Camina solitario, sigiloso, por entre las llanuras y los bosques. Da otro paso, se detiene y menea su cola. Observa la selva con sus ojos amarillos, como su piel manchada. Despacio cuida su territorio el felino crepuscular, que despierta cuando el Sol está en el horizonte para ocultarse o para dar el alba.
Balam, susurraban al verlo pasar los mayas en Centroamérica; nawel, lo llamaban admirados los mapuches al sur del continente; uturunku, decían desde Los Andes los quechuas; namú, lo nombraron en bribri las comunidades de Panamá y Costa Rica.
¡Yaguar!, resolvieron en guaraní. ¡Fiera!, es lo que estaban diciendo. Y casi siempre que se pronunciaron estas palabras desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina para nombrar a esta fiera, quedaba en el aire un espíritu de divinidad.

El jaguar en la cosmogonía indígena
“En ese entonces aún no se conocía la noche (…) Cuando los primeros hombres se habían embarcado, el Sol le dio a cada uno alguna cosa, algún objeto, para que lo llevara con mucho cuidado”, relata el antropólogo Reichel-Dolmatoff sobre la cosmogonía de la comunidad desano, al sur de Colombia. “A uno de ellos le había dado una pequeña bolsa negra, bien amarrada, y ahora con el viaje tan largo, el hombre se puso a mirar la bolsa (…) De pronto, salió de la bolsa una multitud de hormigas negras, tantas que taparon la luz y todo se oscureció. Esa fue la primera noche”.
Por eso nació el jaguar, hijo del Sol y de la Luna, manchado por arriba como su padre, y blanco y gris por debajo como su madre. Encomendado por el Sol para ser su representante en este mundo. Le dio su voz de trueno, su color de oro y lo encargó de proteger a la creación. Esto lo relata Carlos Castaño-Uribe, autor de Chiribiquete, la maloka cósmica de los hombres jaguar: “Le fue encomendado mantener, en la Tierra, el orden, el equilibrio y la dualidad propia de su naturaleza: luz/oscuridad, día/noche (…) el bien y el mal, vida/muerte”.
Los desana hacen parte de los 87 pueblos indígenas que, según cifras de la ACNUR, hay en Colombia, habitando 27 de los 32 departamentos del país y con 64 lenguas amerindias.
Esta concepción la comparten también, por ejemplo, los arhuacos, presentes en la Sierra Nevada de Santa Marta, que lo consideran responsable de regular el cambio climático y conservar un balance natural. Además, para ellos es un puente con el mundo espiritual y protege la Tierra durante la noche.
También los murui-muina en el Putumayo creen que el jaguar es originalmente el dueño de la tierra y responsable de todos los animales de la selva. Si las personas abusan de la selva, el jaguar se encarga de enfrentarlas, y si la naturaleza se mete con el ser humano, este le compensa.
Así, los relatos fundacionales de otros pueblos introducen al jaguar dentro de los animales sagrados, proveniente directamente de las deidades, que desde el comienzo de los tiempos ha buscado una armonía entre el cielo, la Tierra y quienes la habitan.

¿Qué papel cumple el felino en los ecosistemas?
No es gratuito que las comunidades indígenas compartan en sus mitos el rol del jaguar. Este animal es el máximo predador en los ecosistemas terrestres y habita tanto en las selvas de la Amazonía, como en las llanuras de la Orinoquía y en los bosques del Pacífico. Al ser un predador tan potente cumple una función ecológica fundamental de regular la sobrepoblación de las aproximadamente 85 distintas especies de las cuales se alimenta y así mantener el equilibrio de todos los recursos naturales.
Sin embargo, el felino está categorizado como casi amenazado y se estima que ha desaparecido del 46% de su territorio original. Esto, en gran medida, responde a que su hábitat se ve reducido por la expansión agropecuaria y minera, así como la deforestación, aunque también influye el tráfico ilegal y la caza.
Por eso, conocer la importancia que tiene el jaguar, no solo biológicamente, sino desde el punto de vista mitológico para muchos pueblos del continente, nos debe impulsar a escuchar nuestra jaguaridad y actuar en pro de la vida de este rey, que es también la vida de los ecosistemas y de las creencias.