Maribel se define como una artesana. Su trabajo es hacer magia con las manos, y su inspiración, la familia. Aprendió marquetería para pagar la universidad de sus tres hijos; preparación de platos especiales para el matrimonio de su hija mayor; y modistería para hacer camisas para su nieto.
Le encanta salir a caminar en las mañanas y asistir a clases de gimnasia en Comfama. También trabajar en su taller de marcos para cuadros.
Pero desde que nació Cristopher, su único nieto, su prioridad y mayor alegría es verlo crecer. Todos los días, mientras su hija mayor y su yerno trabajan, lo cuida en su casa.
El amor de Maribel por su familia es tan grande, que solo pensar en la posibilidad de perderla le da mucho susto. Un susto que la paraliza, que le impide respirar con normalidad y le da ganas de llorar. “¡Es como si mataran a alguien al pie mío!”. Así lo describe.

Cuando apareció el covid-19, su temor creció. Se sentía nerviosa cada vez que su esposo o alguno de sus hijos salía a trabajar. Por la cuarentena, tuvo que dejar de ir a clases de Comfama, y dejó de pasar los días con Cristopher. Solo podía verlo a través de videollamadas.
Los noticieros y la soledad de las calles agudizaron los momentos de angustia. Pasaba los días con temor de que su esposo o alguno de sus hijos se llegara a enfermar.
Preocupada, su hija mayor, la mamá de Cristopher, le recomendó acudir a la Red de amor, cuidado y salud mental de Comfama, la caja de compensación familiar a la que Maribel está afiliada hace más de 30 años.
Cuando llamó por primera vez a la línea de la Red, la atendió por teléfono el psicólogo Daniel Alberto Perea. Inmediatamente detectó que el susto era ansiedad.
Entonces le recomendó el programa Activa tu cuerpo, con ejercicios personalizados de meditación, respiración consciente y entrenamiento físico. Con ayuda de sus dos hijos, Maribel aprendió a poner en el computador videos de yoga y mindfulness para conciliar el sueño.

El amor que sana
Justo cuando iniciaba la terapia para aprender a controlar la angustia, una sorpresa se atravesó en el camino: le dio una infección urinaria que la obligó salir de casa y a pasar todo un día en el hospital. Al día siguiente, cuenta, empezó a sentir fiebre, tos y desaliento. Tuvo que hacerse la prueba de covid-19.
Maribel llegó a su segunda consulta psicológica con la incertidumbre de tener o no coronavirus. Su miedo ya no era que su familia se enfermara, sino ser ella la responsable de su contagio.
Mientras esperaba los resultados de la prueba, se agravó su dificultad para respirar. Los pies le pesaban cuando caminaba de una habitación a otra. El desaliento le impedía cocinar, hacer marcos para cuadros y camisas.
Aparte, el hecho de pensar que debía aislarse de su esposo y de sus hijos la hacía sentir aún más débil. ¿Qué haría teniéndolos tan cerca, y sin poderlos abrazar? Daniel, su terapeuta, la escuchaba y la animaba.
Maribel resultó positiva para covid-19. Pero su familia no tuvo miedo. Sus dos hijos se dedicaron a cocinar y a las tareas del hogar. Y su esposo nunca dejó de cuidarla ni de dormir con ella.
El fisioterapeuta de Activa tu cuerpo, Jaime Escobar, le enseñó a incentivar la respiración inhalando por la boca, a través de un pitillo, y a exhalar por la nariz durante varios minutos.
La práctica continua de los ejercicios de respiración empezó a curar a Maribel de la dificultad para respirar y de las crisis de ansiedad. La compañía constante de su familia le ayudó a sentirse más fuerte y segura.
Pasaron las semanas y el virus se fue. La secretaría de salud de Bello, su municipio, le anunció que podía volver a salir. Sus hijos y su esposo también se hicieron la prueba de covid-19, y salió negativa.
Maribel sigue en casa, cuidándose, y practicando los ejercicios que le recomendó la Red de amor, cuidado y salud mental. “Con la terapia, empecé a recuperar el aire. Me sentí muy agradecida con el psicólogo Daniel y el doctor Jaime, porque estaban ahí cuando los necesitaba”, dice Maribel.
Un mes después de que le dieran de alta, terminó la cuarentena. Maribel pudo volver a recibir a Cristopher en su casa. “Cuando me vio, brincaba, me abrazaba y me decía: “Abuelita, no me sueltes nunca”, y lloramos los dos. La mejor medicina es el amor de los hijos y de los nietos”.

En Comfama estamos comprometidos en acompañarte a ti y a tu familia en los tiempos más difíciles. Para eso, nuestra Red de amor y cuidado está disponible para enriquecer la cotidianidad de tu hogar y proponerte caminos para que vivas más feliz.