La pregunta por la historia de Guatapé
—¿Dónde quiere que nos tomemos el café, Lina? Aquí es muy pinchado, aquí no tanto y esta es la esquina más popular, la que más me gusta.
—Obviamente, en la esquina popular, donde a usted más le gusta —le digo a Álvaro Idárraga, director del periódico El Zócalo y miembro de la Asociación Comité Cívico Cultural de Guatapé.
Poco a poco llegan señores a tomar café y a conversar, o mejor, a gozarse el uno al otro.
Álvaro me dice que en esa esquina uno puede escuchar los refranes más raros y chistosos, y tiene razón, porque mientras conversamos llega un señor al que los demás le dicen: «Al fin la cabra pa’l monte tira». Todos ríen.
«Yo soy un desplazado voluntario del embalse», advierte Álvaro para hablar de su historia en Guatapé. Vivió nueve años en la escuela del pueblo, le dictó clases de literatura e historia, durante trece años, a niños y jóvenes, pero un día, en 1977, se preguntó quién fundó el municipio, qué pasó con la gente desplazada, con las escuelas que ahogaron, y emprendió una investigación que hoy sigue alimentando desde las voces de campesinos y arrieros.
Pese a que Álvaro recibe críticas de amigos y conocidos sobre la cultura y el patrimonio de Guatapé, él insiste en que los zócalos, criticados o bien vistos, se han convertido en un blasón que permite que muchos habitantes se aferren a unas tradiciones en riesgo .
«Guatapé es un pueblo de un arraigo fuerte como los pueblos del Oriente. Guatapé es el municipio que más saltos y cambios ha dado en Antioquia. Un pueblo muy criticado y al mismo tiempo bien visto».
Recorro sus calles mientras veo a turistas ansiosos por capturar fotos de las puertas, las ventanas y los zócalos. Finalmente, llego a El Zaguán, una casa antigua que funciona como café-bar donde se presentan cuenteros, poetas, músicos, proyecciones de películas y exposiciones de arte local. Jhon Alzate, uno de los gestores culturales encargados de este espacio, me invita a conocerlo y conversar un rato.
Jhon trabajó varios años en la administración municipal, pero cansado de la política y de los gajes administrativos se asoció con un amigo para convertir una antigua casa en un espacio independiente y autogestionado para la cultura de Guatapé. «El Zaguán es un espacio alterno en el pueblo, donde nos podemos escuchar, también hacemos conversatorios sobre política porque nos interesa formar a los jóvenes del municipio en pedagogía electoral, que conozcan los planes de gobierno y decidan a conciencia».

Además de trabajar en este proyecto, desde hace once años Jhon gestiona y realiza Más que Sonidos, un festival de rock que usa como herramienta para incentivar la conversación sobre la resistencia, el conflicto armado, la memoria y el territorio.
Para El Zaguán, como para otras iniciativas independientes, la sostenibilidad es un reto constante; según John, es necesario fortalecer los procesos formativos de arte y cultura a nivel municipal y revitalizar el Consejo de Cultura, pues el pueblo ha concentrado sus esfuerzos en el desarrollo del turismo, y por un tiempo ha dejado de lado los escenarios de aprendizaje para las expresiones propias de Guatapé.
Motivos para volver
Sofía Giraldo era niña cuando en Guatapé no existía ni acueducto, ni embalse. Todos los días su mamá la mandaba a recoger agua a la quebrada en un recipiente hecho de guadua cortada con una tusa de maíz como tapa. A esa misma hora salían todos los niños del pueblo a recoger agua al mismo puente donde se quedaban jugando y chapoteando. Para el tiempo en que Sofía llegaba a casa toda el agua que había recogido se había filtrado y solo le esperaba un regaño de su madre.
Sofía cuenta esta historia, junto con otros adultos mayores, en una serie de entrevistas grabadas por el Comité Ético Cultural de Guatapé en 1994. Cuando Estefany Marín encontró esta y otras historias en la biblioteca del municipio, quiso, a falta de un archivo fotográfico municipal, representarlos en acuarela y darle un rostro a las voces y a un pueblo sin represa para habitar. La búsqueda de Estefany por comprender la historia del pueblo la llevó a idear el proyecto Artefactos Guatapenses. Cinco historias de cinco objetos cotidianos y cinco personajes, que reconstruyó a partir de estos relatos y que intenta ilustrar a manera de los dibujantes de la Comisión Corográfica o de las Acuarelas de Mark.
Además de la historia de doña Sofía Giraldo, la artista representará una escena de Eurocita, la partera del pueblo que hacía gelatina de pata, de Nacianceno y Sacramento, expertos tapieros, y de Federico Benjumea, el herrero que fabricó todas las chapas especiales de Guatapé.
Estefany es una joven recién graduada de Artes plásticas de la Universidad de Antioquia. Vive en Guatapé desde muy pequeña. Su infancia la pasó aprendiendo y asistiendo con su mamá a talleres y cursos de manualidades ofrecidos por Empresas Públicas de Medellín y Comfama. Luego, cuando ya era una adolescente, participó de las actividades programadas por el municipio y la Casa de la Cultura, donde se formó en teatro, danza y zancos. Hacia el 2008, hizo parte del colectivo artístico Tabú, con el que giraron por diversos pueblos de Antioquia con el propósito de atraer turismo. «Teníamos que salir de Guatapé para mostrar Guatapé». Estos, menciona Estefany, fueron unos de los mejores años para la cultura en el municipio, luego, con el cambio de gobierno, la cultura pasó a un segundo plano en el presupuesto público local y el colectivo, que intentó como pudo mantenerse en pie, pero finalmente se disolvió.
Por unos años Estefany estuvo dedicada a sus estudios en Medellín, pero ahora se alegra de regresar a reconectarse, sobre todo en un momento en el que la administración se está haciendo preguntas y está trabajando por recuperar la escena cultural e histórica del Guatapé, pues, según ella dice: «Uno quiere volver a su municipio y devolver lo que uno quiso tener y no pudo».