¿Sentir angustia nos hace menos hombres? Una historia acerca de la valentía que encierra el hecho de reconocerse vulnerable.
Un día, Jader Betancourt, de 37 años, instructor de los Centros de acondicionamiento físico de Comfama, no quiso pararse de la cama. Sentía miedo, temor y angustia sin razón, también experimentaba cambios repentinos de humor. Era extraño, él normalmente se caracterizaba por ser alguien seguro y amante del deporte.
Al principio dudó de sus sensaciones, pensaba que probablemente se trataba de pereza, sensación que experimentaba a las siete de la mañana, luego de pasar horas en vela durante la madrugada.
Jader prefirió hacerse el fuerte y guardar silencio, le costaba reconocer que algo andaba mal y es que aunque no lo educaron en una familia machista, no lloraba con facilidad y sabía disimular en momentos de tristeza; pero esta vez, en silencio se preguntaba ¿será que soy débil?, ¿flojo?, ¿qué dirán en mi empresa?, ¿me despedirán?
Uno de sus familiares lo notó extraño y le sugirió que contactara a la Red de amor, cuidado y salud mental de Comfama. Jader, aunque escuchó con atención, sintió temor y decidió posponer la llamada. Hacerlo significaría reconocer que era vulnerable.
Pasaron algunos días, mientras su círculo cercano le insistía, acerca de que buscara conversar su situación con alguien. Una mañana Jader hizo una pausa, respiró y admitió que si esperaba más sus pensamientos lo «enloquecerían». En un acto de valentía y de autorreconocimiento decidió llamar.
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Cuando le contestaron al teléfono Jader percibió algo inesperado, se sintió comprendido, en vez de juzgado, con facilidad entró en confianza y pudo convertir en palabras todas esas cosas que sentía lo agobiaban. Fue un ejercicio liberador.
De esa llamada a la Red de amor, cuidado y salud mental de Comfama le quedaron varios aprendizajes. Primero, algunos ejercicios de respiración y estrategias para relajarse frente la tensión. Segundo, y tal vez lo más importante, comprendió que mostrarse vulnerable, no lo hace «menos hombre».