Astrid Villa quería para su hija, Susana, una educación diferente, donde las experiencias estuvieran en el centro.
Susana Arbeláez Villa tiene cinco años y se cría en un ambiente de respeto. Desde que Astrid, su mamá, estaba en embarazo estudió y se formó en crianza consciente; luego empezó una maestría en Neurodesarrollo para tener más herramientas.
Toda la familia de Susana procura construir un espacio seguro para ella: Libre de violencias y donde sus necesidades de niña estén en el centro de la crianza.
Por eso, para la familia, pero en especial para Astrid, la elección de colegio fue difícil, angustiante. «Cuando uno empieza a estudiar acerca de la importancia de las experiencias en el desarrollo neuroemocional del niño, sabe que el entorno que lo rodea, en especial los primeros años, es determinante», dice Astrid.
Investigaron muchas opciones según las metodologías de educación, pero casi todas excedían su presupuesto, quedaban lejos de casa y los cupos eran muy restringidos.
El panorama fue desolador, tanto que Astrid hizo su duelo, pensaba que Susana no tendría acceso al tipo de educación que quería y que al salir del jardín infantil donde había sido feliz, tendría que estudiar en un colegio tradicional.
Incluso pensó que, como en casa se priorizaban las experiencias en el aprendizaje, el colegio podría encargarse solo de la parte académica. Un día, navegando en redes sociales, vio que una mamá preguntaba si alguien conocía los colegios de Comfama y otra compartió el enlace para saber más. Cuando ingresó, vio que era un colegio diferente y se inscribió para la pasantía o charla de introducción.
Iba abierta a todo, ya estaba resignada; sin embargo, al escuchar a la responsable de la sede fue descubriendo que sí existía un lugar como el que soñaba para Susana.
«No puedo creer que tengamos la oportunidad de un colegio de este tipo para Susana», pensó Astrid mientras escuchaba. Además de aprender las materias a través del juego, la exploración y los proyectos, su hija recibiría educación emocional, formación en alimentación consciente y tendría acceso a espacios de la ciudad para expandir su aprendizaje.
Desde que Susana ingresó a Cosmo Schools goza, no solo de un trato respetuoso y amoroso, sino también de un acercamiento y profundo respeto por la diversidad y del acompañamiento familiar por parte del colegio.
Astrid valora que Cosmo Schools, además, de ser un colegio que puede pagar y que le queda cerca a la casa, sea un lugar donde Susana estudia feliz, se divierte, refuerza su independencia, respeto y empatía por los otros.