En el viaje la memoria y la imaginación se encuentran para reconocer nuevas realidades. Viaja con nosotros a través del territorio colombiano, conversaciones con sentido y travesías compartidas.
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Wârû ûnüküad`ê, viajar para encontrarnos. Proponemos rutas compartidas que nos hablan de historias, caminos recorridos y tertulias rodeadas de naturaleza y conexión. Mar, llanura, selva, bosque, mangle, desierto, ciudad... los escenarios son infinitos para descubrir universos llenos de maravillas. ¿Eso que alumbra en tu corazón es tu alma viajera escuchando el llamado?
Para viajar con propósito
Este decálogo inacabado y siempre mutante, como el mismo viajero, recoge los principios de la experiencia transformadora de estar en travesía, que no es otra cosa más que un estado del alma:
El viajero sabe respirar y lo hace con consciencia. Inhalar y exhalar son, en esencia, sus herramientas para estar presente, para vivir el descanso y la resistencia como dos aliados en el camino.
Entiende que cada lugar deja huella en su corazón, así como sus pasos dejan huella en cada lugar. Por eso, un alma viajera asume con responsabilidad el impacto ambiental y cultural de su visita, y comprende que no viaja para apropiarse de lugares o costumbres ancestrales, sino para aprender y respetar la riqueza que habita en la diversidad.
Está en constante aventura, aún sin salir de casa, pues tiene la capacidad de viajar a través de conversaciones, libros, películas, canciones y sueños.
Celebra que existan tantos viajes como viajeros, por eso no se compara y abraza sus propios ritmos.
Goza nutriendo su mente y espíritu, intercambiando miradas, bailes, sabores y conversaciones con la curiosidad de un niño explorador y la generosidad de quien se deleita con las historias compartidas.
Su equipaje es ligero, pero siempre lleva consigo una cámara mental para capturar en la memoria los instantes genuinos para los que no hubo tiempo de poses ni filtros perfectos.
Conoce y practica los dos idiomas universales del viajero: una sonrisa y un gesto de respeto y gratitud.
Dispone su mirada a reconocer realidades diversas a través de otros mundos, raíces y cosmovisiones posibles.
Cuida y valora sus grandes hogares: su cuerpo, su casa y el planeta.
Tiene claro, gracias a sus viajes, que en la vida vale más el camino que el destino. Por eso, como este decálogo, vive en creación, en ruta.
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