La pandemia que inició en Asia había llegado a mi ciudad. La dinámica de vida, lo que se llamaría normalidad, sería un recuerdo sin saber por cuánto tiempo. Yo, una bailarina de flamenco, amante del cine, el vino y las caminatas, vería imposible cumplir un sueño que teníamos con unas amigas. Este año queríamos bailar las cuatro juntas de nuevo, pero el coronavirus nos alcanzó y nos encerró.
La gitana en pandemia
29 de Junio 2021
Por cosas del destino, Azahar Flamenco ya no bailaba junto antes de la pandemia. Mafe se había dedicado a otros proyectos, como su marca propia y el tribal; Mely estaría viviendo en el Oriente Antioqueño, porque, desde que viajó a Japón, la vida le estaba girando cual mariposa saliendo de su crisálida; Martica, que vive viajando, ahora no la veía ni en mis clases normales de aquellos lunes, y a mí la vida no me estaba dando giros sino saltos cuánticos. Al mejor estilo de la Mujer Maravilla, trataba de cruzar los brazos para afrontar todo con mucha luz y energía.
Encerrados, con una familia en cada casa luchando por mantenerse unida y asimilar la más loca incertidumbre, no podíamos ver muchas oportunidades alrededor de esta vivencia. Era el momento para hacer un viaje, pero al interior de uno mismo, de lo que tenemos en el corazón. Para entonces, India Martínez ya estaba sonando demasiado con una canción preciosa que nos conectó de inmediato. Solo había que escuchar la introducción para que sacara la gitana que toda flamenca llevaba dentro.
“¿Bailar por Zoom?”, dijo la mente. “Si cuando bailo me reconozco en el otro, y aquí no está el otro. Veo sus dimensiones y sus proporciones y, mientras doy giros, no me tropiezo con nadie, solo con algunos muebles ubicados en la sala para tratar de tener más espacio. Definitivamente, estaría bailando sola”. Pero el corazón respondió: “Es que no estarás sola”. Así que llegó el momento de materializar la idea, montaríamos una coreografía juntas: “La gitana”, de India Martínez, en nuestra versión de pandemia. No estaba sola. Estaba con ellas, con mis tres amigas flamencas y gitanas. Aceptamos el reto del covid, que supuestamente nos había encerrado, y montaríamos la coreografía completa.
“Vamos a hacerlo por las buenas / o mejor no hagamos nada, / que si la sangre se me envenena / me sale la gitana”, dice un pedazo de la canción. Cada sábado teníamos una cita. Paso a paso, marcados por los ocho tiempos, ensayamos la coreografía. Nos salieron cuatro gitanas. Nuestras familias tenían que ver con la canción, con el ritmo, la letra. Nos veían conversar al compás en este flamenco moderno fusionado con danza urbana. Aprendimos que con la cámara veíamos al contrario; que cuando una alzaba el brazo derecho, lo veía en espejo, así que tenía que levantar el otro. Aprendimos a tener paciencia primero al internet, que cada rato decía conexión débil, pero también a nosotras mismas, porque la canción venía con un retorno y no podríamos vernos iguales, como si estuviéramos bailando en uno de los tantos salones donde lo hacíamos antes.
¡Bendita pandemia! Nos inspiraste y nos llevaste a bailar solas, nos cerraste las puertas de la academia, pero nos abriste un espacio de danza único en nuestros hogares. Logramos montar la coreografía completa, vernos a cada una para conocer esa gitana en pandemia que resurgió. Y cuando ya todas habíamos hecho nuestro propio solo ante cámara, la bailamos juntas al mismo tiempo y sentimos cómo la vibración de nuestra alma traspasó la pantalla. En un futuro, cuando por fin podamos vernos físicamente y cuando intentemos bailar “La gitana”, seguro nos reiremos, podremos observar unos movimientos estilizados, fuertes, precisos, que en cámara no se logran, sentiremos el corazón latente de cada una y ese calor que la danza extrae del ser humano, porque estaremos bailando, sanas, juntas, nunca solas. Reconoceremos en la otra su verdadero color y no el de la pantalla, donde algunas veces somos más pálidas de lo habitual; sentiremos el sudor, el fuego que sale del cuerpo agitado danzante, y al escuchar la melodía de “La gitana”, recordaremos que en pandemia también pudimos bailar.