Los lugares amados se componen de momentos, de fotogramas que construyen los sentidos. Son la luz de la mañana que se cuela entre los dedos, el “¡A la orden!” de un vendedor de tinto, el pocillo con flores pintadas en que te lo sirve.
Son el árbol abuelo en la esquina del parque, el aleteo en bandada cuando un niño pasa corriendo. El olor a rollo liberal recién horneado, las campanas de la iglesia, guías de múltiples agendas e itinerarios. Son luciérnagas, motos, vallenatos y acordes de despecho.
Hace poco cumplimos el anhelo de vivir a orillas del río Magdalena, de habitar una región grande, pujante, que nos conecta con las raíces y con el futuro. Felices, te regalamos este mapa de instantes sonoros, de fragmentos de paraíso, de imágenes vivas que nos aceleran el corazón.