Antes de que Fernando Botero fuera el maestro Botero, sus manos pintaron un fresco en el hall del edificio del Banco Central Hipotecario. Aquel mural, el único del artista en Colombia, ha sido un silencioso testigo de los cambios de su entorno: tras la liquidación del banco, la edificación ha sido desde biblioteca hasta parqueadero de motos y centro comercial.
Esta es una línea de tiempo que narra los principales hitos de la obra y es una prueba más de que el paso del tiempo, irremediable e innegociable, trae consigo, además de naturales deterioros, la posibilidad de resignificar la memoria, el arte y el patrimonio.