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Somos puente

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«Los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes». Isaac Newton

«Vivimos tiempos contradictorios en los que nos abruman con datos catastróficos, pero a la vez nos reclaman confianza, en realidad se nos pide esperanza…», escribió Irene Vallejo, quien estuvo como invitada el año pasado en el Claustro Comfama, a una conversación con promotores de lectura, lectores y amantes de los libros. La escritora española subrayaba así el llamado más urgente de nuestra época. La confianza y la esperanza son la amalgama que mantiene unidas a familias, organizaciones y sociedades enteras.

Este bien público tan necesario, del cual depende la democracia, está, sin embargo, ante un déficit profundo, causado, quizá, por una cultura contemporánea deteriorada por las redes sociales, la polarización política y la cancelación o asesinato moral a aquel que ose disentir de la moral reinante. Moral que, además, parece cambiar más rápidamente que nunca.

En los años 20 del siglo xxi hemos inventado una nueva manera de dividirnos, la lucha entre el wokismo y el antiwokismo, una batalla mucho menos comprensible, y tal vez más sangrienta, que los viejos odios políticos. Por ello, tal vez no haya mejor momento que este para preguntarnos qué nos une, cómo aprovecharlo para nuestro bien común y quiénes pueden liderar esta misión crucial para la supervivencia de nuestras democracias.

Una de las respuestas la presenta impecablemente el neurocientífico argentino Mariano Sigman, quien también nos acompañó en las conversaciones que enmarcaron nuestros 70 años, así como Irene, en su libro El poder de las palabras. Cuando nuestros valores parecen alejarnos irremediablemente al no tener nada en común, las personas llamadas «los grises de alta confianza» son fundamentales para llegar a consensos. Como podría decir la canción de Facundo Cabral, no soy de aquí ni soy de allá, pero han desarrollado la capacidad de comprender los buenos argumentos de cada parte y están convencidos de que se puede hablar de aquellos temas que nos separan. Estas personas, que también pueden ser instituciones, funcionan como puentes, en la manera de hablar de Comfama.

La del puente es una metáfora que hemos usado con insistencia en los últimos años y que cada vez nos funciona mejor. La compensación familiar nació en Antioquia con Comfama en la mitad del siglo xx como una iniciativa de empresarios y sindicalistas, dos grupos sociales que algunos ven como contrapartes y no como los socios inseparables que deben ser. La compensación ha sido, desde entonces, un espacio para la construcción y jamás un campo de batalla.

En 2024, al celebrar los 70 años de esta institución entrañable, cualquiera de los lectores que pudiese haber presenciado una de las reuniones de nuestro Consejo Directivo, paritario, al tener cinco trabajadores y cinco empresarios, habría visto la persistencia y la belleza que tiene un puente construido con el amor y la sensatez como cimientos y estribos. En nuestras reuniones hay diferencias, pero no conflicto; hay disenso, pero no destrucción.

Esta es una entidad que, desde sus miembros del Consejo Directivo, como máxima expresión de gobernanza, hasta el más alejado geográficamente de sus empleados, se dedica diariamente a preguntarse qué hacer frente a los desafíos sociales de la región, cómo actuamos y, tan importante como lo anterior, con quién podemos trabajar para afrontarlos. En esta organización conectamos continuamente y desde siempre, a trabajadores, familias y empresas. Pero vamos más allá. Unimos, en este mismo espíritu, lo urbano y lo rural, lo joven y lo viejo, lo progresista y lo conservador, lo grande y lo pequeño.

En 2024 se nos presentaron desafíos singulares que, gracias a esa capacidad innata y cultivada de ser puentes, pudimos sortear con ventaja. Estos son algunos ejemplos que nos emocionan particularmente. Ante la disminución del empleo formal generada por la incertidumbre económica, trabajamos con empresas y fundaciones para mitigar el hambre (Comer es primero) y con empresas y entidades educativas para que muchos consiguieran trabajo lo más pronto posible (más de cien mil personas vinculadas en nuestra agencia de empleo).

Frente al reto del sistema de salud, conocido por todos, nos arremangamos conjuntamente con clínicas y hospitales de la región, de la mano de Sura EPS, para conservar nuestra sostenibilidad; hicimos, además, un trabajo en tecnología que nos permitió unas eficiencias inéditas. En una situación de es - casez de recursos para fondear la vivienda de interés social, nos la jugamos a fondo con una entrega histórica de subsidios y, gracias a Findeter, pudimos reactivar nuestro crédito hipotecario con foco en familias de menos de dos salarios mínimos de ingresos.

Nuestra respuesta a la incertidumbre en los ingresos de Comfama fue ambidiestra; por un lado, ahorramos como nunca sin dejar de cuidar cada empleo generado (más de $ 15.000 millones de ahorros en nuestro proyecto de excelencia operativa) y, de otro lado, continuamos invirtiendo a toda máquina (unos $ 85.000 millones) en los sistemas de información, colegios, centros de salud, sedes y parques para el futuro de Antioquia. A cada problema, una solución, creada con uno o varios aliados. Eso también es ser puente, un puente de aquellos destinados a cruzar la adversidad y llevarnos al futuro.

Los puentes sufren, desde luego, tensiones. El paso del tiempo, el uso continuo y el ocasional movimiento de sus orillas los exige y estresa. Por eso, durante 2024 aprendimos que era imposible hacer tantas cosas, tan rápido, con tanta pasión, sin generar algunos dolores. Escuchamos con humildad y atención a quienes nos expresaron sus dolores y críticas. Aprendimos de ellos y seguimos adelante procurando mejorar y convertirnos siempre en una mejor versión de nosotros mismos. Algunos nos criticaron, no importa si fue con o sin justificación, tampoco es relevante la forma, cada uno lo hace como puede. Lo esencial es que cada comentario lo escuchamos con humildad y atención, con ganas de aprender y mejorar, convencidos de que nadie critica lo que no lleva en el corazón. Uno no se desgasta señalando los defectos de alguien o algo que, en el fondo, no ama profundamente.

En este informe, un documento que es mucho más que una rendición de cuentas y se convierte en el texto base para el ritual anual de renovación de votos con nuestros fundadores y dueños, los empresarios y los trabajadores de esta región, presentamos las historias de nuestro corazón, los orgullos fruto de nuestro trabajo. Detrás de estos números, estos textos y estas imágenes entretejidas con cariño y dedicación, podrán ustedes ver con claridad nuestros valores, nuestras causas y nuestro propósito de seguir jalonando por muchas décadas la movilidad social de Colombia. Uno de los más bellos poemas del argentino Jorge Luis Borges habla de Suiza, una nación que desde hace siglos decidió vivir en paz, crear riqueza y construir en lugar de destruir. Ese país, lejano en clima y muchas otras cosas, comparte —sin embargo— con Colombia, su gran diversidad cultural, su historia de violencia y sus altas montañas, así como su pasado humilde. El poema se llama Los conjurados:

En el centro de Europa están conspirando. El hecho data de 1291. Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas. Han tomado la extraña resolución de ser razonables. Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades Fueron soldados de la Confederación y después mercenarios, porque eran pobres y tenían el hábito de la guerra y no ignoraban que todas las empresas del hombre son igualmente vanas. Fueron Winkelried, que se clava en el pecho las lanzas enemigas para que sus camaradas avancen. Son un cirujano, un pastor o un procurador, pero también son Paracelso y Amiel y Jung y Paul Klee. En el centro de Europa, en las tierras altas de Europa, crece una torre de razón y de firme fe. Los cantones ahora son veintidós. El de Ginebra, el último, es una de mis patrias. Mañana serán todo el planeta. Acaso lo que digo no es verdadero, ojalá sea profético.

Las cajas de compensación, unas entidades venerables que, siete décadas después de su creación, son las cuartas instituciones con mayor confianza de los colombianos, solo por debajo del sena, la Cruz Roja y el Ejército Nacional2, son una conspiración positiva, un puente que no solo conecta, sino que transforma ambos lados. ¿En qué los transforma, dirán ustedes? A las empresas les ayuda a encontrar su mejor versión, cuidadora del planeta y la humanidad. A las familias y personas en ciudadanos compasivos, trabajadores, pacíficos, democráticos y cultos. Parafraseando a Borges, podríamos decir que, en el noroccidente de Sudamérica, en Antioquia, en Comfama, estamos conspirando, y resolvimos olvidar nuestras diferencias y acentuar nuestras afinidades.

Pasan los años y nuestro compromiso sigue intacto, somos un puente que se mantiene firme, esperando a que todos lo crucemos, mañana y tarde, para saludarnos como vecinos, para abrazarnos, para construir cosas juntos, para soñar cómo sería Colombia si todos decidiéramos eso de «ser razonables». No nos rendiremos jamás y haremos, año tras año, como en 2024 y antes en la pandemia o hace unas décadas frente al narcotráfico y la violencia, todo lo que esté a nuestro alcance. Recordemos, como dijo la naturalista Jane Goodall, igualmente invitada a celebrar el evento central de nuestro aniversario número 70, que no hay nada tan contagioso como la esperanza.

Algunas cifras y datos destacados de nuestro 2024

  • 4,3 millones de personas cubiertas con nuestros servicios.

  • 2,4 billones ingresos operacionales (+13 % vr. 2023).

  • 123 mil empleadores respaldan nuestra gestión (+2,80 % vr. 2023).

  • 2,6 millones de población total afiliada (-2,4 % vr. 2023).

  • Más de 1,6 billones de pesos en aportes (+12 % vr. 2023).

  • 6.366 trabajadores en Comfama.

  • 8.458 idealistas en el total de empresas, sumando a Cosmo Schools, la Clínica Panamericana y Cesde.