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Nordeste: reflejos en el agua

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Nordeste: reflejos en el agua
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Viajar por el Nordeste es una experiencia que oscila entre lo pintoresco y lo conmovedor: las coloridas esculturas de tigres en Amalfi, Vegachí y Segovia; los relatos casi míticos del ferrocarril en Cisneros; las historias alrededor de la minería, el dinero rápido y la violencia armada en casi todos sus municipios, son puntadas de un hilo invisible en el que se teje la vida de la región.

Santo Domingo, Segovia, Amalfi, Cisneros y Vegachí, fueron los municipios que hicieron parte del trabajo de campo de esta investigación. Esto implicó que, más allá de los recorridos geográficos, se hiciera un trabajo de observación de tradiciones y prácticas culturales, y se crearan espacios de conversación con personas ligadas a la dinámica cultural de cada municipio: artistas, funcionarios, gestores e intelectuales, cada uno con una relación particular con su territorio, que, al ponerlas en conjunto, dan cuenta de la complejidad de la región.

Si bien estas conversaciones fueron clave para la investigación, esta se enriqueció con los personajes que se encuentran en el día a día del viaje: tenderas, cocineros, mototaxistas o pasajeros de los chiveros —o camperos— que viajan entre pueblos y veredas. Es también de todos estos hombres y mujeres que abren un poco su corazón para hablar de sí mismos y de su región, de donde salen las historias acá escritas que, a su vez, son una muestra de la vida en el Nordeste a partir de la cotidianidad de sus municipios, y cuya diversidad se refleja no solo en los temas de las historias, sino también en las voces variadas de sus narradores y personajes. No obstante, como es de esperarse, quedan por fuera de estos relatos muchos asuntos clave para la región, entre ellos, el agua.

Por el Nordeste no pasan ríos tan grandes como el Cauca o el Magdalena, pero sí lo atraviesan ríos que vienen de las partes altas de la cordillera Central, como Porce, Nechí, Nus o Alicante. Estos ríos más las quebradas, los arroyos y las lagunas son escenarios de trabajos como la pesca, la minería y el lavado de ropa; de recreación como los paseos de olla o las citas románticas; de desecho de residuos agrícolas, mineros y aguas residuales de los pueblos. Es decir, los cuerpos de agua son fundamentales no solo para preservar la vida biológica, sino también para dinamizar la vida social.

No obstante, hay que decir también que ríos como Nus y Porce han sido desviados y represados en embalses para la generación de energía hidroeléctrica, lo que ha modificados ustancialmente el paisaje, los sistemas de riego y la vida marina. Otros como Bagre o Mata están tan contaminados con el mercurio de la minería aurífera que hay mujeres en Segovia que no pueden amamantar a sus hijos porque pueden pasarles mercurio a través de la leche.

Esta situación ha hecho que los ríos adquieran alto valor simbólico en las luchas por la defensa del medio ambiente gracias al trabajo de las mesas ambientales municipales, a iniciativas juveniles y a los mineros organizados que son ahora conscientes de los riesgos ambientales de la minería. Además de esto, en la mayoría de las iniciativas artísticas que se conocieron, el medio ambiente es siempre un asunto transversal en tanto posibilidad de sostenibilidad económica derivada del turismo ecológico, como de esperanza de una vida mejor, si se logra el anhelado equilibrio entre la vida humana y el resto de la naturaleza.

Así las cosas, los relatos que se presentan a continuación son como pequeños «reflejos en el agua» que encuadran la mirada en algunas de las complejidades del Nordeste antioqueño.

Por: Diego Álvarez