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Hijo

Miro a mi hijo con un amor desmedido, cada vez que contemplo su rostro veo el resultado físico del verdadero amor. Detallo el brillo de sus ojos y me sumerjo en ellos. Su color es aún indefinido, su parpadeo me reitera cada vez la capacidad que tiene para coquetearme y hablar con tan solo una mirada.

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Hijo
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Él, mi pequeño, quien desde el vientre escuchaba de su madre el mundo que habitaría, un mundo en el que poco a poco naturaliza que la sonrisa es un tapabocas y se cuestiona qué es lo que realmente hay detrás de esta nueva realidad; un mundo que está afuera en espera de él para darle la oportunidad de encontrar en cada cosa la felicidad. 

Hoy, después de ver cómo pasa sus primeros meses de vida tras la ventana, comprendo que en ocasiones debe confundirse ante el mundo que le expliqué en el vientre, debe tener dudas sobre el color del cielo, el verde de las montañas, el azul de los mares, la sensibilidad de las personas en la calle, la tranquilidad de los parques, el olor del campo, el movimiento y la forma de las flores. Creo que desde la ventana y tras la puerta vive un mundo de amor que lo sorprende, un mundo de colores y realidades diferentes, un espacio reducido que aún no comprende pero que lo hace completamente feliz. Yo, en mi posición de madre, protejo cada uno de sus pasos exploradores, y hoy espero que la magia que vive en casa la encuentre afuera de la ventana, que logre vislumbrar en cada detalle del exterior el amor infinito de la humanidad y logre experimentar en cualquier situación una aventura llena de sensaciones tangibles e intangibles que le permitan entender el valor de la alegría y la libertad.

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