La Comedia Nacional es una institución pública de teatro en Uruguay que lleva 76 años de labor ininterrumpida y que cuenta con un elenco estable de treinta actores y actrices, quienes son contratados por la Intendencia de Montevideo para aprender, experimentar y construir experiencias alrededor del teatro, en una mezcla entre la tradición y la vanguardia, para beneficio de toda la población. Su modelo es único en Latinoamérica y referente en el mundo, pues refleja la voluntad política de un país por dinamizar la cultura nacional.
Sobre el escenario del Teatro Pablo Tobón Uribe, en Medellín: una cama, varios actores. Los actores salen y entran, rodean la cama, se sientan sobre ella, conversan alrededor de ella. Las luces juegan sobre todo el recinto y las voces surgen para contar una historia, la historia escrita por el chileno Guillermo Calderón y el uruguayo Gabriel Calderón, basada en El Príncipe Constante, del español Pedro Calderón de la Barca. La obra en escena, llamada Constante, reinterpreta aquella comedia clásica y narra el absurdo de la violencia, la tortura, la dictadura y la impunidad. Las actuaciones son impecables y sugieren en los espectadores imágenes monumentales para llenarse de preguntas. Sin embargo, detrás de la historia de esta obra de teatro que viajó desde Uruguay hasta Colombia, gracias al Festival de Teatro y Música Comfama San Ignacio, resalta la historia de Comedia Nacional, el elenco que la hace vivir en escenarios de todo el mundo.
En Montevideo, la capital de la República Oriental del Uruguay, específicamente en el Teatro Solís, un centro intercultural público y patrimonial impulsado en 1840 por una sociedad de 156 accionistas, quienes deseaban un lugar digno para el arte en la ciudad, que lograron inaugurar en 1856, habita un elenco teatral estable que desde hace 76 años ejerce una labor ininterrumpida para promover experiencias alrededor del teatro por los escenarios y las calles de todo el territorio. La Comedia Nacional, una institución pública fundada en 1947 por iniciativa de personalidades políticas y culturales de la época, cuenta con 30 actrices y actores fijos, es decir, artistas que ganaron un concurso público, tienen un contrato con el estado, reciben un salario mensual y llegan a jubilarse de su profesión como cualquier otro empleado estatal.
La institución funciona de la siguiente manera: se elige un director artístico, propuesto por todo el elenco, que organiza y programa toda la temporada del año con un cuerpo de delegados compuesto por tres actores y un representante de la administración pública; este director se contrata por tres años, con opción de prórroga por tres años más, y después se renueva. La temporada se divide en tres franjas con tres estrenos en cada una, lo que daría un total de nueve obras de teatro al año, aunque pueden existir variaciones. El director, con el cuerpo de delegados, se encarga entonces de seleccionar esas nueve obras y los directores para cada una de ellas; esos directores traen sus cuerpos técnicos y son apoyados por los talleres de la Comedia: taller de vestuario, de escenografía, de utilería.

Esta dinámica de trabajo exige un horario para los actores de 2:30 p. m. a 11:00 p. m. todos los días, con descanso los lunes; jornadas en las cuales tienen lugar los ensayos, las presentaciones de las funciones de jueves a domingo en el Teatro Solís, y actividades relacionadas con la actuación en museos, escuelas o calles para tender puentes hacia toda la sociedad: tanto la que va a grandes espectáculos, en importantes escenarios, como la que se deja sorprender por una pequeña muestra de teatro leído en alguna plaza de la ciudad. “El trabajo en Comedia Nacional es muy enriquecedor y nunca es aburrido, siempre están surgiendo ideas nuevas en donde nosotros podemos insertarnos y hacer valer lo que hace un teatro público, que es hacer llegar textos y producciones a la gente de la propia ciudad, a la gente que paga los impuestos que nos pagan los sueldos a nosotros”, comenta Juan Antonio Saraví, actor del elenco.
El teatro como vocación
En general, la mayoría de actores y actrices de Comedia Nacional proviene del teatro independiente y egresó de la EMAD (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático Margarita Xirgu), la primera escuela de teatro de Uruguay que debe su nombre y su existencia a la actriz catalana Margarita Xirgu, exiliada en Montevideo por la Guerra Civil española. Cuando ingresaron a la institución, ya tenían claro que era al teatro a lo que querían dedicarse por el resto de sus vidas: “Terminé la escuela, pasé al concurso, entré a la institución y allí empecé a desarrollarme y a alimentar mi profesión. Ya hace casi 40 años que hago teatro, empecé desde muy joven, y por supuesto que lo hago porque básicamente me hace feliz; ese es el mayor motivo para seguir intentando y fracasando con esta profesión”, confiesa Luis Martínez, actor del elenco.
Dentro de las oportunidades que les ha ofrecido la Comedia, aparte de la tan anhelada estabilidad en el mundo del arte, se encuentra la exigencia, la investigación y la preparación constante, la adaptación de la profesión para múltiples contextos y escenarios, la estimulación permanente de la creatividad, la experimentación con diferentes estilos y directores, la participación en eventos y festivales a nivel local e internacional, el trabajo con otros cuerpos estables de la ciudad como la Banda Sinfónica de la Filarmónica de Montevideo, y la posibilidad de recibir formaciones con dramaturgistas y profesionales internacionales.
El teatro como necesidad
No es coincidencia que Uruguay sea el único país de Latinoamérica con una institución pública de teatro, pues existe una tradición artística que se viene desarrollando desde la época colonial, que se consolidó en 1840 con la construcción de grandes y diversos teatros como el mencionado Teatro Solís, el Teatro Larrañaga, el Teatro Progreso, el Teatro Miguel Young, el Teatro Urquiza, el Teatro 25 de Mayo y el Teatro Macció, por los cuales circularon compañías, repertorios e intérpretes nacionales e internacionales, que impulsó la creación de la Comedia Nacional en 1947, y que dio origen a grupos de teatro independientes como el Teatro del Pueblo, El Tinglado, El Galpón o el Teatro Circular; toda esta historia es muestra de una sociedad que ha hecho del arte el centro de su identidad y que hoy cuenta con más de setenta salas teatrales, treinta de ellas en Montevideo, y numerosos espacios no tradicionales donde sucede el encuentro, la conversación y la reflexión.
“Ya hoy no es discusión que Uruguay tenga un equipo de teatro con estas características, no es tema de debate, pues estas instituciones dignifican y hacen que el país sea referente en Latinoamérica y el resto del mundo. Hay muy pocos elencos estables en el mundo, en Latinoamérica, con nuestras características, somos los únicos, y para todos los partidos y espectros políticos que existen en este momento en el país, es motivo de orgullo y distinción”, enfatiza Luis Martínez.
Por lo tanto, si en Colombia quisiéramos tener un elenco similar, es indispensable, según la mirada de estos actores y actrices, que exista voluntad y respaldo político para disponer de fondos públicos para una actividad que, en general, los políticos no contemplan, y contar con un grupo de gestores y aliados que garantice la permanencia, la promoción y el ejercicio cultural. Todo esto porque, más allá de la importancia que pueda tener el teatro a nivel político, sobresale su importancia a nivel social y humano: “La comunión que se da en el teatro, la vinculación entre la platea y el escenario humanos, no se da en ninguna otra expresión artística. En la presentación de una obra, importa solo ese mismo momento, que es absolutamente único y, sin duda alguna, transforma mentes. No importa a que altura de la vida se te cruce, el teatro es una vivencia total”, comenta Juan Antonio Saraví.
“El teatro es un fenómeno de encuentro. Cuando soy público y cuando estoy en escena también, siento que hay algo que nos une en ese momento, más allá de ideologías, de creencias; compartimos una experiencia humana. Realmente creo que con la Inteligencia Artificial y todo lo que se viene, si hay algo de lo que no se va a poder prescindir nunca es del teatro y lo celebro y espero seguir estando viva para ser parte de eso”, confiesa, por su parte, Stefanie Neukirch, otra actriz del elenco. En ese mismo sentido, complementa Luis Martínez: “El ser humano tiene la necesidad de juntarse, de verse reflejado, de pensarse, de proyectarse, de analizarse, y todo eso lo proporciona el teatro, lo proporciona un escenario hablando de nosotros los seres humanos, de nuestras virtudes, de nuestros defectos. El teatro es el único lugar donde sentimos que somos parte de algo, que estamos todos conectados, y todos los problemas que pensamos que son individuales, son colectivos; no es mi problema, son nuestros problemas”.