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Trazando “Horizontes” para reconocernos inciertos

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Trazando “Horizontes” para reconocernos inciertos

Si hay penumbra, el arte ilumina. Su luz puede hablarnos del pasado, de la forma en la que hemos retratado nuestra cultura, nuestro paisaje y nuestro cuerpo, pero también puede mostrarnos horizontes del presente e incluso caminos posibles del futuro, al invitarnos a reconocernos, contemplarnos y crear desde lo que somos y hemos sido.

Partiendo de esto, nos unimos con el Museo de Antioquia para conversar sobre Colombia contada desde la incertidumbre con artistas, curadores, historiadores e investigadores invitados. A través de estos encuentros queremos retomar nombres del arte local y nacional desde finales del siglo XIX hasta hoy para abordar la obra de personajes como Francisco Antonio Cano, Pedro Nel Gómez, Ethel Gilmour, Beatriz Gonzáles, Carlos Uribe, Juan Fernando Ospina, Pablo Mora y Leonel Castañeda.

Junto a Juan Camilo Escobar, doctor en Historia y Civilizaciones, docente, curador y amigo del museo, reflexionamos sobre una imagen que ha sido a veces espejo y, otras, interrogante ante la gran y común pregunta sobre nuestra identidad: Horizontes, del maestro Francisco Antonio Cano.

¿Qué es ser antioqueño? ¿Hacia dónde se traza el proyecto de antioqueñidad? ¿Realmente existe una sola antioqueñidad? ¿Por qué “Horizontes” evidencia nuestra idea de futuro y esperanza? ¿Es posible ver en ella también un relato de nuestros dolores e injusticias? Todas estas preguntas hicieron parte de la conversación entre Juan Camilo y María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia, recinto en el que desde hace 15 años reposa el cuadro del antioqueño.

Él, que se transformó de artesano autodidacta de origen rural a artista académico independiente, impulsor de las artes plásticas y precursor del género del paisaje en el departamento, también, como nosotros hoy, pasó por momentos de incertidumbre y búsqueda: desde su sueño temprano de ir a estudiar artes a Bogotá, hasta su madura paradoja de hacer un arte para responder a las solicitudes de su país y región o poder desplegar sus preocupaciones en su creación propia.

Francisco Antonio Cano y Horizontes

Entre neblina y madera, Francisco Antonio Cano nació en una vereda de Yarumal en 1865. Su mamá, campesina; su papá, artesano. De él, quizá, tomó el amor por el cincel y el pincel. Hacia 1883 se fundó en el municipio, que aún no contaba con imprenta, el segundo periódico manuscrito, “Los anales del club”. Sus ilustraciones en él constituyeron su primera experiencia en el arte.

Entre viajes a Medellín y el sueño de estudiar artes en la capital del país, Cano fue enviado con 6.000 pesos por el gobierno a París. Eso, sumado al dinero recolectado por sus amigos, colegas y contertulios, le permitió estudiar, viajar y aprender del arte y las vanguardias europeas. Sin embargo, como cuenta Escobar, dicha oportunidad también implicó un peso futuro para el artista.

“A Cano le pesaba ese compromiso, por eso uno puede entender que muchos de sus cuadros fueran retratos de esos personajes, de las élites que hacían parte de un proyecto de modernidad regional y nacional”, señala. De la misma manera, cuadros religiosos o conmemorativos fueron para él otras formas de responder ante el país.

“Él decía que lo que más le gustaba pintar eran paisajes y flores, pero eso no lo pudo desarrollar por completo por las solicitudes de la región. Supo adaptarse a su medio: entender que tuvo que hacer un arte para vivir y otro para su desarrollo artístico individual y propio, resultado de sus preocupaciones”, explica el investigador, mientras indica que, en la época, “la idea de hacer arte nacional, poesía nacional, literatura nacional y música nacional en gran parte creó unos límites para la creación de los artistas que los hizo ser, al mismo tiempo, creadores y funcionarios”.

Alrededor de Horizontes existen diversas teorías. Hay quienes afirman que fue un encargo de la Gobernación de Antioquia por su primer centenario, pero no hay documento que lo pruebe. Lo que sí es cierto es que, como dijo María del Rosario, “quizá Cano no fue consciente de los imaginarios de identidad al hacer la obra”.

A dicha pintura, tan grabada en el corazón de los antioqueños, le han brotado mitos y leyendas del lienzo. Desde que fue inspirada en La creación de Adán, de Miguel Ángel, hasta que es una obra que habla del progreso, de la civilización, de la colonización de la sociedad antioqueña y de las familias tradicionales.

Sin embargo, Escobar propone otras miradas posibles, teniendo en cuenta la historia agraria colombiana y los momentos de desplazamiento campesino. Siendo así, los tres personajes representados podrían no ser madre, padre e hijo sino vecinos del campo, podrían no estar señalando el futuro sino el pasado, la tierra de donde vienen y a la cual quieren, pero no pueden volver.

“No sabemos si lo que pintó Cano fue todo eso que dicen que pintó”, puntualiza Escobar. Y, para él, eso invita a que hoy repensemos nuestra identidad más allá de los imaginarios que históricamente hemos heredado, sobre todo en momentos de incertidumbre como el actual desde los que podemos reimaginar paradigmas.

“Ya estamos más libres de las presiones regionalistas y nacionalistas. Creo que hemos ido creando una crítica suficientemente potente para que nos entendamos no solo como resultado de la ciudad, la región y el país en el que nacimos, sino también de la cantidad de presenciales y expresiones culturales que circulan en el mundo y que nos ayudan a construirnos entre ideas, sensibilidades estéticas, proyectos y prácticas”, concluye.

Las incertidumbres de Francisco Antonio Cano entre dos siglos [conversación]

Imagen: Horizontes (fragmento). Francisco Antonio Cano Cardona. Óleo sobre tela. 95 x 150 centímetros. 1913.