Nuestra sede en Itagüí: un lienzo vivo para artistas locales
01 de Febrero 2021
Diez, veinte, treinta potes de pintura. Cuatro escaleras. Pinceles de todos los tamaños. Quince refrescos donados por los vecinos de la cuadra. Un muro gris listo para cobrar vida. Siete días para lograrlo. Dos colectivos, dos artistas, muchos transeúntes con miradas entusiastas y una misma intención: hacer del arte un transformador del espacio y hacer del espacio un transformador del territorio.
¿El resultado? Un lienzo vivo y público con cinco murales coloridos dispuestos para todos los habitantes y visitantes del municipio Itagüí que representan, sin miedo y con esperanza, la diversidad que nos ha hecho, nos hace y nos seguirá haciendo humanos.
Leandro Quiroz, líder del programa de Cultura del Instituto Municipal de Cultura, Recreación y Deporte de Itagüí, programa que gestó y posibilitó la metamorfosis, cuenta que “detrás de esta iniciativa está la voluntad de resaltar diferentes temáticas del territorio a partir de las propuestas de las mismas personas que lo habitan, por eso realizamos una convocatoria para artistas locales que desde su estética propia construyeran el contenido del festival de arte urbano Grafitéalo: historias en colores”.
De esta manera, aquellas paredes grises y de ladrillo que rodean nuestro Comfama - Itagüí se convirtieron en el canva perfecto: son superficies externas visibles, están ubicados cerca de una vía principal y hacen parte de un lugar propicio para los encuentros, las conversaciones y el disfrute: nuestra sede.

“Si vamos a ser una plataforma de arte, entonces debemos democratizarlo”, añade Quiroz, quien resalta la vinculación de la comunidad durante la intervención. “El trabajo colectivo es importantísimo en el sector cultural y en este proceso no solo se dio entre los artistas, sino también entre los habitantes del barrio, quienes se acercaban a conversar con los artistas e incluso echarles una mano o compartirles agua y frutas”, comenta.
De hecho, para Vanessa Forero, miembro de 6B Graffitto, los momentos más significativos de aquella semana pintando el mural se dieron gracias a las mujeres que, con edades y contextos distintos, se acercaron a ella y a sus compañeras a expresarles sus pensamientos acerca del mural. “Nos decían que se veían reflejadas en él y eso le da sentido a todo. Cuando el arte tiene una intención y las personas se conectan con ella es cuando se da la transformación social”, manifiesta la artista.
Sus manos y las de sus tres colegas le dieron un nuevo significado a una de las obras más emblemáticas del pintor itagüiceño Eladio Vélez, La planchadora. En su época, el antioqueño retrataba la cotidianidad, que en el caso de las mujeres estaba dedicada a las tareas domésticas. Pero el presente es distinto, así que, rindiéndole homenaje a Vélez, pero también a las luchas de las mujeres, el colectivo plasmó su mirada.

“Queremos decir que esa planchadora ya no plancha, sino que tiene una regadera que le da vida a los libros, al conocimiento. Resignificamos los elementos de la obra de Eladio Vélez para mostrar que hoy podemos asumir cualquier rol y que eso nos aviva el corazón”, cuenta Vanessa. Para Daniel Bustamante, gestor cultural de la Fundación El Hormiguero, operadora de esta iniciativa, que además lleva más de siete años trabajando el muralismo y el graffiti como movilizadores sociales, son muchos los sueños que convergen en los murales.
“Esta es una unión de diferentes voces, desde los sectores público, privado y comunitario, que juntas buscamos intervenir los lugares públicos para que las personas se apropien de ellos y los disfruten. Cuando transformamos el espacio, transformamos a quienes lo habitan”, expone Daniel.
La apuesta artística de Juan David Durango, ganador de la categoría Enfoque Diferencial, lo evidencia. Tres rostros diversos, cada uno encarnando la cultura afro, los pueblos ancestrales y la comunidad LGBTIQ+, reafirman que aquellas calles son un espacio para celebrar la diversidad.
“Identificándome como miembro de la comunidad LGBTIQ+, pensé en que hablar de una sola forma de ser diverso era negar las muchas otras que también existen y resisten. Esta imagen es un elogio a las comunidades, un pare a los discursos de odio, una expresión que toma poder al salir a las calles y desplegarse en ellas para entablar un diálogo en vivo con las personas”, afirma Juan David.
El joven aún se conmueve al recordar la tarde en la que, mientras pintaba junto a su pareja y amigos, un hombre se acercó a hacerle preguntas sobre el mural. “Pensé que estaba alterado por el rostro de un personaje de la pintura, que tiene maquillaje y rasgos femeninos y masculinos, pero en realidad se acercó a decirme que muchas gracias, que le parecía muy bonito el arte. En una conversación, ambos derrumbamos nuestros prejuicios”.
De hecho, han sido las palabras de los transeúntes las que resumen la potencia de esta intervención. Alejandra Correa, vendedora ambulante de caramelos, expresa que “antes esto era muy apagado, pero ya quedó hermoso. Uno ve estas paredes así pintadas y rescata todo lo que es la humanidad. Yo sé que esto va a hacer que la gente se anime a estar más por acá, a sentirse seguro y feliz”.
