En defensa del fracaso
19 de Enero 2023
Por: Roque Daniel Dávila, responsable de Proyectos Editoriales en Comfama.
Soy torpe de manos y por eso no soy capaz de poner clavos, pero ahí estaba con segueta, puntillas y metro en el bolsillo, también con 4 de 5 de las uñas de la mano izquierda moradas por la sangre concentrada. El día anterior tuve que ponerle “grapitas” a un cable para que no colgara en la pared de un cliente, obviamente, muchos martillazos no dieron donde debían.
Tenía 22 años, estaba recién egresado como comunicador social y aunque tenía 6 meses de contrato como asistente de comunicación interna en una empresa de ropa íntima, renuncié porque seguro en la calle había mejores oportunidades. Me equivocaba, pero no lo sabía.
Envié muchas hojas de vida, nadie llamó, “ya era hora de empezar a producir”, me decía cada día. Por desespero empecé a trabajar instalando redes telefónicas.
Me aguantaron seis meses por cortesía. Segundo fracaso seguido, no conseguir trabajo, no aprender a manejar el martillo. Se leen simples, pero para mí autoestima fueron demoledores.
Tiempo después llegó la llamada soñada. Era de Comfama, había una convocatoria en el equipo de eventos institucionales. Dije sí. Algo de experiencia tenía, también ganas de aprender y estar en una empresa grande.
No sé decir mentiras, fui donde mi jefa y le pedí permiso para ir a la entrevista, me dijo que sí. Volví a mi trabajo y a las 5 de la tarde, al llegar mi jefa, me dijo: “hablemos”.
La conversación fue corta: “no quiero empleados que estén buscando trabajo en otra parte, o te quedas o te vas”. Sorprendido y asustado decidí saltar, me dije “voy a pasar a Comfama”. Desempleado pero optimista.
Al otro día desperté temprano, ansioso. Antes de desayunar entré al correo electrónico, en efecto había algo. Leí, no lo podía creer. “Muchas gracias por participar, pero ya no sigue en el proceso”, decía. Me había quedado “sin el pan y sin el queso”.
Lloré un montón, no sé si de tristeza o de frustración, ¿a quién se le ocurre dejar un trabajo sin tener el otro? Otro fracaso, el tercero en línea y ni un año como profesional.
Me quedé en casa un par de semanas sin querer salir de la cama. La tristeza y la vergüenza de la decisión tomada me torturaban. Un día sonó mi celular. Otra vez era Comfama, había una vacante para comunicador del Fondo Epm. Reintenté, pero de nuevo algo salió mal. La persona que iba a dejar el cargo se arrepintió.
“Comfama ya no fue” me dije, seguí repartiendo mi hoja de vida. Pasaron un par de meses aún sin empleo y contra todo pronóstico Comfama volvió a llamar, otra oferta, esta vez en comunicación para el desarrollo en Antioquia, Sucre y Córdoba.
Inicialmente les dije, “no, gracias”, pero cuando la persona al otro lado del teléfono me preguntó “¿está seguro?”, cambié de opinión.
En dos semanas todo estuvo listo. Mi aventura en Comfama empezó. Van diez años desde ese día. Hoy, al ver hacia atrás es fácil ver lo aprendido en los fracasos, la instalación de redes telefónicas me enseñó a enfrentar el miedo y a pedir ayuda. De renunciar sin tener otro trabajo aprendí a perder, a perdonarme por mis decisiones y a no “ensillar el caballo sin tenerlo”.
Pero lo más importante fue entender que, a veces, las bendiciones nos llegan disfrazadas de maldiciones. Hoy sé que, si la primera oportunidad a la que me presente a Comfama se hubiese concretado, yo hace rato hubiera renunciado.
¡Conversemos!
Roque Daniel Dávila
Responsable de Proyectos editoriales
roquedavila@comfama.com.co