Logo Comfama
Ayuda
Postales del Norte

Norte, la pléyade secreta

Postales de Antioquia Podcast
Norte, la pléyade secreta

Para los antiguos, el Norte simbolizaba lo imperecedero, lo permanente, lo que no puede cambiar. En esa dirección, la estrella polar se mantenía fija en el cielo, guiaba a los marinos, era el ancla celestial que mantenía en su rumbo a los viajeros. El cielo nocturno del Norte antioqueño a veces deja ver entre el cúmulo de nubes a esas estrellas. Desde las montañas de Ituango son copiosas, incluso en esas faldas del Nudo de Paramillo una noche despejada puede premiar con el espectáculo del universo. Cielos así escasean en una tierra de tanta agua en la que los vientos arrastran la niebla hasta las calles de los pueblos más elevados y caminar es sentirse en el vientre de un fantasma, uno que no espanta, que se cuela en pequeñas dosis por el aliento.

La mención del norte en cualquier tierra es una alusión al frío. Lo mismo aquí en Antioquia. Aunque esa arteria que es el Cauca irrigue de soporífera humedad a las poblaciones cercanas y así los soles de julio descarguen una férrea canícula, nada despoja al norte de su frío. Los paseantes nocturnos brotan abrigados hacia las calles. En las plazas centrales y alrededor de las iglesias, humean los pocillos de café caliente que entra en las gargantas como una bendición y devuelve sus aromas en la charla: el recuento de las proezas matutinas, la memoria de los ancestros, el cotilleo que contienen esas vidas diminutas que a veces se olvidan.

Y hablar de miniatura es intentar un elogio. La Estrella Polar no es la más visible en el cielo, es opaca, aunque menos transitoria que sus hermanas más incandescentes. Incontables generaciones le deben la certeza de un rumbo fijo, la promesa de los descubrimientos. Así transcurren muchas vidas en el Norte antioqueño, en silencio, secretas, injustamente opacas pero inamovibles: escritores, músicos, lectores, cazadores de historias, oidores de cuentos, bibliotecarios, pintores, poetas; una pléyade secreta regada entre montañas.

Por: Diego Agudelo