El siglo XXI será el siglo de las vidas largas. Pero más que un dato demográfico, la longevidad es una nueva forma de entender el tiempo: cómo lo vivimos, cómo trabajamos, cómo cuidamos y cómo nos vinculamos.
Con esta convicción, líderes empresariales de distintas empresas se reunieron para conversar con Paula Forttes Valdivia, una de las voces más influyentes de América Latina en temas de envejecimiento y cuidados. Desde su mirada, vivir más no es un desafío, es un logro, y la pregunta urgente es cómo convertir ese logro en bienestar, propósito y desarrollo para las personas y las organizaciones.
Tres transformaciones que nos están cambiando la vida
Paula nos invita a reconocer que habitamos un tiempo de transformaciones profundas: la tecnológica, la ambiental y la demográfica. Tres movimientos que avanzan a ritmos distintos, pero que se entrelazan y redefinen la manera de vivir, producir y relacionarnos.
La tecnología nos conecta y nos aísla al mismo tiempo. La crisis ambiental nos recuerda nuestra fragilidad e interdependencia. Y la transformación demográfica —con una población que envejece y vive más— nos exige reinventar el trabajo, la educación, el bienestar y el sentido del éxito.
El bienestar como nueva productividad
El futuro del trabajo no solo depende de la innovación, sino del bienestar. Según Forttes, las empresas que reconozcan la longevidad como un activo y el cuidado como un valor estratégico serán las que prosperen.
El bienestar —más que un beneficio— se convertirá en la nueva forma de medir la productividad. Las organizaciones que incorporen la flexibilidad, el aprendizaje continuo y la colaboración intergeneracional no solo retendrán talento: construirán culturas donde las personas puedan florecer a lo largo de toda su vida laboral.
Aprendizajes que dejan huella
De esta conversación surgieron ideas que trascienden la edad y el cargo. Aprendizajes que invitan a repensar cómo trabajamos, cómo cuidamos y cómo medimos el éxito:
El edadismo es antiproductivo: la discriminación por edad nos empobrece como sociedad. Excluir la experiencia es desperdiciar conocimiento, relaciones y sentido.
Las generaciones no compiten, se necesitan: la juventud aporta impulso; la experiencia, profundidad. La innovación sucede cuando ambos mundos se encuentran.
El bienestar es estratégico: cuidar no es un acto asistencial, es una decisión económica inteligente. Las empresas cuidadoras son más sostenibles.
El aprendizaje no se jubila: las personas mayores quieren y pueden seguir aprendiendo, creando y emprendiendo. La formación continua debe ser un derecho en todas las etapas.
El cuidado se comparte: no es solo tarea de las mujeres ni de las familias: es una corresponsabilidad entre el Estado, las empresas y la comunidad.
Una nueva mirada sobre el tiempo y la vida
Paula nos recuerda que las personas mayores suelen ser las más felices, no porque tengan menos problemas, sino porque han aprendido a valorar el tiempo de otra manera. Han entendido que no se trata de correr detrás de los minutos del reloj (Chronos), sino de habitar la calidad del tiempo vivido (Kairós).
En una época que celebra la juventud y la velocidad, su mensaje nos devuelve al centro: madurar también puede ser innovar, y cuidar también es una forma de crecer. Porque vivir más no basta. Lo que importa es vivir mejor, juntos, durante más tiempo.
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