Miraba por la ventana cómo el sol irradiaba entre las montañas de esta hermosa ciudad.
¿Quién iba a pensar que de un día para otro tendríamos que permanecer a todo momento dentro de nuestros hogares?
Miraba por la ventana cómo el sol irradiaba entre las montañas de esta hermosa ciudad.
¿Quién iba a pensar que de un día para otro tendríamos que permanecer a todo momento dentro de nuestros hogares?
Yo, emprendedor, viajero, “paticaliente”, como dicen acá, soy de los que les gusta conocer diferentes culturas, caminar y probar sus comidas. Pocas veces me ha afectado estar lejos de casa, creo que el viaje está en mi ADN. Podría decirse que soy relajado, y mi familia lo sabía…
Hasta que llegó la cuarentena…
No voy a decir que me sentía particularmente estresado por estar en casa, hacer teletrabajo o almorzar comida recién hecha todos los días... Lo que sí me estaba perturbando por dentro era la situación que se estaba viviendo a mi alrededor y especialmente a lo lejos con mi familia.
La realidad de estar a 6.400 kilómetros de distancia de ellos me generaba mucho miedo. Me aterraba pensar que algo les podía pasar y yo no iba a poder estar allí para ayudarlos o simplemente para apoyarlos. Sentía impotencia por no poder cuidarlos y abrazarlos cuando quisiera.
Mi gran reto era aceptar la situación y no permitirme la angustia. Para afrontar esa realidad decidí hablar con ellos más a menudo. Les escribía y nos comunicábamos casi todos los días (así lo sigo haciendo). Esto me permitió acercarme mucho más para acompañarlos en este proceso que era totalmente nuevo para ellos también. Gracias a los avances tecnológicos, diría que ya no hay excusa para comunicarse con un familiar, un buen amigo o alguna persona que uno aprecie.
Hoy en día me siento mucho más tranquilo y, a pesar de que todavía estamos en riesgo, el hecho de poder sentir cerca a mis seres queridos me hace pensar en lo afortunados que somos por el hecho de estar saludables y que mientras tengamos eso, lo demás se puede recuperar.
Ahora miro por la ventana y pienso... La vida nos pone retos que tal vez parecen imposibles de superar, pero un tropiezo no es una caída. Esta pandemia me ha ayudado a acercarme a mi familia, incluso mucho más que antes, y he aprendido que para estar cerca no se necesita estar al lado.