Luis Arbeláez y el arte de hacer de la vida un instrumento musical
23 de Abril 2021
Tenía 12 años cuando sus manos, por primera vez, le dieron vida a una guitarra. Luis Arbeláez lo recuerda perfectamente: su padre Lázaro le dijo “esto se hace así para que suene así” y él, siguiendo al pie de la letra y al son de las cuerdas las instrucciones heredadas de su abuelo Isaac, conoció el oficio que lo acompaña hasta hoy, en su edad plenaria.
Aún pasa los días rodeado por quintillos, bandolas y tiples, por el aroma a viruta recién cortada y el frío húmedo de Marinilla, donde crecieron él y su taller Guitarras de Ensueño. Allí, ochenta años atrás y en compañía de sus 16 hermanos, se formó en el arte de la Luthería. “Nací en un hogar bastante numeroso y estudié en la escuela hasta quinto año. Luego principié a trabajar en la fabricación de instrumentos con mi papá, que me enseñó lo que él había aprendido del papá de él, mi abuelo”.
Esta historia de saberes, pasillos, madera, tertulias y chocolate se remonta a 1860, cuando un hombre español instruyó a Isaac Arbeláez para que, siendo apenas un adolescente, descifrara en un tronco de madera nativa la posibilidad de curvas, sonidos y trastes, la posibilidad de crear un instrumento musical.
En ese momento se compuso la melodía de una tradición familiar que ahora ya va en su quinta generación, en las manos del nieto de Luis, tataranieto de Isaac, Carlos Andrés Arbeláez. “Hoy por hoy seguimos aplicando las mismas técnicas del abuelo mío, porque gracias a ellas hacemos instrumentos de muy buena calidad y afinación”, dice don Luis, orgulloso de las canciones “surrunguiadas” y los acordes dulces que brotan de sus productos sonoros.
Por eso mismo, él asegura que “en el cielo vamos a pasar muy bueno porque va a estar lleno de músicos”. Lo que más disfruta de darle alma a los instrumentos es escuchar a quienes los hacen sonar con gusto. “Las personas que más he visto expresar en todo su cuerpo felicidad son los músicos. Si así viviéramos en este mundo todos, en nuestro trabajo y en nuestro hogar, viviríamos contentos. El que vive contento con lo que hace, se hace feliz a sí mismo, y, al hacerse feliz a sí mismo, hace el bien a los demás”.
Durante los últimos meses, aunque extraña reunirse con sus amigos a contar chistes entre cafés y armonías de su tiple, los recuerdos y el aprendizaje lo han acompañado en casa. “Vivir ha sido el mejor recuerdo: la imagen de la maestra que me enseñó a leer, de los juegos con canicas, andar en bicicleta, montar en bestia, caminar… he sido un todero y le doy gracias a mi Dios porque todavía le saco gusto a la vida, sobre todo ahora que me encarreté con el Internet”, cuenta. En el universo digital, don Luis se dedica a buscar “todo lo que sea bueno y bello”.
A través de esta conversación telefónica, sumérgete entre cuerdas y memorias en la historia y las historias que guarda con plenitud la voz del hacedor del alma de las guitarras: