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Sao Paulo al atardecer

“Las respuestas que encontramos en el arte y la cultura nos unen: para valorar nuestra esencia, hacer visible lo diverso y encontrar oportunidades de ser y estar”.

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Sao Paulo al atardecer

Por: Julia Correa Upegui, directora de gestión social de la Fundación SURA.

Nos dijeron que desde muy pocos lugares de Sao Paulo se ve el atardecer, sólo edificios en el horizonte. Lo que vivimos en esta ciudad es la antesala de lo que vendrá, como el zaguán de las casas que precede la magnitud de territorios por habitar.

Los días que estuvimos en la Misión Brasil de Comfama se fueron entre palabras, puntos de vista y reflexiones. Conversamos con más de 25 personas, visitamos más de 13 lugares y convivimos con 27 compañeros de viaje

En esta ciudad uno no alcanza a ver su principio ni fin, por eso dejarse guiar por la mirada de otros para encontrar sentidos en la vastedad, siempre será una buena opción. Y en este caso esos otros no fueron cualquiera: una tarde terminamos hablando de emprendimiento cultural en un lugar subterráneo que, lejos de ser bar –que también lo es “Bar Dos Arcos”– fue una inspiración al estilo de El Resplandor de Kubrick, porque en cada detalle hay poesía, en la poesía hay melancolía y, en la melancolía, hay humanidad. 

Otra tarde, desde lo alto de una oficina, ubicada en la calle Paulista, una de las principales de Sao Paulo, escuchamos sobre las iniciativas que lidera Itaú en cultura y educación. Cada actor de la sociedad tiene un propósito y un rol, las empresas hacen parte de ese conjunto de actores que suman, entre otras, a la construcción permanente de identidad desde la que crecen los territorios. Por eso la participación de las empresas y sus fundaciones no puede ser circunstancial, es una constante presente en el movimiento y evolución de las poblaciones.

Un día concluimos nuestras conversaciones en el SESC Pompeia, un centro cultural que congrega sala de exposiciones, teatro, auditorio, salas de estar y espacio deportivo. Una infraestructura que salvaguarda un patrimonio de la comunidad, un tributo a la arquitectura en lo que fue una fábrica de barriles de metal. Y allí, inmersa, la relación entre arte, cultura y territorio.

Conocimos un barrio que se ha habitado de nuevos emprendedores donde la reflexión sobre nuestra relación con la naturaleza tiene cabida, hoy más que nunca en una ciudad de 12 millones de habitantes –cuatro veces más que Medellín–. Los emprendedores saben que algo hay que hacer al respecto, los edificios no pueden cegar la vista, por eso proponen productos que se basan en el uso responsable de los recursos naturales. Reconocer y saber el impacto que nuestras acciones causan es el inicio. Ese día finalizamos la jornada con los alimentos ancestrales en la boca, porque en el chocolate brasilero hay cultura.

No vimos atardeceres en Sao Paulo, encontramos en el ocaso la posibilidad de reconocer sabores, maravillarnos con lugares, cuestionarnos y, sobre todo, vencer los límites de la comunicación para descubrirnos en el conocimiento e historia de este país vecino. No hablamos el mismo lenguaje, pero identificamos una herencia latinoamericana compartida. Nuestras problemáticas sociales son comunes, por eso las respuestas que encontramos en el arte y la cultura nos unen: para valorar nuestra esencia, hacer visible lo diverso y encontrar oportunidades de ser y estar.

Desde la Fundación SURA la conversación con este territorio continúa y, por supuesto, con nuestros compañeros de viaje.  

En la Misión Brasil, liderada por Comfama, conocimos además el Museo de las Favelas, el proyecto Feira Preta, la Pinacoteca, el Museo de la Lengua Portuguesa, Catavento y Fábrica de culturas.