Por: Gabriel Mesa Nicholls.
¿Por qué el cielo es azul?
24 de Marzo 2021
En medio de la pandemia, Esteban le preguntó a su papá, Gabriel, exgerente de EPS Sura, ¿por qué el cielo era azul? Una historia de esperanza en tiempos difíciles.
Mi diario de la pandemia comenzó el 5 de marzo y va en 1880 páginas. Se convirtió en una extensión natural de un ejercicio que había comenzado el 7 de enero de 2020 con mis resoluciones del año nuevo. Quería hacer un ejercicio de consciencia en mi vida. Tengo 53 años y nunca antes había podido lograrlo. Se trataba de una prueba de madurez del alma y de serenidad resoluta.
Esa tarea me permitió varias cosas: hacer catarsis y acumular, con una disciplina inquebrantable, un registro diario de mis emociones, miedos, satisfacciones, alegrías e ilusiones. Hoy al releerlo encuentro las palabras: esperanza, 319 veces; vida, 998; muerte, 756; aprender, 567; miedo, 384; sufrimiento, 99; cielo, 81; azul, 61; y Dios ha sido invocado de alguna manera, 403 ocasiones.
Eran las once de la mañana del domingo 24 de enero del 2021. Estaba acostado sobre el piso escuchando el silencio del tiempo y sintiendo la vida bajo un sol brillante y un cielo sin nubes. Casi había olvidado que Esteban, mi hijo de 11 años, mi amigo, mi maestro, mi aprendiz, mi cómplice, estaba a mi lado.
Mi mente cabalgaba invadida por sentimientos apocalípticos de miedo, desesperanza. Era el día 413 de la pandemia en el mundo, y habían pasado 324 días desde el primer caso de COVID-19 en Colombia; estábamos en el segundo pico de mortalidad en el país, con cifras diarias que rayaban los 400 muertos.
—¿Papá, por qué el cielo es azul? —¿Ahhh?, ¿qué? —¿Por qué el cielo es azul?, se escuchó de nuevo con mayor seguridad. —¿Por qué el cielo es azul?, atiné a repetir aturdido, saliendo de mi embotamiento. —¿Tú qué crees? Pregunté con la mente en blanco… —Una de mis profesoras dice que es por el mar, pero yo no creo, el mar está muy lejos. Debe ser por la luz…
Me di cuenta de que no tenía la respuesta, también noté que, tal vez, sin darse cuenta Esteban me sacó de la espiral negativa, y de paso me enseñó que fácilmente podemos cambiar nuestro foco de atención… pasar de lo urgente (los muertos y el COVID), a lo esencial (el cielo azul, el instante presente y la vida).
Me recordó que somos responsables de defender la inocencia en cada uno de nosotros, pero principalmente en nuestros niños, aquellos que hacen las preguntas simples, pero profundas.
Hace poco leí el prólogo que escribió Walter Isaacson para el libro Crea y divaga del fundador de Amazon, decía lo siguiente:
Un rasgo final compartido por todos mis sujetos es que conservaron un sentido de asombro infantil. En cierto momento de la vida, la mayoría de nosotros deja de preocuparnos por los fenómenos cotidianos. Nuestros maestros y padres, impacientes, nos dicen que dejemos de hacer tantas preguntas tontas. Podríamos saborear la belleza de un cielo azul, pero ya no nos molestamos en preguntarnos por qué es de ese color. Leonardo lo hizo. Einstein, le escribió a un amigo: “Tú y yo nunca dejamos de estar como niños curiosos ante el gran misterio en el que nacimos. Debemos tener cuidado de nunca superar nuestros maravillosos años, o dejar que nuestros hijos lo hagan”.
Mi hijo, llevar el diario de una pandemia y leer un libro me enseñaron a los 53 que, en tiempos de crisis, la esperanza es una responsabilidad y que nace en nuestros pensamientos.
PD: y entonces, ¿por qué es azul el cielo? Aprendí que la luz del sol llega a la atmósfera terrestre y se dispersa en todas direcciones al encontrarse con los gases y las partículas del aire. La luz azul se dispersa más fácilmente que otros colores porque está compuesta de ondas cortas y más pequeñas. ¿El cielo también será azul en otros planetas?