Guerreras y huerteras: imaginar el futuro a través de la tierra
28 de Septiembre 2021
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Un museo natural emerge en los parqueaderos del Museo de Antioquia. En ese espacio, #ElPoderdelaCultura se expresa en cada tomate, lechuga, aromática, risa y anécdota. Por historias como la de Luz Mery proponemos acudir siempre a la mirada amplia y generosa que ofrece la cultura para fortalecernos como sociedad.
Biblioteca de Saberes es el proyecto del Museo de Antioquia dentro de la alianza Imaginar el Futuro, #ElPoderDeLaCultura, que busca conectar con la tierra a las mujeres trabajadores del centro de Medellín.
En este espacio las participantes se capacitan en talleres de siembra y cosecha, comparten historias, tienen una remuneración asegurada por su jornada de trabajo, se alejan de su ambiente cotidiano y encuentran refugio y posibilidades para soñar con un mejor futuro.
Luz Mery: guerrera
Luz Mery Giraldo Hincapié llegó a Medellín en el primer año del nuevo siglo, el mismo en el que unos 300 hombres de los frentes Noveno y 47 de la guerrilla de las FARC atacaron a la población del corregimiento de Arboleda en su municipio de origen, Pensilvania - Caldas, y donde fueron asesinadas 14 personas en un hecho que la historia recuerda como “La masacre de Arboleda 2000”. Fue ese año cuando la violencia empujó a Luz Mery a lo que ella denomina “la ciudad más maravillosa que hay”, Medellín.
La recibieron las calles y la hostilidad de una urbe que, sin embargo, ella adora con el alma. El primer día conoció el Cerro Nutibara. Estando arriba, con la inmensa ciudad a sus pies, sintió una soledad desgarradora que la hizo pensar en devolverse. “Sentí mucho dolor por mis hijos, pero me dije: ‘no tiene pasaje, cómo se va a devolver, no puede, hágale a lo que sea’”, recuerda.
Entonces el destino la llevó al paraje que lleva habitando hace poco más de dos décadas. “Una de las primeras imágenes de esta ciudad es la del Museo de Antioquia, fue de lo primero que vi cuando llegué y también el Metro. Por ahí tengo algunos poemas de El Metro”, recuerda, haciendo énfasis en la producción literaria: “es que a mí me encanta la escritura. Esa es la forma de sanar, no de ver las experiencias difíciles sino las oportunidades”.
Cuando arribó a la capital antioqueña fueron los buses y las calles del centro su refugio y su sustento, su forma de hacerle el quite a las desgracias mientras sorteaba las dificultades mismas de ese entorno.
“Si yo no hubiera llegado a las calles –dice Luz Mery- hoy no sería la artista ni la persona que dinamiza este proceso, porque yo viví muchas cosas con las mujeres de ese tiempo”.
Giraldo recuerda que, en ese entonces, se acostumbraban las famosas “batidas”, redadas de la policía donde recogían a las mujeres de los espacios donde estuvieran ejerciendo la prostitución.
Los recuerdos de esos días le quiebran la voz e insiste, con cierta rabia, como si le reclamara a la vida: “yo veía que venía de una guerra muy difícil y llegaba a una ciudad con mucha bala, muchos enfrentamientos, muchas dificultades (…) entonces era darse cuenta de que la guerra no estaba solo en el campo, también en la ciudad y era peor”.
Una lideresa sensible por su entorno
Todas las contrariedades de su medio lograron en Luz Mery una sensibilidad especial con las mujeres que habitaban el centro de la ciudad. Un sinnúmero de violencias era el diario vivir de esta población por la que Giraldo empezó a asumir un liderazgo. Buscó y habló con Alcaldía, Derechos Humanos, Museo y Policía, con quienes lograría un primer avance en beneficio de sus pares: acabar con las batidas.
A partir de allí, hubo una presencia un poco más constante de DDHH en la zona, lo que permitió que estas violencias se fueran desnaturalizando y, de alguna manera, reduciendo.
Así, Luz Mery convocaba a las mujeres en la iglesia, en el Museo u otros espacios, e invitaba a los entes encargados de inclusión social y familia para atender la población y contarles sobre sus necesidades prioritarias: salud, vacunas, alimentación. Ellos tomaban fotos, notas y se iban, mientras las mujeres lideradas por Giraldo seguían presionando con cartas para que les brindaran atención permanente.
Luz Mery alcanzó un reconocimiento como una lideresa de impacto y fue nombrada educadora en una Institución de la Alcaldía. “Ese reconocimiento fue muy bonito, porque empecé a trabajar y dejé de estar en la calle”, dice.
Habían transcurrido poco más de dos años desde su arribo a la ciudad y ya Luz Mery debía trabajar como educadora con niños abusados sexualmente. Se preguntaba constantemente cuál es el porvenir de un niño o niña cuya madre estaba expuesta a múltiples violencias desde el embarazo: “es maltratada, está fumando, aguanta hambre muchas veces, trasnocha… yo decía, ‘acá hay un trabajo muy grande qué hacer de prevención, hay que atender a las mujeres y a las familias’”, entonces tomaba notas, escribía sus ideas y las enviaba a la Alcaldía.
Aunque su labor con los niños solo duró 4 meses, en las comunidades ya la reconocían y la llamaban para liderar proyectos de prevención de embarazos en adolescentes, prevención de violencias y entregas de condones en todo Medellín.
Para ese entonces, ya Luz Mery había logrado la gestión para capacitar mujeres en estos temas. Giraldo cuenta, con orgullo, que tuvieron la oportunidad de tener mujeres en ese proyecto, “ganándose millón 200 con sus prestaciones. Entonces eso fue un avance muy hermoso. Primer avance: se acabaron las batidas. Segundo avance: incluir extrabajadoras sexuales en trabajos formales”.
El impulso de Luz Mery para gestionar recursos, alianzas o convenios es igual de incontrolable al de su emoción por contar. Hay momentos en que la historia parece ir más adelante que su respiración, pero la agitación le gana. Cuenta que siempre buscan alianzas con instituciones como Comfama, el Museo, Sura o el Éxito, porque carecen del recurso, pero no de las ganas de continuar con sus procesos.
Las experiencias que brindan las Guerreras
Luz Mery y las “Guerreras del Centro”, en la actualidad, tienen una feria en el bar-galería Divas donde venden ropa y objetos usados que las personas les donan.
Pero además de la venta, la motivación principal para asistir a la Feria son las demás experiencias que este grupo de mujeres brinda a sus visitantes.
El ratico a 10 es una de las más exitosas. Luz Mery mira con picardía, se le arrugan las comisuras de los ojos lo que delata una amplia sonrisa debajo de su tapabocas, mientras cuenta: “estamos permanentemente haciendo los raticos a 10, que es sentarnos a hablar con el otro a contar, así como yo le estoy contando a usted, una entrevista al periodista, al político, al estudiante; les contamos la historia, les damos una entrevista y le cobramos 10 por el ratico”.
La Feria de las Guerreras del Centro se vale de todos sus códigos, jergas y simbolismos propios de su entorno, los incluyen en sus procesos y les dan un nuevo significado, así como hacen con sus vidas. “A las ferias le ponemos la parte artística, la parte humorística, le ponemos el amor, el cariño y las ganas de avanzar. Entonces estamos articulando el tejido, las plantas, la actuación, la huerta…”.
Cuando iniciaron el proceso de la huerta, hubo una cercanía especial con la iniciativa y el proyecto, además de permitirles adquirir nuevos conocimientos. Luz Mery dice que una de las cosas que más disfrutan es estar con personas que saben más que ellas sobre diversos temas, “que la sicóloga nos enseña una cosa, la trabajadora social otra, los comunicadores nos dan la oportunidad de contar nuestras historias”, y no deja escapar la oportunidad para bromear sobre su gusto por contar su historia: “a mí me tienen que entrevistar con frecuencia para no perder el impulso ni la memoria”.
Pero la memoria e inteligencia de Luz Mery en realidad son inagotables. Aprendió a conocer las instituciones y habla con propiedad de dependencias u organizaciones. Afirma que no es solo la Alcaldía la que debe comprometerse con y por el bienestar de las mujeres, también las ONG y las personas del común.
Huerteras en un museo vivo
Las “Huerteras del Museo de Antioquia”, como son conocidas, es una iniciativa que va más allá del ejercicio de la siembra y la cosecha. Es un tema de trabajo en equipo: los martes a las 9 de la mañana llegan al parqueadero del Museo, Adela reclama las herramientas, Gloria se encarga de coordinar los refrigerios para la jornada.
Una desyerba, otra siembra, una más riega mientras otras cosechan; todas, sin embargo, hacen catarsis de su semana y sus experiencias. Resaltan lo que caracteriza a su grupo: la bondad y solidaridad.
Hace poco, Gladis, una de las huerteras, sufrió un infarto y no ha podido recuperarse por completo. Mediante las Ferias, sus compañeras le envían alimentos y recogen dinero para cubrir los gastos del arriendo, ya que ella no puede trabajar.
El sentido de hermandad hace que estén pendiente de todas, si llegan o no, si habrá huerta o no, o qué actividades tendrán en la jornada. Aunque para Luz Mery ha sido un trabajo difícil, dice que han aprendido a trabajar en equipo, a solucionar problemas y a dialogar.
☝️ Va contando Luz Mery, y recuerda otros productos que también les brindan ingresos y que, como la experiencia en Divas, tiene toda la connotación de sus entornos.
“De todas esas frases que usamos en nuestro entorno –dice- las apropiamos, y con eso hacemos bolsos, serigrafía; esas frases así llamativas nuestras ‘me conejiaron’; ‘ni pa’ qué la traje’; ‘tengo la boca como una polvera’… dichos y frases, las vamos grabando en bolsos y los vendemos”.
La huerta les ha permitido pensarse de otras formas y Luz Mery tiene claras sus proyecciones con este proceso. Quiere que la huerta sea un proceso o iniciativa que se pueda replicar en toda la ciudad, donde se cultiven diversas cosas y generen intercambios de productos.
Quieren hacer ferias, generar ingresos y que los procesos sean permanentes para ellas poder continuar. “Con la organización, empezamos hace 20 años pensando que era imposible y hoy ya hemos hecho muchísimas cosas. Buscamos más acompañamiento profesional, más alianzas, más espacios”, dice mientras recalca que sus necesidades también están acompañadas de la voluntad de generar conciencia y transformar otras realidades: “queremos conseguir un proyecto que nos acoja a todas, nos pague y podamos andar por toda la ciudad hablando de arte, de cultura, de prevención de violencias, de salud sexual, que muchas puedan llegar a la universidad, que puedan tener un empleo digno”.
Luz Mery volvió a Pensilvania en un par de ocasiones, pero no es algo que disfrute. A veces, le gana la nostalgia. “No sé por qué no he podido sanar ese dolor, mi esposo era de allá y murió por la crisis económica que se dio a raíz de la violencia, y también un hermano, entonces hay mucho dolor todavía ahí. Me gusta más ir a otras partes en vacaciones”.
En contraste, reafirma su amor por el lugar que la acoge hoy y, sobre todo, que le brinda un reconocimiento y una posibilidad y motivo de vida. “Yo no cambio a Medellín, acá me quedo porque hay muchas oportunidades, pero sobre todo porque he podido desarrollar muchas actitudes de liderazgo”, concluye.
Hacer parte de Imaginar el Futuro lleva a Luz Mery a reafirmar cada día que el poder de la cultura está en todo momento y lugar, que los encuentros de las guerreras y huerteras las llenan de fuerza como colectivo y las hace soñar desde su individualidad.
Guerreras y huerteras

El ejercicio narrativo de Universo Centro
El poder de la cultura está en el diálogo, en esa capacidad de integración de saberes y sentidos. Voz colectiva, canto a la diversidad. Desde este rincón del mundo llamado Antioquia, organizaciones culturales nos unimos para resistir desde el arte y generar acciones que llamen a la reflexión. Somos memoria y futuro, huella en la Tierra. Esta página recoge muchas de nuestras historias.