde María Olga. Es posible construir un futuro en el que los saberes heredados y las pasiones comunitarias tengan un lugar protagonista.

Las huertas y los jardines crean comunidad
Como la de María Olga, Gildardo y María Gladys, en Villa Camila existen 2 huertas más. Todas ellas, si bien están bajo la custodia de una familia habitante del proyecto de vivienda, son para el uso de todos.
Las primeras dos huertas que empezaron a cultivarse en Villa Camila son la de María Olga y la de Manuel. Cuando Comfama supo de esta iniciativa, como gestora del proyecto de vivienda, les propuso a sus habitantes crear un colectivo para encontrar formas de potenciar el espacio verde común, en compañía de la Alcaldía de Rionegro.
En este espacio no solo surgió una nueva huerta, la de Hernán, sino que los vecinos descubrieron en qué áreas se puede sembrar, cuáles son las especies más prósperas en el suelo del Valle de San Nicolás y cómo producir compost o abono orgánico.
Otros vecinos, aunque no han iniciado un sembrado como Hernán, María Olga o Manuel, sí han plantado especies de cítricos y de flores, para embellecer el espacio común.