Alejandra Cardona y su esposo, Luis Felipe Guerra encontraron en el crédito hipotecario de Comfama ese aliado que se ajustó a sus necesidades para cumplir el sueño de tener vivienda propia.
Más que un crédito: impulso para un hogar propio

Hace 15 años, por un amigo en común, Alejandra y Luis Felipe se conocieron en Marinilla. Cinco años después decidieron formar un hogar en La Ceja, donde se casaron y lograron durante varios años vivir en la casa de un familiar, sin pagar arriendo, pero siempre con la ilusión de tener un espacio propio.
«El sueño siempre fue tener la casa, algo que fuera de nosotros y que le pudiéramos dejar a nuestro hijo, Jacobo», cuenta Alejandra, quien también resalta que desde 2020 comenzaron una minuciosa búsqueda de créditos para tener su casa propia en el Oriente antioqueño.
Casi dos años estuvieron analizando opciones. Buscaban una tasa de interés que se ajustara a su presupuesto y, luego de comparar con otros bancos y cooperativas, encontraron que con Comfama se ahorraban unos 30 millones de pesos de intereses. Durante este tiempo, mientras se daba el proceso de estudio y aprobación, que duró casi un año, pensaron que no saldrían beneficiados, lo que les generó una frustración que se transformó en alegría cuando les entregaron el preaprobado.
Un gran esfuerzo para lograr el sueño
La felicidad de la aprobación trajo consigo otro desafío: reunir el 30 % de la cuota inicial. Su nuevo hogar, un apartamento de 49 metros cuadrados en un proyecto de vivienda de interés social (VIS), significaba hacer sacrificios. Todas sus primas y cesantías fueron destinadas al pago, recortaron salidas y gastos y, gracias a que no pagaban arriendo, lograron completar lo necesario. «Cada peso contaba. Renunciamos a viajes, a salidas, incluso a compras pequeñas que antes dábamos por sentadas», dice Luis.
Comfama se convirtió en un aliado en este proceso. Recibieron el subsidio Bono Hábitat de 5 millones de pesos por ser afiliados y comprar un apartamento en un proyecto de la Caja. Además, la cuota de manutención de su hijo Jacobo, de 2 años, se dirigió al pago del crédito, lo que disminuyó el monto total de la deuda. Como si fuera poco, a finales del año pasado, la baja de tasas del Gobierno les permitió reducir el plazo del crédito de 20 a 15 años. «Cada pequeña ayuda fue un alivio enorme. No habría sido posible sin esos apoyos», reconoce Alejandra.
El 31 de enero de 2024, la espera llegó a su fin. Recibieron las llaves de su nuevo hogar y, desde entonces, han dedicado cada día a organizarlo y adecuarlo a su gusto.
