Serie Naturaleza detenida
10 de Abril 2021
El mundo se detuvo y el tiempo se hizo pausa. Pausa para hacerse preguntas, para tener claridad sobre el presente, para replantear nuestros vínculos, ideas y propósitos. En medio de estas inquietudes me topé con el jardín de la casa de mis padres. Un jardín que en general no me detenía a ver aunque siempre estuvo ahí (como tantas veces pasa). ¿Cómo establecer nuevas conexiones?. Esto es lo que he ido descubriendo esta cuarentena, mi vínculo con algo superior ha sido descubrir un nuevo mundo, observar el jardín y todos los seres que lo habitan, incluyéndome.

El jardín está lleno de detalles que se contraponen: verde, amarillo, café, blanco. Los colores conjuran parte de su magia; otra parte es el observador. Aquel que busca los detalles y las peculiaridades del espacio.

Pone foco en lo diminuto; en la composición. Mantiene la curiosidad activa. Observa aquello que la distracción obvia

La lluvia ha sido una constante por estos días, y se ha ido mezclando con algunos elementos presentes. Se convirtió en ruido, escándalo, humedad. A veces también se vuelve flor, pétalo, lente. Sus gotas se quedan de visita un tiempo, mientras todo el jardín juega con sus restos.

Algunas plantas la aprovechan para dar brillo y luz al verdor. Como las palmeras, que en medio de la mañana y a contraluz parecen sombra.

La pomarrosa atrae con su aroma a las polinizadoras del jardín. Desde lo alto su universo es otro, violetas, flores, frutos, todo un festín para sí mismas..

Las hojas se mueven al son del viento. Así como la brisa acaricia la cara también mece los árboles y va llevándose consigo los restos. Restos de hojas que se vuelven parte de otros.

Hay habitantes que suelen ser un sinónimo de algo más, de abandono por ejemplo. La tejedora ha encontrado una casa en medio de la lluvia, sostenida en las hojas. Ha construido una vida en medio de la nada y ha ido incluyendo otras partes de sus vecinos, en su hogar.

Blanco inmaculado. Blanco cristal. Blanco cielo. Blanco exuberante. El anturio blanco despliega su majestad cuando florece.

Manchas naranjas que desprevenidamente ocupan su lugar en medio del verde selvático.

Universos miniatura. Pequeños ecosistemas. Unos se nutren de otros. Todo está conectado.
El olor de la lluvia invadió el jardín. Como en el bosque, se fue esparciendo la humedad a cada punto y espacio diminuto. El color fue un símil de la vida en el lugar.

A veces, hay una mezcla de hojas verdes y hojas secas. Van cayendo a la ladera del jardín. Se confunden con la maleza que invade el espacio.

Las hojas tienen campanas en el envés, que parecen ser el aviso de una sorpresa o la intensión de un secreto. A veces me imagino que quieren divertir a los habitantes terrestres.

También hay sombras, o resguardos del sol. los árboles y las plantas que crecen unas debajo de otras son aliadas incondicionales.

Las invasoras también fueron reclamando un lugar, una a una ellas fueron creciendo, poblaron el espacio entre las piedras, mezclados con los restos del suelo.

Pétalos que caen por montones y se vuelven alfombra en el jardín. Así el lugar se fue reconstruyendo.
Un día pasó la podadora y mutó la magia. Las hojas encontraron nuevos motivos para crecer y nuevamente el viento, la lluvia, el sol reconstruyen sus formas con la naturaleza en movimiento.