Logo Comfama
Ayuda
Postales del Norte

Santa Rosa de Osos, de espíritu está hecha la montaña

Postales de Antioquia Santa Rosa de Osos
Santa Rosa de Osos, de espíritu está hecha la montaña

Conspiradores del placer

El Taller de Literatura Rayuela es famoso en Santa Rosa de Osos. Por él han pasado muchos jóvenes aspirantes a poetas o narradores. Cualquiera sabe orientar a quien busque el taller: unidad cultural, segundo piso, pregunte por Leandro. En ese lugar está el salón, están los libros, se consiguen los fanzines que publican los jóvenes escritores que lo integran, hay cojines en el piso para las veladas literarias, paredes con ejercicios adheridos, cadáveres exquisitos, ilustraciones, la silueta protectora del Quijote.

Leandro Múnera acoge en ese salón a sus correligionarios —estaría mal decir sus alumnos, aunque algo habrá de enseñarles—. Los arrastra a sesiones maratónicas de lecturas, poemas declamados, historias esbozadas en el papel, actos públicos planeados como quien trama una conspiración. Pero el Taller de Literatura no puede ser contenido por las cuatro paredes de ese salón. Cuando se conoce a los integrantes se tiene la sensación de que en el pueblo entero subyace el dibujo invisible de esa rayuela.

En el parque Berrío, Fredy Martínez administra hace dos años Pa’l Café, un quiosco pequeño rodeado de mesas y de árboles. A las estantería de su negocio llegan las publicaciones del Taller de literatura que comparten lugar con los libros de poesía escritos por Fredy, las compilaciones del desaparecido festival Poetas sin Voz. Y conforme avanza la noche, llegan sus cómplices en la literatura como guiados por esa rayuela que tiene la forma de las calles del pueblo.

El modo en el que se vive la literatura en Santa Rosa tiene que ver mucho con las calles. No es raro que uno de los performances planeados en el taller lleve a Juliana López a recorrer el pueblo arrastrando una escalera, usando un casco de obra, una máscara antigás, como un espectro distópico que de cuando en cuando se detiene, se trepa a la cumbre de esos peldaños y aúlla versos de dolor o erotismo o versos de silencios punzantes. «A ella ya no la sigue la sombra / de su cuerpo ya exhausto, / la sigue la sombra de su recuerdo».

El nombre del taller no solo alude a la obra de Cortázar, señala explícitamente el juego, porque eso es lo que hacen Leandro y los miembros del taller. Para las clausuras de literatura, para el Festival Alternativo de Poesía, para las veladas literarias que se hacen a lo largo del año, crean juegos, experimentos, maneras distintas de abordar las palabras, nuevas formas de leer.

Postales de Antioquia Santa Rosa de Osos

Rayuela es literatura con escenografía, con música, con imagen. Incursionan en la poesía visual y la crónica. Transitan por el cómic y la dramaturgia. Componen canciones y no le temen a la autopublicación. Las revistas y los fanzines que publican son modestos, escasos, a veces encuadernados a mano; están llenos de recortes, juegos de palabras y formas. Claramente disfrutan escribir, leer a los amigos; hay que repetirlo: leer a los amigos. Así triunfa una conspiración.

Los días de El Salón

Algo especial tiene que suceder en una casa de fachada discreta que se eleva sobre un mural de figuras extraordinarias moldeadas en arcilla. En alto relieve, un bestiario montañés parece cobrar vida: una vaca de cuernos romos, la cabeza de un oso corona la composición, un ave rapaz reposa en la rama de un árbol, hay una nutria que atisba un horizonte escondido, un tigre que se apresta a saltar, la rana silenciosa, el perro en vela, una liebre que no huye, un hombre en compañía de su infatigable mula. A todos los rodea la exuberante vegetación de la montaña: está el omnipresente maíz, un frailejón tallado con toda majestad, montañas en las que altísimas palmeras clavan la raíz, flores y semillas que acentúan la escena con sensualidad bestial.

Lo que sucede en esa casa, lo que ha venido sucediendo hace tres años, algo tiene que ver con las figuras. Es el Centro Cultural El Salón, guarida de artistas, músicos, actores, escritores. Casa sui generis de Santa Rosa, consagrada a la creación; en una habitación un grupo de teatro ensaya una obra, en el solar alguien prodiga cuidados a la huerta, en un cuarto del fondo, una banda de rock azota sus instrumentos, en la habitación de artes se secan los acrílicos de una pintura reciente.

El Salón nació como alternativa a la oferta oficial del municipio. Sus fundadores, años atrás, participaban en el programa Vigía de los Osos, pero la lentitud administrativa, el presupuesto negado, desmanteló el programa, sin embargo, no a ellos. No a Rodolfo Restrepo ni a Daniela Gómez ni los demás integrantes que siguieron trabajando juntos y crearon este espacio para llenar sus días.

La cotidianidad de El Salón transcurre entre gestiones, ideas, empresas inauditas y esfuerzos por pagar el próximo arriendo. El mural que eligieron para custodiar su fortaleza es un gesto que reconoce el patrimonio del municipio. Asimismo, quisieron crear murales parecidos en otros lugares del pueblo para hacer rutas patrimoniales, guiar a los visitantes y compartir con ellos lo que se atesora en los barrios y las veredas de Santa Rosa. Pintaron uno en el Coliseo y en el barrio Nuevo Amanecer, a las afueras, pintaron las fachadas como si estuvieran fundando una utopía llamada La Sociedad de las Flores

En este Centro Cultural el trabajo colaborativo es ley y cualquier expresión artística tiene cabida. La casa, de aspecto colonial —patio central, ventanas de madera, suelo ajedrezado—, se queda chica para la cantidad de personas que llegan a habitarla. Es madriguera y guarida. Un refugio para quienes padecen la avidez de la creación. Los días de El Salón tuvieron su esplendor, pero como todo, eran finitos. Algún desacuerdo, los rigores de la escasez, una discusión mal zanjada, la imposibilidad de hacerlo todo o tenerlo todo hizo que en los primeros días del año 2020 sus miembros tomaran la decisión de cerrar. Aunque ellos, al ser artistas, actores, escritores, músicos, saben, como si existiera un pacto tácito, que los nuevos días de algo nuevo, mejor o simplemente distinto, están por comenzar.

Postales de Antioquia Santa Rosa de Osos

Llueve rock

Hace años no se realiza en Santa Rosa de Osos el Festival Llueve Rock pero parece que el aguacero desatado por la música no tiene cuándo escampar. El estudio de grabación de Checho Avendaño tiene una agenda apretada. Entre sus proyectos personales como músico y los grupos de rock, metal, punk y hip hop que le solicitan espacio para ensayar o grabar un tema, no da abasto.

Quienes están dulcemente contaminados con el germen del rock tienen, además, la tendencia a convertirse en hombres y mujeres orquesta. Checho oficia de productor musical, hace tatuajes y piercings. En Entrerríos es el baterista del grupo Playa Muerte.

Cualquiera de los músicos que llegan a su estudio a pulir una canción puede desplegar un currículo similar. Juan David Arias hace parte de los grupos Alunizaje, Calamares y Taxidermia. Julián Pareja toca en la banda de punk Infecto y en la de hiphop Alunizaje. Vanessa Viana integra el dúo Cuatro y Voz, hace parte del grupo musical La Matuna y, como si fuera poco, también colabora con el Centro Cultural El Salón y es una consumada activista en el colectivo de mujeres artistas FemArt.

Las tardes de ensayo en el estudio Sonarte son como conciertos privados, reuniones de amigos, fiestas breves en las que nunca se repite una canción, porque si alguna se repitiera a fuerza de ensayar y ensayar, en cada ocasión sonaría distinto. Los miembros de Alunizaje sienten así esos encuentros. Es un grupo recién conformado, cada nueva canción que componen es celebrada con bombos en las redes sociales. Jacobo Matteucci, el vocalista, empieza a cantar la letra aprendida, pero un arrebato de improvisación lo puede conducir a esa rima que hacía falta para que el tema, tantas veces ensayado, dé un giro y quede completo.

Las horas de encierro en el cuarto insonorizado del estudio se acompañan con una conversación que nunca se interrumpe. Quienes comparten aventuras no se cansan de escuchar las mismas historias porque, tarde o temprano, esas anécdotas de la noche, las travesías de carretera, los amores cosechados en las fiestas, los tragos, las penas que se quieren olvidar, la amistad sin condiciones, se convierten en hilo conductor de letras que se cantan torrencialmente.

Por: Diego Agudelo