Como contábamos en nuestra revista para la asamblea pasada, teníamos la consciencia tranquila por haber desplegado nuestros recursos y haber puesto toda la energía humana y espiritual de Comfama al servicio del cuidado de la vida, las empresas, el empleo, la salud mental, el sector cultural, la educación y las familias de Antioquia. Durante los meses más oscuros de la pandemia nos comprometimos de lleno con mantener nuestra esencia sin asustarnos, con profundizar nuestro propósito y estrategia en tiempos en los que otros aplicaban el freno de mano.
Hacia diciembre de 2020, pensando con el deseo quizás, creímos que 2021 sería el año de la pospandemia, pero qué lejos estábamos de comprender la dinámica del virus y sus consecuencias sociales y políticas. No habíamos reconocido aún que vivimos en una nueva época, que los retos se multiplicarían y que uno no puede jamás esperar el regreso al pasado, sino más bien observar con atención el horizonte, vivir el presente y adaptarse sin perder la identidad.
Cuando comenzamos, por ende, a proyectar el 2021 nos imaginamos un año “más normal”. Sentíamos la potencia de las empresas de Antioquia creando empleo formal a buena velocidad, anticipamos la llegada de las vacunas y previmos unas reaperturas social, cultural y económica completas. Sin embargo, estamos en la era de la imprevisibilidad y eso, aunque no queramos reconocer cuando nos llegan los cambios, termina siendo una inmensa oportunidad de aprendizaje.
Así, 2021 fue una gran escuela de adaptación, un maestro de creatividad, un gimnasio para el espíritu y un posgrado en esperanza.
Enero comenzó con un golpe contra nuestras ilusiones de retorno a la “normalidad”. Se anunciaron nuevas cuarentenas y cierres que, al final, sumaron casi 40 días del año. Las vacunas tardaron un poco más de lo previsto y, para ajustar, en abril comenzaron las marchas y manifestaciones en muchas ciudades. Todo esto dio un viraje momentáneo a la esperanza y el optimismo: hacia mayo estábamos ante un país desanimado, polarizado y angustiado.
No obstante, en Comfama decidimos ejercer la esperanza, que viene del latín sperare, que significa esperar. Tomamos el camino, además, de la espera activa, propositiva y positiva. Asumimos la actitud del agricultor, que siembra, cuida, escucha y comprende el desarrollo de los procesos naturales.
Aún sin saber si sería o no sostenible, comenzamos la apertura de nuestros centros de vacunación Covid; estábamos convencidos de que la vacuna, tanto en el plan público como en la iniciativa privada liderada por la ANDI, sería esencial para salvar vidas y retomar la reactivación del país.
Participamos en varios programas de construcción de paz y de escucha para ser puentes entre quienes marchaban y las instituciones: campañas cívicas, Asambleas posibilistas, diálogos entre la Primera línea y los empresarios, Tenemos que hablar Colombia; entre otros.
Seguimos entregando subsidios de desempleo: acompañando personas y familias en la búsqueda de un camino laboral. Trabajamos para que el empleo que se estaba creando fuera más incluyente; fuimos promotores de la Alianza por el empleo de jóvenes y mujeres y otras alianzas público-privadas para que el crecimiento económico se transfiriera, vía empleo, a la ciudadanía. Adquirimos el 100 % de las acciones de la Clínica Panamericana, en Urabá, por considerarla esencial para la salud de la región más promisoria de Antioquia. Fortalecimos nuestros programas de atención y acompañamiento a la salud mental e intensificamos nuestras inversiones en regiones, cultura y educación.
En síntesis, ante el temor y la incertidumbre naturales por restricciones, cierres y agitación política, decidimos acelerar nuestras más importantes iniciativas, confiando en que el futuro y la esperanza se construyen desde la acción.
En el mes de abril, las empresas antioqueñas nos dieron una gran noticia. En cuanto a empleo formal, recuperamos los niveles de febrero de 2020, antes de la pandemia; Antioquia lograba de nuevo 1.6 millones de empleos formales y la tendencia de seguir creciendo a toda velocidad presagiaba que la esperanza tenía no solo sentido moral, sino un claro respaldo en avances reales.
Poco a poco, el Gobierno nacional logró la llegada de las vacunas que tanto necesitábamos y Comfama fue parte de ese proceso que les devolvió la esperanza y cuidó la salud de millones de antioqueños. A diciembre habíamos aplicado cerca del 17 % de las vacunas de la región en nuestros 32 centros de vacunación, creados exclusivamente para aportar en este desafío nacional. En 2022 llegaremos a unas ¡2 millones de dosis!
Aceleramos de nuevo nuestros proyectos de infraestructura. La sede de Puerto Berrío fue inaugurada y la de Santa Fe de Antioquia le siguió a los pocos meses. Preparamos la apertura de nuevos colegios (ahora llamados Cosmo Schools) para pasar de 4 a 10 en enero de 2022. Abrimos cuatro centros de salud con Sura EPS para llegar a más territorios con nuestro modelo de cuidado y atención rápida en salud básica. Comenzamos la transformación profunda del Claustro Comfama en el centro de Medellín y seguimos sembrando decenas de proyectos que nuestros afiliados y comunidades cercanas verán florecer en los próximos meses.
Hacia finales del año lanzamos dos de nuestros programas más icónicos porque proponen caminos de futuro. Primero, en octubre, anunciamos el subsidio y programa de menstruación consciente, tercero del mundo y primero de Colombia, que pretende no solo beneficiar a miles, sino generar una conversación nacional sobre la dignidad de las mujeres, sobre la pobreza menstrual y sobre cómo la debemos enfrentar como sociedad. Segundo, lanzamos entre Cesde y Comfama nuestra Escuela empresarial, creada con el fin de ofrecer a las empresas y trabajadores educación técnica y de liderazgo a la medida de sus aspiraciones y necesidades, con agilidad y accesibilidad.
Entre más confianza nos dan las empresas y las familias, mayor es nuestro reto. En septiembre de 2021 alcanzamos cerca de 50 mil trabajadores afiliados más que antes de la pandemia. Hacia el mes de octubre ya nuestros parques tenían los mismos visitantes en un fin de semana que en el 2019.
Al evaluar nuestro año, celebramos que la educación continua comenzaba a recuperarse, la colocación de créditos sociales iba a buena marcha y los proyectos de vivienda que habíamos proyectado por años comenzaban a ser entregados para la dicha de cientos de familias.
En resumen, terminamos el 2021 satisfechos y retados. Ya no aspiramos a la normalidad, sino al cambio constante en la dirección correcta. Seguimos nuestro viaje de jardineros y cuidadores sin más ambición que seguir haciendo el bien mientras podamos, asumiendo con humildad nuestras oportunidades de mejora y alimentando nuestras aspiraciones con todo el amor que nos dan los antioqueños y el compromiso de una creciente comunidad de idealistas, empleados, aliados y proveedores.