Invertir en la primera infancia es construir un mejor futuro. La fórmula es simple: los niños y niñas de 0 a 5 años están en la etapa en que su cerebro se desarrolla en su máximo potencial, y si cuentan con atención integral para alimentarlo —afecto, nutrición, salud y educación—, con el tiempo ganarán habilidades personales, sociales y culturales para ser más felices.
Aquí algunas razones por las cuales es importante el desarrollo en la primera infancia:
Más del 80% del cerebro humano se desarrolla de los 0 a los 3 años, formando mínimo 1.000 conexiones neuronales por segundo. Esas conexiones pueden potenciarse en un entorno de seguridad, cuidado y afecto.
La inversión en programas para niños de 0 a 5 años tiene una tasa de rentabilidad hasta de 13,7%, con ventajas que se reflejan en mejor salud y educación, menos delincuencia y mayores ingresos. Los niños con un buen desarrollo temprano pueden aumentar sus ingresos individuales en el futuro hasta en un 25%.
Conscientes de la urgencia de priorizar el bienestar de los niños y niñas, la Fundación Éxito y la Alianza Medellín Cómo Vamos realizaron el informe ¿Cómo va la primera infancia en Medellín? 2016-2019, que da luces sobre las necesidades y retos de esa población, el 7.1 % del total de la ciudad.
La información analizada tiene como fuentes el Dane, el Sisbén, la Alcaldía de Medellín, la Encuesta Nacional de la Calidad de Vida y estudios previos Cómo vamos de Medellín, Cali y Bogotá entre 2016 y 2019, entre otras instituciones.
Esos datos no incluyen información posterior al inicio de la pandemia por covid-19 (según datos del Instituto Nacional de Salud, solo el 2 % de personas contagiadas en Colombia son de primera infancia). Sin embargo, el documento prevé factores que pueden afectar la calidad de vida de niños y niñas dada situación actual.
A continuación, te contamos los principales hallazgos del informe.
¿Cómo van los niños y niñas de 0 a 5 años?
Vulnerabilidad: una oportunidad para aumentar la atención
Tanto la población total en primera infancia como la población en condición de pobreza y vulnerabilidad (que se encuentra registrada en el Sisbén) se ha mantenido casi constante durante el periodo 2016-2019.
El indicador de acceso a servicios para la primera infancia, que mide la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, ha disminuido en Medellín del 15.8 al 6.6 %, una noticia positiva que celebramos.
No obstante, la pérdida de empleo generalizada que ha traído la pandemia puede hacer que crezcan los índices de familias en condición de vulnerabilidad y pobreza, y eso afecta directamente a los niños y niñas en primera infancia.
El programa Buen comienzo necesita seguir creciendo
En el 2019 cumplió 15 años el programa con el cual Medellín busca atender de forma integral los niños y niñas menores de 6 años en condición de vulnerabilidad.
Con el objetivo de cubrir esa población en su totalidad para el 2030, el sistema de información del programa arroja que entre 2016 y 2019 la cobertura aumentó: pasó de atender 69,2 % niños y niñas a 81,8%.
Pese a esa buena noticia, nos encontramos frente al reto del regreso a las aulas. Según la directora de Buen Comienzo, los niños y niñas que hacen parte del Programa han recibido atención virtual y telefónica durante la pandemia; pero el acceso a conectividad, computador y teléfono fijo o celular son limitantes para esta tarea, pues en algunas zonas de la ciudad esa brecha está altamente marcada.
La salud, compromiso de familias e instituciones
En cuanto al acceso y aseguramiento en salud, ha incrementado la afiliación al régimen subsidiado de niños de 0 a 5 años; la atención médica en el momento del parto se mantuvo en el 99,7 %; y la tasa de mortalidad de mamás y recién nacidos disminuyó.
Por otro lado, la cobertura de vacunación, una intervención necesaria para proteger la vida de la primera infancia, disminuyó en 4 puntos porcentuales, lo cual puede deberse a la llegada de inmigrantes en situación de pobreza.
Encontraron también que creció la tasa de mortalidad debido a enfermedades respiratorias, lo que nos invita a velar por el aumento de la calidad del aire en el Valle de Aburrá.
Nutrición: una tarea desde la gestación
Los indicadores de bajo peso al nacer, que significan mayor riesgo de enfermedades a largo plazo y de dificultades en el crecimiento, ha sido más alto en Medellín que el promedio nacional durante los últimos 5 años.
Ese dato, sumado a la caída del porcentaje de nacidos vivos con más de 4 controles prenatales, nos habla de la necesidad de fortalecer el puente entre madres gestantes, las posibilidades para mantenerse saludables y la atención pertinente.
Si bien desde el 2017 no hay muertes por malnutrición en Medellín y el porcentaje de sobrepeso y obesidad no han crecido en los últimos 4 años, el riesgo de desnutrición crónica aumentó en 3 puntos, y podría ser aún más desafiante dada la disminución de ingresos en algunos hogares debido a la pandemia.
La educación inicial y preescolar son vitales
En Colombia, tanto la educación inicial (prejardín y jardín) como la educación preescolar (transición), son las bases del sistema educativo y, por ende, potenciadores del desarrollo integral de los niños y niñas.
En Medellín entre 2016 y 2019 se presentó un comportamiento ascendente de la cobertura neta en educación inicial, pasando de 72,0 % a 83,4 % respectivamente para los grados prejardín y jardín.
Pero en el grado transición, que empalma la educación inicial la educación básica, la cobertura neta –que mide los niños en cierto nivel educativo y con la edad para cursarlo– disminuyó en 7 puntos porcentuales del 2018 al 2019.
Con ese panorama, y frente a una emergencia pública que puede incrementar la interrupción del proceso educativo, es urgente garantizar la infraestructura y las herramientas adecuadas para hacer de la educación inicial y preescolar lo más eficientes posible.
El reto: garantizar el bienestar integral de los niños y las niñas
Uno de nuestros principales desafíos es garantizar la calidad en la educación de la primera infancia en el marco del confinamiento. Privilegiar los aportes de la educación inicial y preescolar, la buena nutrición y el acompañamiento institucional para las familias más vulnerables, con disminución de ingresos y con restricciones de acceso a Internet, al teléfono y a plataformas digitales.
También son necesarios los registros de la cobertura de lactancia materna exclusiva en los primeros 6 meses de vida, así como el seguimiento a la nutrición de los niños hasta los 5 años, para garantizar su desarrollo en todos los ámbitos.
En ese sentido, la cobertura del programa Buen Comienzo debe superar las barreras del acompañamiento a distancia para garantizar que más niños y niñas crezcan sanos y felices. También para prevenir violencia y condiciones de vulnerabilidad en los hogares.