Juan Sebastián Cárdenas es gestor ecosocial, diseñador regenerativo y, sobre todo, aprendiz. Su propósito está conectado con el desarrollo de organizaciones vivientes, reflexivas, conversacionales, incluyentes e interdependientes que se entienden como parte de una red en la que el florecimiento de la vida de los ecosistemas y las comunidades es el principio rector.
Conversamos con él sobre el futuro de las empresas y las acciones posibles para que hoy comiencen a asumirse como seres y agentes regenerativos desde la coherencia, las conversaciones y la regeneración.
En un bosque todo está vivo e interconectado. Las raíces de los árboles se comunican debajo de la tierra e incluso diminutas hebras de hongos hacen parte de esa conversación en la que interviene la lluvia, los viajeros polinizadores, el suelo... ¿en qu é se parece una empresa a un bosque?
Tienen todas las similitudes, sobre todo si se entiende a la organización como parte de un sistema ecológico. El bosque conversa entre sí para desarrollar colaborativamente procesos que honran y garantizan la vida en el planeta. Una organización no tiene mucha diferencia: es un grupo de humanos que se integra para, a través de la reflexión, la conversación y la interrelación, crear procesos que buscan un propósito común.
Reconocer esa red que somos nos permite entender que absolutamente todas nuestras manifestaciones económicas, sociales, políticas y culturales, incluidas las empresas, son también seres vivientes dentro de un ecosistema que deben buscar afianzar la vida, como el bosque. Esto nos lleva a una realidad irrefutable: la mejor manera de cuidarnos a nosotros mismos y desarrollar empresas receptivas es aprendernos y restaurarnos desde la naturaleza que somos.
Justamente Daniel Wahl, mentor en culturas regenerativas, dice que no se trata de “pensar en la naturaleza”, sino de “pensarnos como la naturaleza misma”. Esto nos señala que la regeneración va más allá de una preocupación por el medio ambiente. Cuando una organización decide abordar su interrelación con el ecosistema, ¿qué procesos debe mirar con atención como punto de partida?
Toda organización es, hace y dice. En esa trilogía, que llamo la trilogía de la integridad, se configura la cultura y el impacto real de una empresa. Ahí, además, se entrelazan la ética, la transparencia, la generosidad, el respeto y el amor esencial a la vida. Cuando hay coherencia entre el ser, hacer y decir, hay un punto de partida para cualquier proceso regenerativo dentro de una empresa.
La regeneración, antes que nada, es una actitud coherente frente a la vida: ¿lo que pasa dentro y desde la organización está aportando a la vida y al florecimiento de una relación armónica con el ecosistema que somos? Si la respuesta es sí, estamos yendo por el camino de la regeneración.
¿Existe algún método, paso a paso o camino efectivo para hacerse estas preguntas profundas como organización?
Claro. La conversación sensitiva es una metodología que no es otra cosa que un ciclo ecológico. Tiene varias etapas: escucha, desarrollo, interacción, aprendizaje y trascendencia. Esta es la herramienta que utilizo en las empresas como gestor ecosocial para evitar los sesgos que muchas veces no nos permiten entender la vida desde otros lugares.
Siempre se empieza escuchando porque sin la escucha, no hay conversación. Sin la conversación, no hay aprendizajes. Sin los aprendizajes, no hay caminos para proponer transformaciones. Entender primero ese ser organizacional es el primer paso para intervenir el hacer y el decir desde la mirada de la regeneración.
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Y la naturaleza está llena de conversaciones sensitivas, adaptativas...
De hecho, en los contextos empresariales se puede aplicar la bioimitación, que se trata de ver cómo trabaja la naturaleza para replicar sus formas eficientes, colaborativas y adaptativas en todos los niveles: en procesos de innovación, de democracia, de respuesta a la crisis. Ahí tenemos grandes oportunidades para adaptar capacidades de aprendizaje, salud y resiliencia organizacional, si desde el propósito estamos conectados con afianzar la vida.
Entonces, ¿se puede hablar de capitalismo regenerativo?
Todavía hay retos como organizaciones humanas de salirnos de lo antropocéntrico y reconcebir los significados que le hemos dado a la riqueza, al éxito o a la prosperidad. El capitalismo, históricamente, se ha desarrollado en la cultura del tener cuyas ficciones miden el progreso con el producto interno bruto o la globalización. Nada de eso es posible si no garantizamos primero la vida planetaria.
Por esa razón, el enfoque regenerativo exige una resignificación del capitalismo. ¿Cuál es el significado que le hemos dado a la palabra? ¿Qué debe significar ahora para seguirla usando? Asumir que nuestras necesidades humanas están necesariamente dentro de las necesidades planetarias nos va a llevar a entender el capitalismo desde el ser y no desde el tener, porque solo así puede transformarse en una vía para cuidar esa red que somos.
¿Cómo llevar a cabo una transformación tan profunda, que incluso atraviesa el lenguaje?
Winston Churchill dijo “les damos forma a nuestros edificios, luego ellos nos dan forma a nosotros”. Construimos un montón de edificios llamados desarrollo, éxito, abundancia, bienestar. Darles nuevos sentidos es el resultado y a la vez el inicio de repensar, resignificar, reconcebir y regenerar nuestra presencia y actitud en la red de la vida porque implican todas las formas de relacionamiento que tenemos.
El lenguaje atraviesa los procesos humanos y trae respuestas. Economía y ecología, por ejemplo, comparten la misma raíz, eco, que quiere decir oikos, nuestro hogar, el planeta. La economía, como encargada de gestionar sus recursos, debe honrar la ecología y sus patrones de vida. La biosfera por sí sola tiene la capacidad de regenerarse, ella no nos necesita. Somos nosotros los seres humanos y las empresas quienes debemos activar la atención para honrar ese oikos.
Pero activar esa atención de la que hablas es complejo, incluso, desde lo individual. Estamos rodeados de datos contundentes, noticias alarmantes y pronósticos que advierten y confirman la urgencia de replantear nuestra presencia en la Tierra. Sabemos que en 2050 habrá más plástico que peces, vemos arder cada año los bosques y, aun así, no nos atrevemos a cambiar hábitos. ¿Qué más necesitamos para vincularnos con este llamado como seres y organizaciones?
Mi primer libro fue El principito. Mi mamá me lo regaló cuando tenía un año y ella siempre me hacía énfasis en la conversación sobre la domesticación y los lazos. Me gusta como concluye el zorro: “no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Cuando yo empecé a ver a las organizaciones como seres y no como marcas, fue cuando comencé a ver con el corazón.
Este tema de la regeneración es esencialmente un acto de amor, de aprender a ver con el corazón. Al entender el amor como los procesos que celebran la vida y el desarrollo del hábitat, la regeneración se vuelve algo contundente. Si las ficciones que hemos creado de manera colectiva, como las empresas, responden a este principio, estarán regenerando nuestra presencia.
¿Qué lecturas recomiendas para líderes empresariales que se estén haciendo estas preguntas?
Diseñando culturas regenerativas, de Daniel Walh: es una guía, una brújula para no perder el norte de lo que es la regeneración.
El arte de amar, de Erich Fromm: acompaña a entender el amor como el lugar donde florece la vida, como un proceso regenerativo. Esta lectura puede ser complementada con Tener o ser y La revolución de la esperanza, del mismo autor.
The Systems View of Life: A Unifying Vision y Presence: Human Purpose and the Field of the Future: dos libros indispensables para afianzar el descubrimiento de una 'ciencia del todo' y el enfoque hacia las culturas empresariales regenerativas.
La lecturaleza: la principal lectura para personas y empresas, la de la naturaleza y la de ellas mismas.
Sobre esta última e indispensable lectura, las comunidades ancestrales y campesinas son las más expertas. ¿Cómo podemos integrarlas como maestras y protagonistas en los procesos empresariales?
Las empresas regenerativas no se entienden como el centro, sino como una red de conversaciones que afianzan la vida. En esas conversaciones es esencial tener las voces de estas comunidades maestras por diversos motivos: regeneran nuestra mirada para ver lo que es esencial, afianzan proyectos en colaboración y nos recuerdan conceptos como la unidad del todo y el buen vivir.
¿Veremos pronto transformaciones a nivel macro?
Estamos acostumbrados a asociar el futuro del planeta, y por ende nuestro futuro, con muchas noticias negativas, pero también están pasando cosas positivas. El hecho que hoy estemos conversando sobre esto y que Comfama se esté preguntando por su potencial conversacional dentro del ecosistema ya habla de una transformación.
En Chile, por ejemplo, hay un proceso regenerativo de la constitución cuya principal líder, Elisa Loncón, es originaria del pueblo ancestral mapuche. Eso es un mensaje bonito para el mundo. Aunque es cierto tenemos poco tiempo y que hay límites planetarios, como nosotros y como Chile, hay un montón de personas, culturas y empresas que están apostándole a celebrar la vida y a honrar su florecimiento. Si eso se replica, crece y contagia, por supuesto que llegarán grandes transformaciones.