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El español que amó a los Tayronas

Este es el relato citado en la columna del director de Comfama, David Escobar, del 24 de septiembre de 2023 en El Colombiano, "Pistas para un relato nacional". Léela aquí.

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El español que amó a los Tayronas
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"En la historia ya conocida, y siempre controversial, del llamado descubrimiento de América, es la parte que corresponde a Santa Marta, posiblemente, la más hermosa y humana, muy a pesar de su fatal desenlace. Hablamos precisamente de Rodrigo de Bastidas, un notario de Triana, en Sevilla, España. Atendiendo a una cédula real del 10 de abril de 1495, que invitaba a los españoles a viajar al nuevo mundo, Bastidas decide, a los 40 años, cambiar su tranquila y rutinaria vida entre folios, reclamaciones y pleitos por una aventura en los recónditos parajes de una América aún desconocida (ojo: nacer a los 40 y en aquellos años…).

Algunos historiadores sitúan sus primeras expediciones por el Caribe en 1493, al lado de Cristóbal Colón. Otros dicen que Bastidas obtuvo permiso real el 5 de junio de 1500. Sin embargo, la expedición que lo llevó a descubrir las costas del caribe colombiano, junto a Juan de la Cosa y a Vasco Núñez, siguiendo el mapa de Alonso de Ojeda, según versión de Fernández de Oviedo, fue en el año de 1502. Llegó al Cabo de la Vela, referenciado ya por Ojeda, pasó a Coquibacoa y fondeó sus carabelas por primera vez en la bahía de Santa Marta, llamándola así porque posiblemente su llegada fue un 23 de febrero, día de la Santa Marta de Astorgas. Las embarcaciones fueron rodeadas por cientos de canoas que acompañaban a los caciques de Taganga, Bonda y Gaira, líderes de los nativos que se hacían llamar Matunas. Más adelante, estos pueblos serían llamados Tayronas por los españoles, debido a una muy común fragua de oro, que ellos denominaban “tayros”.

Bastidas fue bien recibido por los Matunas y hubo intercambio comercial. Con el cacique de Bonda acordó dejar al marino Juan de Buenaventura para aprender la lengua. Al viejo, como era llamado cariñosamente por su gente de confianza, el encuentro con los Matunas lo dejó muy impresionado por amable, comercial y pacífico entre dos épocas de la humanidad. Bastidas continuó su viaje y descubrió la desembocadura del gran Río Yuma, que rebautizó con el nombre de Río Grande de la Magdalena. Luego, pasó al golfo de Urabá, que llamó Golfo Dulce, donde estuvo a punto de naufragar por culpa de un molusco llamado Taraza, que había dañado el casco de las carabelas. La expedición entonces toma rumbo hacia La Española. A la llegada a Santo Domingo, Bastidas fue hecho prisionero y fue decomisada su carga por el gobernador Bobadilla, acusado de capturar caribes en Cartagena y Barú. Luego, fue embarcado a Cádiz en La Aguja, la misma carabela en la que también iba detenido Cristóbal Colón (algunos historiadores niegan esto).

La flota de barcos que va rumbo a España donde se encuentra la carabela llamada “La Aguja” y que lleva prisioneros a Bastidas y a Colon de repente se ve inmersa en una gran tormenta que hunde en la inmensidad del mar a Francisco de Bobadilla gobernador de la Española y a toda su flota, a toda menos a una carabela, “La Aguja” que logra sobrevivir.

A su llegada al puerto de Cadiz, Gonzalo Gómez de Cervantes, corregidor de Jerez de la Frontera, avisa a los reyes de la llegada de Bastidas y es dejado en libertad e invitado a Alcalá de Henares donde el obispo Juan de Fonseca, que había autorizado su primer viaje, lo recibe y lo acompaña en un desfile triunfal por las calles llevando consigo muchas de las riquezas recogidas en su expedición por las costas colombianas. Recuerdan esa imagen de un conquistador que en la corte de los reyes exhibía papagallos, frutos exóticos, oro acompañado por varios indios Tahinos de las islas. Ese era Bastidas. Así que en vez de la cárcel, Fernando e Isabel lo utilizaron para convencer a nuevos inversionistas sobre las bondades de un nuevo continente y así promover entre los españoles los viajes a América.

Bastidas regresa a su casa de Triana como toda una personalidad, se reencuentra con su esposa Isabel Rodríguez de Romera y sus hijos Juan, Gonzalo y Rodrigo y en sus caminatas por el puente que separa a Sevilla de Triana su pensamiento viaja al inolvidable mundo de los Tayronas.

Empiezan los preparativos para su viaje de regreso a la Española gracias a la renta que le da la corona sobre los frutos de su descubrimiento en Urabá y el Sinú y en 1504 se echa a la mar. Se instala con su familia en Santo Domingo donde es pionero en el negocio de la ganadería y con el dinero y su prestigio empieza a armar su propia flota siempre pensando en regresar a la bahía que había llamado Santa Marta. En 1507 realiza una nueva expedición a mi tierra y se reencuentra con su amigo el Cacique de Bonda con quien realiza un viaje por varias poblaciones y conoce de primera mano la organización política de los Tayronas confederación de pueblos libres y empieza a sonar con la fundación de una nueva sociedad junto a los pueblos nativos, alejado ojalá de la guerra que España sostenía con las grandes potencias y que en la española ya se hacía insostenible.

En 1512 es nombrado alcalde de Santo Domingo y en los documentos de ese hecho dice tener 35 años. En ese periodo realiza varios viajes más al territorio de los Tayronas con quienes sigue preparando su gran proyecto de vida de verdad un “mundo nuevo”.

Están divididas las opiniones entre los historiadores cuando se trata de precisar el año de fundación de la ciudad de Santa Marta. La Academia Colombiana de Historia dice que tuvo que ser después del 23 de junio de 1526 y la Academia de Historia del Magdalena afirma que fue el 29 de julio de 1525. Aunque al final se optó por esta última fecha, lo verdaderamente relevante para la continuación de nuestro relato es que, para entonces, la solidez económica de Rodrigo de Bastidas comenzaba a hacer agua.

Debilitar la influencia y el poder que España tenía sobre el Caribe era la tarea de ingleses, franceses y holandeses. De hecho, en La Española ya se sentían sus efectos. Bastidas le debía una suma considerable a la Corona y otro tanto a los inversionistas que financiaban lo que sería la expedición final del navegante de Triana al país de los Tayronas. Así que la noche del 28 de mayo de 1525, a bordo de una nueva nave comprada al marino Francisco Báez, bautizada con el nombre de Santa Marta, Bastidas deja Santo Domingo con rumbo hacia su destino. Su llegada a la bahía más linda de América fue apoteósica, no por haber llegado acompañado de una gran flota, sino porque lo estaban esperando. El recibimiento que sus ya viejos amigos los Tayronas le dieron a Bastidas y a sus hombres fue alegre y caluroso. Cientos de canoas rodearon la embarcación y cientos de regalos se repartieron entre los recién llegados. Bastidas pactó con los caciques de la región y se ganó la confianza del todopoderoso Cacique de Bonda, quien le ofreció el lugar para la fundación de la ciudad y, con él, las fuentes de agua, las terrazas de siembra, los pozos de sal. Era la vida en abundancia. El cronista Juan de Castellanos lo recuerda así:

“Según los que más saben de este cuento / fue principio y origen de sus males / no consentir hacer mal tratamiento / ni robo en aquellos naturales”.

Bastidas traza entonces la ciudad y comienza la construcción de las primeras casas. Nombra a Pedro de Villafuerte como alcalde y a Rodrigo Álvarez Palomino, soldado que fue de Cortés, teniente general de la nueva provincia. Precisamente, entre estos dos personajes quedará marcado el destino del fundador y el de la joven población. El descontento de Villafuerte y sus secuaces por la firmeza con la cual Bastidas hacia cumplir su pacto con los Tayronas, hizo que sus ambiciosos amigos urdieran y llevaran a cabo un plan para asesinar al gobernador. Sin embargo, los hechos se desencadenan con tan mala suerte para los traidores que Bastidas sobrevive al atentado haciéndose el muerto y logra dar la voz de alarma a sus hombres.

Los traidores huyen y Palomino organiza la persecución de los conspiradores. Pero de nuevo la fatalidad golpea la causa de Bastidas, ya que Palomino muere ahogado en el río que hoy lleva su nombre. Sin esperanzas de poder quedarse, Bastidas es llevado herido a la isla de Cuba y muere en Santiago meses después. Con él muere la posibilidad de un nuevo mundo. Dice el historiador Tirado Mejía que el Cacique de Bonda y, digo yo, su socio y amigo, al saber que Bastidas fue muerto por su propia gente, ya no quiso tener paz con los cristianos…".

*Escrito por Carlos Vives para Cromos. Citado por David Escobar en su columna "Pistas para un relato nacional" de El Colombiano. Léela aquí.